Martes, 20 de marzo de 2012 | Hoy
Por SOFIA ARGÜELLO PAZMIÑO*
En este Cuaderno CLACSO presentamos una versión editada del artículo de Sofía Argüello Pazmiño que forma parte del libro Las deudas abiertas en América Latina, que compila estudios de jóvenes investigadores/as ganadores del Concurso CLACSO-Asdi sobre “Las deudas abiertas en América Latina” en la categoría Iniciación a la Investigación. Esta iniciativa forma parte de un conjunto de actividades que el Programa Regional de Becas de CLACSO viene desarrollando con el objeto de fortalecer la producción académica latinoamericana y caribeña y promover la reflexión crítica de jóvenes investigadores/as sobre los grandes desafíos que enfrentan las sociedades de la región. Los resultados finales de estas investigaciones fueron preparados para su publicación en formato digital y están disponibles en la serie digital de la Colección Becas de Investigación: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/becas/LasDeudasAbiertas.pdf
Jonás tiene 19 años. Con algo de timidez llega a nuestro encuentro. Un amigo suyo nos había contactado para conversar sobre su identidad sexual. Jonás se identifica públicamente como gay. Nuestro encuentro tenía un propósito: necesitaba indagar cómo se construyen las identidades sexuales en espacios marcadamente heteronormativos. Quería indagar sus mecanismos de negociación identitaria en espacios cotidianos de interacción: la familia, el colegio, el lugar de trabajo, los espacios de “ambiente” (donde se reúne la población gay), las organizaciones. La memoria se abre para recordar sus pasos y reflexiona en voz alta sobre su trayectoria de vida. Sus recuerdos son claros, reflejan sus angustias e inquietudes del ahora. En una mezcla de dolor y alegría me cuenta sobre sus maneras de sobrevivir en una sociedad cuyas prácticas y discursos hegemónicos sobre la sexualidad lo excluyen, y aun así resiste al dolor. Me cuenta cómo sobrevivió en el colegio, de qué maneras se enfrentó a la discriminación de autoridades y compañeros, cómo se mantuvo firme, respecto de su identificación sexual, en un colegio militar.
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Pensar que las identidades sexuales son determinadas en espacios marcadamente heteronormativos y por lógicas disciplinarias da poco lugar para la reflexión sobre cómo se resiste frente a esos espacios y sobre cómo –en el juego performativo de la identidad– también existen líneas de fuga respecto de esos lugares normativos. El testimonio de Jonás, y muchos otros recogidos para una investigación previa en Ecuador, me dieron pautas para plantearme preguntas que permiten analizar no sólo estos microespacios sociales de poder y disciplinamiento, sino también sobre cómo se construyen espacios de resistencia frente a imaginarios y discursos marcadamente heteronormativos a través de mecanismos como los derechos, la ciudadanía, el papel del Estado. El caso de Jonás puede ser un abreboca para comprender e interpretar las maneras en las que el conocimiento de los derechos, la participación en espacios organizativos e incluso las políticas de Estado se vuelven un instrumento de resistencia frente a las formas de discriminación más cotidianas. Nuestro país, como me dijo Jonás, protege a los homosexuales. Sin embargo, estas formas de resistencia deben ser leídas e interpretadas en un campo de fuerza arenoso y ambiguo, que presenta nudos y tensiones sobre la relación exclusión-reconocimiento, y que implica también comprender los procesos de democratización de las relaciones sociales desde los conflictos, las estrategias, la lucha por las hegemonías.
El siguiente trabajo es un esfuerzo por entender cómo se articulan las identidades sexuales con el Estado. Para ello es importante entender las identidades sexuales como un campo de análisis que se mueve en diversos espacios analíticos, ya sea desde su comprensión procesual, o de las subjetividades, que se juegan en espacios cotidianos, en dinámicas de socialización, en las agendas políticas (que van desde posiciones radicales como la puesta en escena de guiones performativos al mismo estilo de las teorías posestructuralistas y posmodernas, hasta los ideales liberales modernos de la ciudadanía). Es en este campo arenoso, que involucra el análisis de las identidades, que además ubicaré la comprensión del Estado. Es desde la relación identidades-Estado que analizaré cómo fluctúan las construcciones de la diversidad sexual con lo que se mirará como “ciudadanías sexuales”.
