EL PAíS › EVALUACION DEL ESTABLISHMENT DEL CAMBIO EN ECONOMIA

Gatos que sepan cazar ratones

 Por Cledis Candelaresi

“No importa si el gato es blanco o negro. Lo que importa es que cace ratones”, es la ilustrativa frase con la que el histriónico Enrique Pescarmona desnuda el pragmatismo empresario. Más allá de los nombres, lo que importa es que el Gobierno favorezca los negocios de modo directo o vía políticas macro. Desde esta perspectiva, los estilos e historias de cada miembro del gabinete, termina resultando algo anecdótico. Aun así, el actual recambio en Economía plantea una paradoja inédita para la Argentina de los últimos años: se va un ministro que sedujo al establishment, justo cuanto éste derrocha pronósticos optimistas sobre el futuro económico.
La partida de Roberto Lavagna es de algún modo vivida como una pérdida por los empresarios, en particular para aquellos sectores que no integran el núcleo favorecido por las políticas que son resorte prioritario de Planificación, como constructores, transportistas o petroleros. No porque el ministro saliente no fuera capaz de decir que no a las embestidas de algunos lobbies, sino porque al calor de sus políticas se robustecen muchos negocios.
Pero todavía no cunden los lamentos. De alguna manera, la designación de Felisa Miceli es percibida como un recurso político para homogeneizar el gabinete, sustituyendo a un hombre con criterio propio por una funcionaria presuntamente más proclive a aceptar las consignas de la Casa Rosada. En este sentido, el recambio es tranquilizador, aunque en algunos aspectos la futura ministra todavía sea una incógnita. Una voz disonante en el Gobierno siempre genera dudas entre los empresarios acerca de cuál es el interlocutor apropiado para resolver las cuestiones sectoriales.
“Es claro que se privilegió la cercanía e incondicionalidad al Presidente”, especulaba ayer un constructor, coincidiendo con la visión del alto ejecutivo de una empresa energética y replicando la de otros varios. Esa sintonía es el atributo más nítido que por ahora se le reconoce a la presidenta del Banco Nación, cuya militancia juvenil en un partido revolucionario de izquierda no es un dato muy conocido entre los hombres de empresa.
Lavagna supo plantarse en algunas ocasiones y decir que no, tanto a algunas demandas particulares como a reclamos tras los cuales se abroquelaron sectores íntegros o grupos polirrubros. Resistió la eliminación o rebaja de las retenciones y las aumentó con el propósito de controlar los precios internos de los alimentos; se negó terminantemente a permitir el ajuste de balances por inflación o a eliminar el impuesto al cheque, por citar algunos ejemplos. Pero eso parece haberle servido más para ganarse respeto que inquina.
Mientras el viernes muchos ejecutivos esperaban en Mar del Plata que el saliente ministro clausurase el coloquio de IDEA, se deshacían en elogios, comenzando por reconocerle el mérito de haber controlado una situación que cuarenta y cuatro meses atrás parecía indomable. Ese supuesto dominio de las variables macro, el apego de Lavagna a mantener el superávit fiscal y a honrar con él la deuda pública, les simpatiza tanto como el buen feeling que consiguió con algunas industrias a partir de Ecolatina, la consultora fundada por él. Aunque tal vez más les seduce su política salarial.
El ahora ex titular del Palacio de Hacienda no sólo reemplazó los aumentos por decreto por la pauta de que éstos deben otorgarse sólo si aumenta la productividad, sino que horas atrás advirtió que los reclamos salariales podían fogonear la inflación, mostrando una empatía total con los empleadores. Fue en aquel cónclave empresario en el que se difundieron varias encuestas donde las empresas se mostraron muy optimistas acerca del futuro. Con la única condición de que el dólar no baje del 2,70, las principales exportadoras auguraron un aumento de las ventas, de las inversiones y hasta de su dotación de personal. Un resultado tan auspicioso como el que arrojó otra compulsa más general: la mayoría de las entrevistadas descontaron una mejora en la performance de su negocio para el 2006. Mantener este clima será ahora desafío de Micelli.

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