EL PAíS › OPINION

En busca de una fórmula

 Por Raúl Dellatorre

El gobierno nacional sabe que para evitar la inflación no hay un camino único. Pero no está tan seguro de que exista uno, al menos, que le garantice llegar a destino. La experiencia le viene señalando que, a medida que intenta distintas alternativas, se encuentra con renovados obstáculos. Los acuerdos sectoriales de precios no lograron desactivar expectativas. El esquema de convenciones colectivas de trabajo y acuerdos salariales no resultó ser el instrumento ordenador de la puja salarial que imaginó la cartera laboral. La Unión Industrial presentó ahora una fórmula de pacto social que, antes que resolver la puja distributiva, parece buscar devolverle protagonismo político a esa corporación empresaria. Lavagna, en tanto, volvió ayer a un viejo camino: lanzar “señales a los mercados” de austeridad fiscal para “generar confianza” en la estabilidad.
Después de una década larga de abusos sobre los trabajadores en materia salarial y en sus condiciones de trabajo, por medio de flexibilizaciones salvajes, en nombre de la competitividad y la baja de costos, a nadie puede sorprenderle el actual nivel de conflictividad. El Gobierno reconoce el fenómeno; lo que se le hace más cuesta arriba es darle un orden a la puja salarial.
Las negociaciones encaradas por gremios centralizados por rama desataron más insatisfacciones que empleados conformes. Incluso en sectores estratégicos la lucha salarial se dio por afuera de la órbita de las cúpulas gremiales, demostrando la limitada representatividad de las mismas y un cuadro sindical más complejo que el que pintaba previamente la cartera laboral. Los intentos oficiales por arbitrar la disputa no pudieron impedir, siquiera, que varios conflictos le estallaran en la cara apenas días antes de las elecciones.
El modelo de pacto social armado por la UIA no parece predestinado a tener mejor suerte. La CGT se resiste a hacer público su apoyo a un esquema que propone congelamiento salarial y límites a la protesta (cláusula de paz social). La central fabril enfrentará más de un obstáculo en lograr la adhesión de otras entidades patronales. Sin más solución a mano, Lavagna eligió ayer un camino repetido por sus antecesores pero que él juega por primera vez: hablarle a “los mercados” en el lenguaje que éstos quieren oír. El propósito es aquietar las aguas; el problema es que son los propios destinatarios los que las agitan. Parece demasiado poder concentrado como para contrarrestarlo sólo con gestos.

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