EL PAíS
El Nobel defendió el control de capitales y el rol del Estado
Por Claudio Scaletta
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz defendió los mecanismos de control de capitales y el activo rol de los Estados en la definición y sostenimiento de políticas de desarrollo. “La completa liberalización financiera solo consigue acentuar los ciclos económicos provocando inestabilidad y afectando el crecimiento de largo plazo”, afirmó. El economista también rechazó que las “fallas de los gobiernos sean peores que las de los mercados”, pues “abundan los ejemplos de desarrollo exitosos impulsados por los gobiernos”. Fue en el marco de la apertura del foro: “El consenso de Buenos Aires: Una nueva agenda para América Latina”.
El vendaval neoliberal que a escala planetaria cristalizó quince años atrás en las propuestas del Consenso de Washington tuvo entre sus consecuencias el estancamiento económico de los ’90, las crisis financieras de México, el sudeste asiático, Rusia, Brasil y Argentina, el aumento de la desigualdad en todas las economías que lo aceptaron, entre ellas las de América Latina, y una herencia ideológica persistente; el descrédito de las políticas económicas activas y el papel del Estado en la definición de las estrategias de desarrollo. La presentación realizada ayer por Stiglitz, quien compartió un panel junto con el secretario general adjunto de la ONU, Antonio Ocampo, y el director de la oficina de Buenos Aires de la Cepal, Bernardo Kosakoff, fue un intento por contrarrestar lo que el premio Nobel denominó la “mala reputación de las políticas industriales”, que en realidad deberían llamarse “políticas de profundización del sector productivo”.
Pero aunque mal reputadas hasta hace poco, estas ideas están regresando a la agenda de los gobiernos. Stiglitz señaló tres ejemplos exitosos donde los Estados jugaron un rol clave: India, China y Brasil, países que en los últimos 25 años impulsaron políticas de desarrollo deliberadas. Al considerar sus claves, el economista enfatizó el rol desempeñado por la tecnología. “En Asia se reciben hoy cinco veces más ingenieros que en Estados Unidos”, detalló. En India y China se hacen esfuerzos por cerrar la “brecha digital”. China rechazó las normas en telefonía celular que intentaron imponerse vía la OMC y que la habrían obligado a pagar regalías a empresas estadounidenses. Más allá de sus problemas políticos y de su elevada tasa de interés, Brasil exporta aviones y desarrolla biotecnología. “A pesar de que el Banco Mundial intentó impedirlo”, también impulsó los biocombustibles. Su gobierno también rechazó “el monopolio global de Microsoft” y “en todas sus oficinas públicas utilizan el sistema de arquitectura abierta Linux”.
Todos estos países se opusieron también a las pretensiones excesivas en el respeto a los derechos de propiedad intelectual, derechos que para Stiglitz pueden convertirse en un obstáculo para el desarrollo. Para el economista, la legislación de patentes en Estados Unidos se generó bajo el influjo del lobby de la industria farmacéutica y del espectáculo, fuertes aportantes a las campañas electorales. Se trata, entonces, de normas que benefician intereses específicos. De todas maneras consideró que el dato no debe alarmar, pues la mayor parte de los conocimientos necesarios para el desarrollo no se encuentra protegida por la legislación de propiedad intelectual.
Para el premio Nobel, el denominador común de esta suma de políticas aplicadas en distintas economías se encuentra en seguir el camino del “cierre de la brecha tecnológica”. Y como lo demuestra el ejemplo de muchos países asiáticos, en esta tarea es indispensable una decidida intervención de los gobiernos.
A la vez, las mismas razones que sirven para explicar el éxito de los países que lograron crecer en las últimas décadas son también útiles para explicar el fracaso de las políticas de libre mercado, “pues la teoría de los mercados competitivos se basa en la inexistencia de cambios en la tecnología, mientras que la realidad es que esta cambia constantemente”. Además, como lo demuestran los resultados empíricos, no es verdad que “los gobiernos fallen peor que los mercados”, abundan los ejemplos de gobiernos exitosos y mercados libres fracasados.
A la hora del debate, algunas preguntas formuladas desde la ortodoxia sirvieron de punto de partida para la defensa de los mecanismos de control de capitales. Stiglitz citó el ejemplo de China. El país que encabeza el ranking de recepción de inversión extranjera directa tiene fuertes controles a los movimientos de capital, describió. También citó el éxito de Malasia, que instauró los controles en 1998, con el adicional de tener un régimen especial que tuvo en cuenta la situación de la remisión de utilidades de las empresas ya instaladas. La conclusión es que los controles de capital son absolutamente compatibles con la inversión extranjera. Además de los datos empíricos, el economista reseñó que en mercados completamente liberalizados el libre flujo de capitales acentúa los ciclos económicos –entran en las expansiones y salen en las recesiones–, afectando la estabilidad macroeconómica y reduciendo los grados de libertad de la política monetaria, una situación mucho más perniciosa para las inversiones que los controles.
Stiglitz también rechazó sobre el mismo punto los argumentos de la ortodoxia sobre la falta de “seguridad jurídica” o de “reglas de juego claras”. “Mantener un tipo de cambio fijo en un mundo con cambios flexibles no podía funcionar. No alcanza simplemente con enunciar que se mantendrá un determinado régimen, sino tener un régimen sostenible”, concluyó.