Este trabajo es un estudio comparativo entre Ecuador y Bolivia en la última década y media (1990-2007), en contextos sociales y políticos de “nuevas” formaciones estatales, en los que se producen cambios sustanciales en las agendas de gobierno, en la configuración de “nuevos” actores sociales y “nuevas” luchas de representación política y agendas económicas. Estos contextos re-configuran, re-construyen, re-significan los imaginarios y representaciones sobre las identidades sexuales, tanto a nivel del Estado como al de las interacciones cotidianas y, además, producen formas de acción colectiva de los grupos GLBT organizados que se articulan o separan en los marcos discursivos y en las prácticas de los Estados. Sin embargo, estos contextos no pueden ser leídos exclusivamente desde la coyuntura de ambos países (por ejemplo, en los recientes gobiernos de izquierda de Rafael Correa y Evo Morales).
Las formas de articulación de las demandas de los grupos sexualmente diversos con el Estado, las políticas estatales específicas, las formas de acción colectiva, los repertorios de acción, las luchas por las hegemonías, etc., pueden (deben) ser interpretadas a partir de una mirada genealógica que implica comprender la problemática desde anclajes temporales de mediano y largo plazo. En otras palabras, es necesario realizar una arqueología de los escenarios históricos de conformación de las ciudadanías sexuales, que implican además, en estos casos de análisis, desentramar los discursos y las agendas que desde la impronta del neoliberalismo clasifica qué tipo de ciudadano se requiere.
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Los artículos de Georgina Waylen “Gender, feminism and the state: an overview” (1998), y de Wendy Brown “Finding the man in the state” (1995), nos brindan algunas líneas analíticas-teóricas sobre cómo desde el feminismo se puede comprender el Estado. En las siguientes líneas trataré de esbozar algunas ideas importantes sobre los textos, más bien de manera articulada, de forma que podamos reflexionar sobre los alcances, las limitaciones, las propuestas feministas en relación con el Estado, que nos permitirán además relacionarlo con el closet.
El texto de Georgina Waylen nos ubica en el debate que se desarrolla a lo largo del libro Gender, Politics and the State (1998). De ahí que uno de los objetivos del texto sea “Regresar el Estado a primer plano” (“Bring the State Back In”) desde perspectivas y análisis feministas. Por otro lado, el texto de Wendy Brown intenta hacer una genealogía de la tradición del pensamiento feminista del Estado a partir de cuatro distintas modalidades del Estado norteamericano contemporáneo. Para abordar las categorías de análisis que cruzan los marcos teóricos e interpretativos de Waylen y Brown quisiera plantear al menos dos preguntas que guíen nuestra reflexión: ¿Cómo miran las autoras la teorización feminista en relación al Estado?, ¿cómo ha sido teorizado el Estado?
Desde estos cuestionamientos me interesa plantear al menos tres categorías analíticas-conceptuales desde las cuales las autoras replantean la relación género-Estado. Como parte de un ejercicio metodológico anoto de forma sistemática los tres ejes de reflexión, sin que éstos, de algún modo, se encuentren separados entre sí. Más bien, y recogiendo la preocupación de las autoras de no seguir entendiendo estos conceptos como algo en sí mismo, propongo pensarlos desde una visión constantemente articulada, dinámica, interrelacionada.
La primera categoría remite a la comprensión sobre el concepto de género. Waylen recoge a Joan Scott para entender al género como “la vía primaria de significaciones de las relaciones de poder”. En este sentido, se quiere entender la relación entre las acciones de las mujeres y las instituciones, y apuesta por abandonar la rígida dicotomía estructura-agencia. La idea de fondo es que las relaciones de género están en parte constituidas por el Estado. La segunda categoría remite a la noción de poder. Ambas autoras insisten en entender el poder no como unilateral, sino como una red. Es decir, entendiendo el poder del Estado desde una visión foucaultiana de la biopolítica, del biopoder. Finalmente, la categoría misma de Estado: las autoras critican la idea de su centralidad, de mirarlo como algo fijo, unitario, como una cosa en sí, como una entidad. Waylen (1998: 7) pone atención a la “naturaleza no homogénea” del Estado. Hay que mirarlo como un lugar de lucha, de forma histórica y a través de circunstancias particulares. El Estado juega un papel importante en la creación de formas particulares de relaciones y desigualdades de género. Construye y regulariza las relaciones de género y las relaciones entre hombre y mujeres. El Estado construye sujetos generizados. En este marco, el Estado está en un terreno irregular y fracturado (Alvarez en Waylen, 1998: 6). Brown mira al Estado como un conjunto multifacético de relaciones de poder y un vehículo de dominación masiva. “El Estado no es una cosa, sistema o sujeto, sino un significativo terreno de poderes y técnicas, un conjunto de discursos, reglas y prácticas cohabitadas en limitaciones, a menudo una relación contradictoria” (Brown 1995: 174; traducción mía).
