EL PAíS › ANALISIS DEL RECLAMO VECINAL DE PENA DE MUERTE
Una demanda que nace del dolor
Por Eduardo Videla
La protesta vecinal por el asesinato de Diego Peralta, que incluyó el incendio de una comisaría, fue acompañada por dos frases, estampadas en una pancarta, que no pasaron inadvertidas: “Justicia No. Pena de muerte, sí”. A diferencia de otros casos, la gente no reclamaba justicia, simplemente porque ya no cree en ella, o al menos en quienes la administran. Cuatro especialistas analizaron para Página/12 cuál es el verdadero reclamo que subyace tras esta demanda primaria, emparentada con la venganza.
“Es una reacción primaria, vindicativa, comprensible en medios del dolor”, dijo el penalista Raúl Zaffaroni, titular de Criminología en la UBA. “Lo que no es comprensible es que haya dirigentes políticos irresponsables que se monten en ese reclamo, como si fueran una agencia de marketing que trabaja con los sentimientos de la gente.” Uno de estos dirigentes fue el ex presidente Carlos Menem, quien ayer no dejó pasar la ocasión para insistir con su propuesta de aplicar la pena de muerte “para los delitos aberrantes”.
“¿Cómo van a creer en el sistema si el tipo que tiene que protegerlos es el que comete delitos”, agrega Zaffaroni.
Leopoldo Schiffrin, miembro de la Cámara Federal de La Plata, interpretó el reclamo de la gente: “Cuando dicen ‘No a la Justicia’, se refieren a la organización de la justicia, que en la provincia de Buenos Aires es un desorden total”, dijo. Y argumentó que eso ocurre porque la reforma judicial, iniciada en 1997, no se ha aplicado. “Una gran parte de los fiscales sigue delegando la tarea de investigación en la policía, una institución que está surcada por grupos de corrupción”, afirmó.
“La gente simple, dolorida, ve que no puede confiar en la policía ni en la Justicia. Pero no se deben confundir los sentimientos con los dictados de la razón: para interceder en esa lucha está el Derecho Penal”, consideró Schiffrin.
José Buteler, titular de Derecho Penal de la Universidad de Córdoba, interpretó la demanda vecinal, en cambio, como “una descarga emotiva por una situación de alto voltaje que, en el fondo, implica un reclamo de justicia. Y el calor de la pasión los hace recurrir a esa expresión”.
“Las reacciones emotivas espontáneas ante hechos de injusticia han formado parte de la historia, durante siglos. La sensación de linchamiento ha surgido siempre sobre el hervidero de un dolor muy grande –argumentó Buteler–. Como contrapartida, uno de los fundamentos del sistema de punición del Estado es evitar la venganza”.
El juez Luis Niño, integrante del Tribunal Oral de la justicia penal, consideró que “pedir la pena de muerte de abajo hacia arriba tiene algo de suicida: se emparienta con la actitud del colonizado, descripta por Franz Fanon, de convencerse de que el colonialismo no existe matando a su compañero de infortunio”.
Todos los entrevistados coincidieron en que la pena de muerte, allí donde se aplicó, no contribuyó a disminuir los índices de delito. También acordaron en la necesidad de una profunda reforma policial. “Hay 40.000 hombres que reciben desde hace años instrucciones erráticas: de las reformas de (el ex ministro de Justicia León) Arslanian al meta bala de (Carlos) Ruckauf”, explicó Zaffaroni. ¿Quienes son los responsables? “Los que colocaron a la gente en esta situación de irracionalidad son verdaderos subversivos, porque han sembrado el caos”, concluyó el penalista.