En Brasil no sabían del incidente por la “revelación” del plan, tampoco de la información aportada ayer por este diario. Aquí la expectativa tenía que ver con su juventud, pero sobre todo por una nota publicada la semana pasada por el diario paulista Valor Económico. En la nota se hacía una breve reseña de su libro Sin atajos, coescrito con Javier González Fraga, y se lo presentaba como un crítico del Mercosur porque en un párrafo había responsabilizado a la economía brasileña por la desindustrialización de su socio menor. El libro, en el que ya se interesaron algunos periodistas brasileños, ciertamente contiene esa referencia. “El Mercosur no representó una fuente de desarrollo industrial para la Argentina sino más bien lo contrario. El comercio total de manufacturas con el Mercosur ha sido deficitario para la Argentina casi todos los años. El saldo en términos de valor agregado de las manufacturas también es deficitario para nuestro país: nuestras exportaciones contienen menor valor agregado directo e indirecto que las importaciones provenientes de Brasil”, dice textualmente. La insistencia con las asimetrías –de eso sabe el ex ministro Roberto Lavagna– no agrada demasiado a los socios del bloque. Como réplica a ese argumento, los anfitriones destacan que la apreciación de la moneda brasileña (un dólar hoy cotiza 1,60 real aproximadamente) terminará funcionando como mecanismo de compensación. “A pesar de su edad muestra mucha seguridad”, comentó ayer uno de sus futuros colegas en el gabinete. Sus 36 años y su trayectoria más allá de la economía (los colegas brasileños comentaban con asombro su pasado como corresponsal de guerra en Afganistán) le garantizan un perfil distinto. Y además aparecen las anécdotas. “Lousteau jugaba al ping pong con mi hijo en el colegio Lasalle”, contó a Página/12 la ministra de Defensa, Nilda Garré. Ahora tendrá que devolver otro tipo de pelotitas.