Waylen realiza un breve análisis de cómo los feminismos se han acercado a entender el Estado. Los primeros intentos de teorizar el Estado desde el feminismo provienen de los años setenta y ochenta. La mayoría de los trabajos se enfocan en la democracia liberal, con tendencias generales y análisis macroteóricos. Por otro lado, las feministas socialistas plantean que la subordinación de la mujer sostiene el capital a través de la reproducción de la fuerza laboral a partir de la familia. Finalmente, varias posturas de feministas radicales piensan al Estado como inherentemente patriarcal. El Estado institucionaliza los intereses masculinos (Mackinnon en Waylen, 1998: 5) a través de la ley, por ejemplo. Sin embargo, afirma Waylen, no se puede entender al Estado como un ente de subordinación de las mujeres. Hay que entender las diferentes formaciones del Estado y no mirarlo como algo homogéneo. Hay que entender y distinguir los diferentes grupos de instituciones, agencias y discursos desde historias particulares y coyunturas políticas. Waylen hará una crítica a estos enfoques en la medida que deben ser vistos desde orientaciones comparativas de las diferencias de género existentes en los diferentes sistemas de Estado de bienestar.
Wendy Brown, por otro lado, anota tres factores de la dominación masculina y el poder del Estado. La teoría feminista del Estado requiere simultáneamente articulación, deconstrucción y relacionar las múltiples hebras de poder compuestas por ambos: masculinidad y Estado. No existe per se un Estado masculino. Se necesita, por lo tanto, de un análisis genealógico para comprender los distintos modelos sociales, económicos y políticos de dominación insertados en la cotidiana constitución y regulación de los sujetos.
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Proliferación de actores en Ecuador y Bolivia a inicios de 2000.
La explosión de grupos GLBT en Ecuador
Los logros legales que se habían alcanzado en los años noventa en Ecuador (la despenalización de la homosexualidad y la ley antidiscriminación por orientación sexual) se vuelven un detonante para la explosión de grupos y agendas GLBT. Luego del proceso de despenalización de la homosexualidad, por ejemplo, empieza en Ecuador una campaña de proyectos para combatir el virus del VIH Sida, auspiciada principalmente por agencias internacionales. Sin embargo, a inicios de 2000 se puede observar una vertiginosa presencia de grupos y organizaciones que se van formando y fortaleciendo en los procesos de trabajo que se desencadenaron desde 1994. Uno de estos detonantes puede ser entendido por la diferenciación de identidades y proyectos organizativos de los grupos GLBT. Los colectivos, poco a poco, fueron desbordando la identidad de los hombres gays y construían demandas por fuera de los proyectos en contra del virus. Por otro lado, tanto la despenalización como la ley antidiscriminación volvieron público el debate de las diversidades sexuales y esto supuso la visibilidad de los grupos, sus problemáticas, sus propuestas en los medios de comunicación. Pero sobre todo se generaron nuevos actores o, mejor dicho, los actores que venían caminando con el proceso GLBT se fragmentan y se proliferan las demandas pero sobre todo las actorías.
El primer momento de conformación de las agendas GLBT en Ecuador está estrechamente ligado con las propuestas para generar cambios legales y de reconocimiento desde los espacios institucionales del Estado, es decir, básicamente modificar la Constitución Política del país. Sin embargo, y luego de haber avanzado con estos cambios fundamentales, los repertorios de acción colectiva y los actores sociales se fragmentan y diversifican. Por un lado, se pone en evidencia la diversidad de las identidades sexuales y, por otro, se hacen manifiestas algunos protagonismos personales e institucionales dentro de la organización que hasta ese entonces representaba a los grupos GLBT: Fedaeps.
