Miércoles, 18 de enero de 2006 | Hoy
EL PAíS › LA CALMA DE LOS FAMILIARES EN EL RECINTO
Muchos se preguntaban cuál sería la reacción de los familiares de las víctimas de Cromañón cuando entrase Aníbal Ibarra al recinto. Era la primera vez que iban a estar frente a frente en el juicio. Sumó tensión la presencia de otro grupo de familiares que apoyaba al jefe de Gobierno. Finalmente Ibarra entró e hicieron silencio. Y levantaron las fotos. “Nuestra actitud fue la de siempre. Queremos escuchar las explicaciones de Ibarra”, dijo el abogado y padre de una víctima, José Iglesias.
La escena se repitió toda la jornada: las fotos se levantaron en alto una y otra vez, cuando llegó Ibarra, cuando habló y cuando se fue. “Nos portamos como señoritos: serios, fríos, no cedimos a la provocación”, evaluó un padre. Sólo sobre el final de la sesión, soltaron su bronca con gritos y cantos. También aplaudieron al titular de la Sala Juzgadora, Julio Maier, cuando le pidió a Ibarra que no se extendiera. Aun aplaudido, Maier les reprochó que “manifestasen opinión o sentimientos”. A diferencia de la última sesión de diciembre, el cruce fue muy breve. Entonces, les había pedido que bajaran las fotos. Esta vez, optó por permitirlas.
El otro cruce ocurrió en un pasillo de la Legislatura mientras el abogado defensor Julio César Strassera daba una conferencia de prensa. “Es una maniobra pergeñada por el macrismo”, fustigó. “Está equivocado, señor. No necesitamos que nos traigan de las narices”, le respondió una joven familiar, que se había escabullido entre los periodistas.
En el recinto, los que piden la destitución de Ibarra ocuparon 50 asientos a la izquierda, mientras que los que lo rechazan se ubicaron sobre la derecha, con 15 lugares. Gladys Coronel se encontraba en primera fila. “Nunca estuvo de acuerdo con el juicio”, dijo a Página/12. “Lo único que quieren es derrocarlo, porque no pudieron con los votos. No soy ibarrista, pero busco justicia para mi hija”, argumentó. Su hija, Zaida, de 23 años, trabajaba en un local de comidas rápidas y vivía en La Boca con ella. Ahora observa desde la foto en la remera de su madre, con una mirada llena de vida.
Del otro lado, Sandra Zerpa levantaba la imagen de su hijo Gastón Amaya, de sólo 10 años, que salió de su casa en La Matanza y fue con sus tías a Cromañón. Un tanto ojerosa por la noche que pasó sin dormir y a puro mate, dijo a este diario: “Hicimos la vigilia para que Ibarra sepa que donde él esté, estaremos presentes”. “Me duele que diga que no es responsable. Nos deja como a los malos de la película y se pone en víctima”, se quejó. Para evitar esto, ayer en la tribuna se impuso el silencio. Y las fotos.
Informe: Werner Pertot.
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