EL PAíS
“Nuestro reflejo es lo contrario a escondernos”
Por Irina Hauser
Las asambleas populares llegaron ayer de a montones y ocuparon con las banderas de sus barrios casi toda el ala izquierda de la Plaza de Mayo. Fue como el jueves pasado, pero esta vez parecían más, o diferentes. La muerte de los piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki abrió debates espontáneos y movimiento entre los asambleístas. Algunos confesaron miedos, otros discutieron sobre la represión, la definición de violencia, hubo quienes se acercaron a los piqueteros, o se compararon con ellos, quienes analizaron el rol político de las asambleas, incluso su relación con otros movimientos, pensaron nuevas formas de protestar, y caminos para superar diferencias. Las asambleas se transforman a diario, siempre hay algo que las dispersa, las enreda o las unifica, pero que nunca las hace volver atrás. Aquí, algunas escenas de una semana especial.
Mar de Fondo
–Para mí que el miércoles hubo una orden de reprimir, el Gobierno tenía que mostrarle eso al Fondo Monetario –dijo Alberto, alto y robusto, en el encuentro con los vecinos del barrio Parque Saavedra.
–Pero vos estás delirando –rechazó un grupo de asambleístas.
La polémica duró largo rato, hubo gente que dijo estar “en desacuerdo con las posiciones más duras de los piqueteros, como los que sueñan con tomar el poder”. Otros pidieron “formas alternativas de protestar”. Finalmente acordaron participar en toda manifestación de apoyo al movimiento piquetero. La asamblea intentó dejar en claro que, amén de las discrepancias, “nadie se creyó la teoría del enfrentamiento entre piqueteros”.
Desprotegidos
“¿Hubo infiltrados en la represión de Avellaneda?” La pregunta se instaló en la última reunión de la asamblea de Paternal. Algunos caceroleros se sinceraron: “Tenemos miedo de que se metan agitadores que empiecen a romper todo para que después el Gobierno nos acuse a todos nosotros de violentos”. Después de varias horas de tira y afloje, y al prever lo que podía pasar en la concentración de ayer, acordaron “echar entre todos al que arme quilombo”. Pedro, mecánico dental, explicó a Página/12 que una sensación compartida en su grupo de asambleístas es de “estar desprotegidos, quizá por inexperiencia”. “Algo que nos diferencia de los piqueteros, además de que tenemos una agenda más heterogénea, es que no marchamos en cordón humano y no nos conocemos con otras asambleas. Nos desconcentramos cada uno por su lado y eso puede ser peligroso”, dijo.
Violento es el hambre
La asamblea de Corrientes y Juan B. Justo se topó esta semana con una sorpresa: se multiplicaron sus integrantes, se aplacaron las charlas sobre el panorama electoral y se armó un gran debate casi existencial sobre “qué es la violencia”. Para la marcha de ayer pintaron una bandera nueva: “Piquete y asamblea, contra el terrorismo”, decía.
–Violencia es el desempleo, es el hambre, es la miseria, y el Gobierno represor –definía Maia, una chica de melenita negra por el hombro envuelta en una gruesa bufanda.
–En eso parece que estamos de acuerdo, deberíamos contrarrestar el discurso de que los violentos son los piqueteros, buscar la forma de transmitir el mensaje contrario en nuestro barrio –retrucaba Mini, una señora bajita, de pelo lacio y sonrisa simpática.
Identidad
El sábado los caceroleros de Villa Crespo se reunieron con otras asambleas de la zona para hablar sobre las posibles formas de actuar en conjunto con los piqueteros. “Muchos nos sentimos muy identificados con la Coordinadora Aníbal Verón, en parte porque se los ataca por su forma de trabajar contra el sistema”, explicó Santiago, un cultor del trabajo comunitario. En aquel encuentro los vecinos pensaron en asistir a la manifestación de ayer “con los mismas pañuelos y capuchas como usan los piqueteros”, pero finalmente concluyeron que “no es un símbolo propio de las asambleas”. Ese día también se reafirmó la idea de que “no dividirse por muchas diferencias que tengan”. “Solidaridad” es una palabra que reaparece. “Miedo” también. Casi todo el mundo manifestó temor y hubo propuestas de nuevas medidas de seguridad. “Nuestro reflejo es lo contrario a escondernos”, aclaró Matilde, de tapado y anteojos.
Relaciones
“Si el jueves pasado no iban a la marcha los militantes de base de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) quizá todavía hoy los tipos seguían discutiendo si había que movilizarse o no”, gruñó Octavio, un muchacho de barba al ras, de la asamblea del Cid Campeador. Ese fue uno de los temas que más tiempo ocupó en una jornada de reflexión que hicieron el sábado pasado los vecinos de esa zona, que cuentan entre sus integrantes con piqueteros del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD). “Hace tiempo que venimos replanteando la relación con la CTA y la actitud ambigua de la semana pasada”, explicó el asambleísta. Un puñado de vecinos de la generación que vivió los setentas, mostraron cierto temor a que se repita la historia autoritaria y pidieron priorizar la unidad.