Esta creación de grupos y de espacios y de todos estos “movimientos” generó también una ruptura que tenía mucho que ver con el protagonismo, que tenía que ver a quién le pertenecía el discurso, los recursos, los medios, las acciones. Para mí entre 2000 y 2001 fue un tiempo muy duro. Así es, a partir de 2000 y 2001 que mucha gente empieza a procesar lo que pasó entre 1996 y 2000, porque había que procesarlo y había que entenderlo, había que internalizarlo. Mucha gente se enteraba recién que era ciudadano, que tenía algunos privilegios (porque a mí sí me parece un privilegio –hablando de discriminación de orientación sexual–) era como destapar una Caja de Pandora (Patricio Brabomalo, entrevista, abril de 2005).
Es importante señalar la conformación de otros espacios y otras agendas de los grupos GLBT en Ecuador. Como señala Brabomalo, “mucha gente empieza a procesar lo que pasó entre 1996 y 2000”. Estos nuevos actores, que se quieren insertar en alguna organización, buscan espacios que les permitan salir de la clandestinidad y les permitan repensar su propia identidad sexual. No olvidemos que las primeras acciones que se desplegaron en los procesos previos a la despenalización y a la Asamblea de 1998 fueron protagonizados, por un lado, por actores activistas concretos que cabildeaban y negociaban con otros actores estratégicos. Por otro lado, quienes dieron “la cara”, sobre todo luego del arresto colectivo en el Bar Abanico, fueron travestis y transgéneros que desde la organización Coccinelli fueron el rostro público de la población homosexual en ese entonces. Luego de estos hitos la explosión de organizaciones se presenta como un eje articulador importante. El “espacio propio” genera un lugar común de acción. Los colectivos GLBT se enfrentan con sus propias diferencias internas. Lo que inicialmente podría unir a hombres gays no lo haría con mujeres lesbianas o travestis. La construcción de repertorios de acción específicos marca una línea de diferenciación de estos nuevos procesos fragmentados. Por ejemplo, los grupos de mujeres lesbianas se activan desde iniciales reuniones para celebrar cumpleaños, pasando por campeonatos deportivos de fútbol, hasta la realización de encuentros nacionales de mujeres lesbianas. Siempre diferenciando, además, los repertorios de acción visibles (que son desplegados públicamente) de los (in)visibles (que sirven básicamente para “reclutar” mujeres). Hay que anotar, por tanto, que la construcción de identificaciones sexuales ha sido un proceso ambiguo, ambivalente, confuso, en constante tensión.
Teníamos muchos otros procesos por cubrir, por desarrollar. Justamente en esta coyuntura, entre 2000-2001 aparece Fundación Causana para pensar y emprender otros procesos que no sean lo que fueron en los años anteriores. Yo por ejemplo venía de procesos sociales y comunitarios, otros compañeros dentro del arte, de la cultura, de sus profesiones, desde lo creativo, etc. El Patricio, la Vicky y yo también veníamos de Fedaeps pero queríamos crear algo distinto. Abrimos el primer grupo de estudios académicos conjuntamente con la FLACSO, ya que pensábamos que hay que entrar ahí y hay que decirle a la academia lo que está pasando y hay que empezar a hablar en la academia de estos temas. Pero sobre todo es que como Causana empezamos ya no solo a trabajar el tema de los gays ligados al sida sino que abrimos toda una propuesta de trabajo con mujeres, con mujeres lesbianas. Esto es importante porque ya habíamos muchas mujeres públicas, activistas, que veníamos trabajando los procesos políticos. Pero ¿quiénes siempre daban la cara? los hombres gays. Es por eso que decidimos formar un grupo solo de mujeres que, esto es importante, no se ligó inicialmente al movimiento histórico de mujeres sino más bien al proceso GLBT (Leticia Rojas, entrevista, junio de 2007).
El estallido de grupos de diversidad sexual en Bolivia Como en Ecuador, en Bolivia se vivió un estallido de conformación de grupos de diversidad sexual que visibilizaban ya no solo a grupos de hombres gays sino también a la irrupción de grupos de lesbianas, travestis, transformistas, drag queens. Esta irrupción de agrupaciones marcaba también la visibilización de otras identidades sexuales que no entraban en la escena de lo que fueron las primeras travesías de la constitución de estos grupos. Por un lado, dejaban de ser solamente los hombres gays quienes se reunirán y proponían agendas. Por otro, el discurso del VIH Sida –enfocado a temas como riesgo, vulnerabilidad, epidemia o prevención– dejó de ser la palestra de trabajo de estas organizaciones. El discurso tomó un giro importante: de la prevención y la “condonización” hacia agendas incluyentes de derechos.
