EL PAíS › OPINION

Mercosur: ampliar la agenda

 Por Washington Uranga

Informaciones periodísticas a propósito de la visita de Néstor Kirchner a México dan cuenta de que entre las iniciativas del Presidente estaría la de allanar caminos para una futura integración de México al Mercosur. En el actual contexto de la economía y de las relaciones internacionales, los procesos de integración son indispensables para que “no nos devoren los de afuera”. Es muy importante que el tema de la integración y del fortalecimiento de bloque subregional aparezca, así sea como intención, en los propósitos del mandatario en su visita a México. Mientras tanto, el Mercosur, hoy acosado por muchos costados y sin un rumbo claro, sigue sin abrir su agenda a otros temas que no sean los estrictamente económicos para los que fue creado. Y está visto y demostrado que la integración no se agota en acuerdos comerciales o en complementariedades económicas, así éstas sean importantes, necesarias y sirvan de base para otras construcciones. Lo ha demostrado Europa de manera fehaciente. Es necesario progresar en otros campos de la agenda, en particular en lo cultural y en lo social, base de toda integración, para afianzar un proceso complejo que necesita de avances en todos los frentes. Sin integración social y cultural no hay integración, por más que se sigan celebrando acuerdos económicos. No es menor el hecho de que, ante angustias económicas, financieras o necesidades de provisión de insumos y mercaderías, los países de la región acudan, en primer lugar, a los socios regionales para paliar cualquier déficit. Está claro que la solidaridad bien entendida comienza por casa. Y que la mano solidaria entre los hermanos latinoamericanos hará que no nos devoren los de afuera. Pero no es suficiente. La solidaridad regional es también intercambio de experiencias y compartir saberes en lo social, apuntando a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas. Porque otro desarrollo posible supone precisamente esta complementariedad que suma a lo económico, lo fortalece y lo carga de sentido. No hay pasos reales hacia la integración sin diálogo de culturas, sin construcción política que atenúe las diferencias y trabaje sobre los desequilibrios y las asimetrías, que también son reales y que se constituyen como obstáculos por momentos insalvables. Y si no es así, que lo digan los propios socios del Mercosur. La integración tiene que estar indisolublemente vinculada a prácticas que armonicen el desarrollo sustentable con modelos de crecimiento compatibles. No hay integración sin debate político social sobre el modelo de desarrollo y de crecimiento que se persigue. La integración requiere discusiones de fondo de las que deben participar no sólo los dirigentes, los gobernantes, sino los ciudadanos en general. Los ciudadanos de todos los países de la región tienen que ser copartícipes de una construcción que les pertenece. Para ello es necesario construir agendas colectivas, agendas públicas, donde la integración no sea apenas una entelequia de pocos, sino la necesidad de muchos. Porque la integración regional no es un capricho o una moda, sino una necesidad imperiosa. Por muchas razones las condiciones para avanzar en ese sentido son ahora mejores que en otros momentos. Desperdiciarlas sería un grave error y no nos asiste el derecho a incurrir en el mismo.

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