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Un caso que sigue impune

En rigor, fueron tres los casos por los que Héctor Antonio querelló a Carrió: por haber involucrado a una empresa suya, Estrella de Mar, en la megamaniobra de narcotráfico conocida como Operación Langostino; también por relacionar a esa firma con el BCCI de Gaith Pharaon y el lavado de dinero y, por último, el caso del asesinato de Raúl “Cacho” Espinosa, indudablemente el hecho más importante. Espinosa era uno de los dueños de la firma pesquera San Isidro y Carrió lo conoció brevemente durante una vista a Puerto Madryn en su anterior campaña presidencial. Según Carrió, Espinosa le contó que tenía pruebas de cómo actuaba la mafia de la pesca y de la relación de la firma Conarpesa con el financiamiento de la campaña de Néstor Kirchner. Conarpesa pertenece a Juan y Fernando Alvarez Cornejo, pero, según esta línea, la controlaría Pescafina, la empresa de Antonio, algo que este empresario niega. Antes de que llegara a entregarle a Carrió las pruebas sobre esta mafia, Espinosa fue asesinado de un balazo en la puerta de su casa, en enero de 2003. La investigación por esa muerte pasó por 14 jueces y aún sigue impune. La sospecha es que Espinosa no quería vender su parte en San Isidro –que había obtenido importantes permisos de pesca– y que por eso lo asesinaron. Luego del crimen, Antonio se conectó con la primera y la segunda mujer de Espinosa, interesado en adquirir la parte accionaria de San Isidro que les correspondía. En el juicio, Antonio admitió que adquirió la parte de una de ellas para los Alvarez Cornejo. Con Fernando Alvarez Cornejo, además, compraron a medias una yegua de carrera que bautizaron “La Karrió”. Le pusieron ese nombre, dijo Antonio, “para demostrarle a la doctora que todos somos vulnerables”.

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