En un trabajo realizado en 2002, Jimmy Tellería afirma: En Bolivia asistimos actualmente a la consolidación de un movimiento emergente de las diversidades sexuales en el campo de los derechos. Esta apreciación se confirma si se presta atención a las demandas de derechos que realizan actores sociales específicos de las diversidades sexuales (comunidades gays, lésbicas, transexuales, drag queen-actuación transformista híper-realista, travestis, etc.) que se articulan a través de procesos concretos de visibilización pública e institucional, coordinación y realización de alianzas estratégicas con organizaciones e instituciones gubernamentales y no gubernamentales (Tellería, 2002: 16).
Esta “consolidación de un movimiento emergente de las diversidades sexuales” está marcada también por diversas agendas que convergen y se distancian según las propuestas políticas que abanderan. En este contexto nacen grupos como La Familia Galán, la Asociación para el Desarrollo Integral de la mujer Simbiosis (que trabajaba con mujeres lesbianas o grupos de travestis) y se reconfiguran procesos como es el caso de la organización Libertad, que cambia su agenda de prevención de VIH a la temática de derechos.
En lo que sigue, quisiera ubicar dos experiencias que de una u otra manera se identifican con la(s) diversidad(es) sexual(es) y que me parecen relevantes para este trabajo de investigación, en la medida en que politizan la identidad sexual desde parámetros que rompen incluso con las fórmulas normativas con las que trabajaban algunas de las organizaciones GLBT en Bolivia: la constitución de La Familia Galán y el colectivo Mujeres Creando. Considero que ambas experiencias permiten ubicar dinámicas de politización identitaria, agendas políticas y repertorios de acción confrontativos tanto con:
a) los imaginarios normativos sobre la sexualidad –que se construyen cotidianamente–;
b) con los propios conflictos internos que se dan dentro de cada
proceso;
c) con las relaciones que desde allí se generan con las políticas de Estado.
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Las Galán se forman inicialmente como grupo de drags queens transformistas antes de ser parte del proyecto ciudadanía sexual en 2001. Uno de sus miembros pertenecía inicialmente, como uno de los fundadores, al grupo Libertad. Sin embargo, decide separarse para iniciar un nuevo proyecto que rompa lo que hasta ese entonces era el trabajo con población de diversidad sexual: la prevención contra el VIH Sida. David Aruquipa (Danna) conoce a una de las primeras transformistas de Bolivia, quien se denominaba Sofía Galán. Fue ella quien, juntamente con Carlos Parra (París), empiezan el transformismo. Según Alberto Moscoso, David se cautiva con el estilo de trabajo del posmodernismo y desde este espacio [Las Galán] han querido ser transgresores utilizando el performance del drag queen. Pero de allí también existe una lucha de poderes –entre los miembros del grupo– y se separan. Parte de esa separación hace que nazcan Las Divas, otro grupo de transformistas” (Alberto Moscoso, julio 2007).
Para Danna Galán (David Aruquipa) el proceso del transformismo implicaba un nuevo giro a las políticas utilizadas para el trabajo con personas de distintas identidades sexuales, principalmente aquello que involucraba un cambio drástico de las políticas de VIH y la condonización hacia las políticas corporales. Esto inicia básicamente a través de su presentación pública en la Plaza Avaroa.
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Este inicio marca no solo la aparición pública de un nuevo grupo que visibiliza la diversidad sexual, sino que también, y sobre todo, ubica como agenda política la política del cuerpo como de liberación/acción. De aquí se desprende, además, una nueva mirada de la diversidad sexual que escapa a la “víctima” o al sujeto de riesgo, prevención o atención. Asimismo, se despliegan una serie de repertorios de acción colectiva, entrados en los performances y apropiación de espacios públicos que cambian no solamente la imagen de la ciudad paceña sino que democratizan una imagen abyecta y la politizan en cada una de sus presentaciones. Hacia 2005, año en que La Familia Galán está en auge, este grupo rompe con patrones sociales y sexuales establecidos, ya sea nombrándose como familia, ya sea utilizando su apariencia transformista para confrontarse en la calle, o ya sea para marcar un hito de una agenda política encarnada en el cuerpo, la estética y la “joda”.
