“Lo que tienen que entender es que el corte ya fue. En algún momento tuvo un sentido punitivo frente a Uruguay y sirvió para llamar la atención, pero ahora en Gualeguaychú presumen de una eficacia que el corte no tiene. Para peor, a Tabaré Vázquez le sirve para mostrarse en el rol de víctima.” Una alta fuente de la Cancillería resumía así la posición del Gobierno ante los recurrentes cortes de ruta en el conflicto por las papeleras, cuyos protagonistas llegaron ayer en buen número a la Plaza de Mayo. A esa hora en la Cancillería todavía no se sabía a ciencia cierta qué tal había funcionado la movilización, pero se presumía que el nivel de adhesión había sido aceptable para la tórrida jornada porteña. Cerca de Jorge Taiana imaginaban que con las protestas en los pasos fronterizos planteadas para todo el verano no había motivos para alimentar el optimismo en la citación que realizó la Corte Internacional de La Haya para la semana que viene.

En la Cancillería aseguraban que más allá del gesto formal de voluntad de diálogo que significó el saludo que Taiana y el vicepresidente Daniel Scioli cruzaron con Vázquez en la reciente Cumbre Sudamericana, la negociación facilitada por el enviado del rey de España, el embajador Juan Antonio Yáñez Barnuevo, apenas si gatea. “En estos momentos, las mayores expectativas están puestas en Finlandia”, sostenían en el Palacio San Martín. Hacían referencia a los contactos que Yáñez mantendría por estos días con el gobierno finlandés –un canal de diálogo inaugurado por el canciller español Miguel Angel Moratinos– y, por añadidura, con las autoridades de Botnia.

Pese a lo avanzado de la obra y a que los empresarios ya anunciaron que esperan comenzar a producir a partir del año que viene, la relocalización continúa siendo la carta única del gobierno argentino. “Creemos que en Botnia ya entendieron que nuestra posición no se modifica y que les conviene buscar la manera de negociar si, como dicen, tienen una estrategia de desarrollo para la región. El gobierno de Finlandia piensa lo mismo, por eso ahora hablan mucho de diálogo”, sostenía la fuente de Cancillería. Sobre la parva de dólares que costaría la movida –se habla de unos 300 millones– aseguraba que se trataba de un tema a conversar, que la suma dependía de diversos factores como, por ejemplo, qué se levantaría en el lugar donde hoy se ubica Botnia.

La versión sobre la otra fórmula posible de solución –la que hablaba de un desagüe de 30 kilómetros para arrojar lejos de Gualeguaychú las aguas contaminadas de la pastera– la mencionan como una propuesta elaborada en algún momento por el ministro de Agricultura uruguayo, José “Pepe” Mugica, pero que nunca estuvo sustentada por ningún estudio serio.

Fuera de los gestos diplomáticos, lo que prevalece en la Cancillería es el fastidio por lo que consideran la “intransigencia” uruguaya en su posición. “Dicen que no negocian si no se levantan los cortes. Así se muestran como los agredidos, pero lo cierto es que los que violaron el tratado del Río Uruguay son ellos”, explican.

Con todo, en el Gobierno esperan el llamado de Yáñez para armar un hipotético encuentro antes de fin de año en Madrid donde podrían acercarse posiciones. Pero ese depende, insisten, en lo que pueda avanzar el facilitador con Finlandia. “Si no, ¿para qué nos vamos a juntar?”, dicen.