Viernes, 27 de enero de 2006 | Hoy
Juan Domingo Perón nació en 1895. Ingresó al Ejército y alcanzó el grado de coronel en 1936. Participó en la revolución de 1943, fundó un nuevo movimiento político y fue electo presidente en 1946; reelecto en 1952, fue derrocado por una revolución cívico-militar en septiembre de 1955. Se exilió, residiendo en diversos países hispanoamericanos hasta 1960, cuando se instaló en Madrid. Allí se casó con María Estela Martínez en 1961. Desde 1955 el peronismo estuvo proscripto. Perón siguió de cerca la política argentina y mantuvo una fuerte influencia sobre sus partidarios. A principios de 1958 recomendó votar por Arturo Frondizi, quien ganó la elección presidencial.
Dentro del peronismo se formaron distintas tendencias, a menudo contradictorias, y Perón procuró no distanciarse de ninguna, alentando moderadamente a cada uno de sus interlocutores. Muchos dirigentes políticos y sindicales procuraron encontrar una opción propia, integrarse a la vida política y materializar un “peronismo sin Perón”. Augusto Vandor, dirigente gremial metalúrgico con gran influencia en todo el sindicalismo peronista, avanzó por ese camino y ganó progresivamente el control de las distintas estructuras peronistas. En 1964 lanzó un “plan de lucha” que debilitó al gobierno radical y presionó a Perón para que regresara al país; el retorno fue detenido en Río de Janeiro por las autoridades brasileñas, a pedido de las argentinas, y la imagen de Perón resultó debilitada.
Vandor competía abiertamente con Perón, impulsando a sus propios candidatos en las diversas elecciones provinciales. En octubre de 1965, en vísperas de una importante elección en Mendoza, vino al país Isabel, la esposa de Perón, para alentar a los sindicalistas antivandoristas y sostener una candidatura “leal” en Mendoza. La acción resultó eficaz: las “62 Organizaciones peronistas” se dividieron, y el candidato “leal” superó en votos al vandorista, aunque ambos resultaron derrotados.
Todos anunciaban el golpe inminente, que se produjo dos meses después. También Perón toma posiciones, con palabras muy calculadas, como se trasunta en el hecho de que corrigiera la entrevista y autorizara la publicación de una parte muy breve. Sus dichos no difieren demasiado de otras voces que apoyan a Onganía. El comunismo le parece una amenaza grave, y lo asocia con las instituciones demoliberales. Reclama la presencia de un jefe con autoridad y se muestra propicio a un acuerdo, si se trata de cambiar las estructuras. En este momento Perón –que apoyará el golpe– está muy lejos de las posiciones radicalizadas que adoptará a fines de la década.
Mariano Montemayor es un avezado periodista, proveniente de las filas del integrismo católico –había pertenecido al círculo del padre Meinvielle–, que en 1956 comenzó a colaborar en Azul y Blanco, el periódico de Marcelo Sánchez Sorondo. En 1958, acompañando a Mario Amadeo, se acercó a Frondizi e integró el grupo de redactores de la revista Qué, dirigida por Rogelio Frigerio, y desde entonces participó en diversas empresas cuyo propósito era la integración del peronismo proscripto en las filas de un “movimiento nacional”. En 1966 era, junto con Mariano Grondona, el más notorio apologista del golpe. Posteriormente, en 1978, fue subdirector del diario Convicción, dirigido por Hugo Ezequiel Lezama, ligado a los proyectos políticos del almirante Massera.
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