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En Bolivia no se puede desconocer la aparición y el trabajo del colectivo Mujeres Creando. Incluir a este colectivo resulta fundamental en la medida que surge en la primera mitad de la década de los años ochenta como grupo de presión contra las medidas neoliberales implementadas en Bolivia en 1985. Desde entonces el grupo ha sido un icono de introversión sobre varios ejes temáticos que han incluido entre muchos puntos la reflexión sobre el(los) feminismo(s) latinoamericano(s), la ciudadanía de las mujeres, las acciones en contra del neoliberalismo, los repertorios de acción colectiva que incluyen sus famosos graffitis y performances públicos, etcétera. Recorrer veinte años de su trayectoria merece, como se lo ha hecho ya en varios trabajos, detenerse en detalle a “escribir sobre ellas”. Esta tarea resulta a la vez complicada por el sentido crítico con que miran la producción de conocimiento por parte de la “academia” sobre sus propuestas, proyectos y discursos políticos. Sin embargo, quiero ubicar el proceso de Mujeres Creando en 2000 y recuperar las tensiones de su ruptura como generadoras de nuevos procesos y cambios. ¿Por qué detenerme en los conflictos? Por un lado, porque estoy segura de que dan luces para comprender: a) que incluso las políticas de las identidades, ancladas en discursos liberadores y críticos se resignifican y dan paso a nuevos procesos de acción colectiva, a otros espacios de significaciones y a recambios de actores que modifican la cultura política; b) porque permiten analizar, incluso, las formas cómo se institucionalizan sus agendas críticas. Por otro lado, porque creo que es necesario visibilizar esas tensiones organizativas en la medida que se vuelven un espacio de reconocimiento de “nuevos” actores y propuestas, muchos de los cuales no se dejan ver por el encubrimiento de mitos y esencialismos que solemos construir –los (las) investigadores(as)– sobre los procesos y los actores sociales.
El colectivo Mujeres Creando se articula en sus inicios con una propuesta anarquista en contra de las políticas neoliberales implementadas en Bolivia. Sin embargo, la fuerza de su propuesta es que logra insertar discursos y prácticas feministas en sus acciones. Esto es sin duda un punto fundamental del trabajo de Mujeres Creando, ya que involucra una agenda feminista a sus críticas hacia el Estado y las políticas del neoliberalismo. Julieta Paredes y María Galindo, fundadoras de este colectivo, se identifican públicamente como mujeres feministas lesbianas y como pareja, pero siempre han interpelado las desigualdades estructurales ancladas en la economía política o el sistema patriarcal opresor. Sin embargo, a inicios de 2000 se separan Julieta Paredes y María Galindo y se separa también el colectivo Mujeres Creando. Resulta necesario anotarlo porque una parte de la fracción no es visible y se generan no sólo disputas entre las diferentes partes, sino también la falta de reconocimiento de las acciones emprendidas por una de las fracciones. En palabras de Julieta Paredes, fundadora de Mujeres Creando y de la Asamblea Feminista: La María (Galindo), ella es de clase media alta, yo, como verás, aymara, del pueblo. Yo creí en ella, que cambió su posición social, y que lo hizo para hacer lo que fue Mujeres Creando. Las acciones, los graffitis, las performances, todo lo hicimos juntas. Ahora ella graffitea para promocionar su casa, su radio. Nos separamos definitivamente en 2002 pero ella, la Galindo, nunca habla de la separación, nunca la menciona. Como siempre nos conocieron juntas la gente, los medios de comunicación, los interesados extranjeros le preguntan por mí. Pero ella les dice que me he ido a Argentina con una novia, pero estoy aquí, en La Paz. Los iniciamos aquí, en el Café Carcajada, antes de que tengan su gran casa de La Virgen de los Deseos. Pero cuando nos separamos y todavía no tenía esa casa teníamos días asignados para ocupar este espacio (se refiere al Café Carcajada). Una vez, cuando el espacio y el día eran para nosotras, la encontré aquí, con unos franceses que le iban a hacer una entrevista, yo le dije que por qué, que se vaya a otro lado porque ese día es nuestro, y ella le dijo al periodista: “Mira, se pone así porque la he dejado por otra”. Dicen que nos separamos por problemas de cama, y yo lo cuento porque lo personal es político, pero ella no hace evidente la separación. Ella es la que sale en la televisión, da entrevistas, se hace pública, se vende. Mujeres Creando sigue existiendo y con más agenda que antes, pero no se habla de estos dos bloques. Mis compañeras, las del Alto por ejemplo, escriben encima de sus graffitis: ¡Ustedes no son Mujeres Creando! Fíjate quién se hospeda en su casa, los gringos, la burguesía (Julieta Paredes, entrevista, julio de 2007).
El trabajo de campo para esta investigación lo realicé en dos momentos clave de las coyunturas políticas y sociales de Ecuador y Bolivia. Se trata de los procesos pre-Asamblea constituyente en el caso ecuatoriano y el proceso final de la Asamblea en el boliviano. Estos procesos, a diferencia de otros, los vivía cada país en una atmósfera en la cual circulaban los discursos de los “nuevos” gobiernos de izquierda en América Latina, y sobre todo en estos dos países. Días antes de partir a La Paz, en junio de 2007, tuve la oportunidad de asistir a la pre-Asamblea constituyente de mujeres y a la mesa de concertación sobre diversidad sexual organizada por Senplades en Ecuador. A los pocos días de mi llegada a La Paz pude asistir al Cabildo para defender a la ciudad como capital boliviana y pude mirar los últimos días de vida de la Asamblea. Es en estos contextos específicos que realicé mi investigación. No quisiera detenerme en abordar cada detalle de lo que significa la inclusión/exclusión de los derechos de los grupos GLBT en ambos países en estas coyunturas. En realidad podría ahondar en ejemplos y detalles de la relación entre el closet y la formación de estos nuevos Estados de izquierda en Ecuador y Bolivia.
En el caso boliviano, por ejemplo, podríamos anotar escenarios como los siguientes: desde los graffitis callejeros de Mujeres Creando que rayan en las paredes de La Paz consignas como “No saldrá Eva de la costilla de Evo” o “No hay nada más parecido a un machista de derecha que un Alvarito de izquierda”, pasando por el arresto de dos personas el 6 de agosto de 2007 (día que se celebraba los 182 años de la creación de Bolivia y el fin de la Asamblea) por llamar “maricón” al vicepresidente García Linera, hasta la presencia de un activista transformista (drag queen) en el vice ministerio de Cultura del gobierno de Morales. En Ecuador, por otro lado, podríamos anotar la presencia de varios activistas GLBT en las listas para la elección de asambleístas o las propagandas televisivas de la coalición de los partidos Socialista y Pachacutik, en las que salían cuerpos semidesnudos y parejas homosexuales (lesbianas) demostrándose cariño. Podríamos también mencionar la conformación de una gran coalición de los grupos GLBTI, cuyas líneas de trabajo se han centrado no sólo hacia la Asamblea Constituyente.
Por último sería importante señalar un interesante slogan promovido durante la celebración de los diez años de la despenalización de la homosexualidad: “Hace diez años se despenalizó la homosexualidad, hoy queremos penalizar la homofobia”. Días después de estas acciones y declaraciones dos activistas fueron violentadas en su propia casa. Sin embargo, más allá de interpretar estos eventos cargados de sentidos, quisiera situar mi análisis en las estructuras más amplias que engloban los discursos de izquierda de los gobiernos de Rafael Correa y Evo Morales y que marcan sustancialmente un sistema de inclusión/exclusión que determina, por un lado, quiénes son los ciudadanos y, por otro, qué espacios de acción y reconocimiento tienen las identidades sexuales. La pregunta sería entonces ¿de qué maneras se construye ciudadanía sexual en los gobiernos de izquierda de Ecuador y Bolivia? La interpelación resulta interesante en la medida que los discursos de ambos gobiernos se acentúan en las nociones de inclusión social que rompe (o trata de hacerlo) con las viejas prácticas políticas sostenidas en el sistema económico neoliberal. No es casual que una de las propuestas de campaña y de gobierno de Rafael Correa haya sido y sea terminar con la “larga y oscura noche neoliberal” o que una de las acciones iniciales del gobierno de Evo Morales haya sido nacionalizar los recursos naturales, sobre todo el gas natural.
A breves rasgos, quisiera anotar cómo en el caso ecuatoriano, por un lado, el gobierno “progresista” de Rafael Correa y su Revolución Ciudadana construye un ciudadano homogéneo, indiferenciado. Por otro lado, cómo desde el caso boliviano es perceptible que los discursos incluyentes se afincan principalmente en el eje étnico, politizando la ciudadanía de un sujeto históricamente excluido. Es desde estas representaciones de ciudadanía desde donde deberíamos analizar qué sucede con las agendas y los actores colectivos de los grupos GLBT. ¿Resulta sustancial diferenciar las ciudadanías? ¿Resulta primordial sobreponer la identidad étnica por sobre otros procesos y actores sociales? No pretendo que esta parte conclusiva del texto sea un ejercicio “valorativo” sobre los alcances y limitaciones de las implicaciones que estas propuestas conllevan. Creo que lo importante es ubicar este nuevo proceso de formación de los Estados ecuatoriano y boliviano como una propuesta de recambio no sólo institucional sino también de la cultura política.
Para comprender estos entrampamientos, que parecerían detener los procesos de construcción de las ciudadanías sexuales, debemos volver a comprender y poner atención, como lo señala Waylen, a la “naturaleza heterogénea” del Estado. Esto implica comprender los campos de luchas que en él se ponen en juego, los ciclos sociales marcados también por coyunturas específicas, la visibilidad y lobreguez de los actores sociales y los sentidos y significados que orientan sus acciones. Entender que los procesos sociales no están marcados por procesos evolutivos, sino por juegos y luchas inopinadas que emergen desde distintos espacios del ejercicio del poder. La Revolución Ciudadana de Rafael Correa no negocia –como parte de las reformas sociales y políticas– con los derechos específicos de colectivos que activan (o activaron) su identidad como espacio de politización. En una de sus cadenas de prensa Correa mencionó, por ejemplo, que no será necesario promover y fortalecer una ley de maternidad gratuita (introducida en la Constitución de 1998) para las mujeres del Ecuador, porque lo que se espera y necesita es tener un servicio de salud universal que sea capaz de sostener una política social orientada para todos/as. En Bolivia, la Asamblea Constituyente estaba conformada mayoritariamente por representantes del MAS (Movimiento al Socialismo), varios indígenas ocuparon no sólo escaños en la Asamblea sino también en el Congreso. Finalmente quisiera anotar por qué ha sido importante realizar este breve recorrido sobre la relación entre el closet y el Estado, describiendo las disposiciones y posiciones de las ciudadanías sexuales en Ecuador y Bolivia. Retomando a Abrams, “el argumento que explica la formación del Estado se desarrolla como sigue: ninguna forma histórica o contemporánea de gobierno puede ser entendida: 1) en términos de su propio régimen discursivo o repertorio de imágenes; 2) sin investigar la genealogía histórica, origen (y transmutación) de tales términos como formas; 3) sin una conciencia de la “perspectiva exterior”, como el “aprendizaje desde el exterior”, que es tan evidente, ya sea como la positividad o la negatividad de las imposiciones de imperativos político-culturales y 4) de manera que se silencien los rasgos sexistas y racistas de la ‘sujeción organizada políticamente’” (Abrams, Philip en Joseph et. al 2002: 26).
Los escenarios políticos y sociales en Ecuador y Bolivia son conflictivos. Están marcados por tensiones regionales, por resquebrajamientos de las agendas neoliberales, por la construcción de cambios sustantivos que implican plantear políticas sociales hacia los grupos históricamente excluidos, por el debilitamiento de las clases políticas “tradicionales”. En estos marcos de acción y de conflicto, las estrategias de los actores colectivos se adecuan, cambian, mutan. No retroceden. Las ciudadanías sexuales ya no necesitan imperiosamente volver a conformarse para despenalizar la homosexualidad o seguir campañas de “condonización” enfocadas al riesgo. Las ciudadanías sexuales toman otro giro: ya no precisamente el de la victimización o guetoización. En algún momento la fragmentación de colectivos, para repensarse desde su particularidad o para trabajar juntamente con las agencias de desarrollo, fue oportuna e inevitable. Pero parece que hoy se vive otro momento: el de la construcción de nuevos Estados en Ecuador y Bolivia, en donde a pesar de que todavía se viven cotidianamente fuertes talantes de homofobia, es posible construir espacios para la acción política, en los cuales la fragmentación y diferenciación (necesaria para politizar las identidades y para incluir derechos específicos cuando esas identidades son invisibles) abarquen las agendas de varios colectivos.
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