ESPECTáCULOS
“No tenía ganas de tirar del carro de una banda”
Así justifica Tito Fargo “Obras Más Organizadas”, un espectáculo multimedia que presenta en el Rojas, en el que también participa otro compañero de sus tiempos en los Redondos: Semilla Bucciarelli.
Por Roque Casciero
“Orden” y “reciclaje” son palabras que Tito Fargo repite cuando habla de Obras Más Organizadas (OMO), el espectáculo multimedia que presenta hoy y mañana, a las 21, en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Es que, según dicen el guitarrista y su compañero Cristian Algarañaz (ingeniería de sonido y secuencias), la experiencia que comparten nació de la clasificación de fragmentos de música producidos hace tiempo por Fargo, que sirvieron como punto de partida para una labor regeneradora conjunta. El resultado es un paisaje sonoro en el que se confunden la electrónica y la world music. Cuando las piezas comenzaron a encajar, al guitarrista le surgió la idea de completar la propuesta con danza, sonido cuadrafónico e imágenes. Entonces recordó a un viejo conocido, de la época en la que tocaba en Los Redonditos de Ricota: el bajista Semilla Bucciarelli, que se dedica al video y la pintura digital online. Así nació OMO.
Pero nada de esto hubiera sido posible sin... Natalia Oreiro. Fargo y Algarañaz se conocieron cuando el guitarrista empezó a tocar en la banda de la cantante y actriz, que ya contaba con los servicios del ingeniero de sonido. “Tenía trece años de grabaciones hechas en España (donde había emigrado en la segunda mitad de los 80) y en Buenos Aires”, explica Fargo. “Como estaban en diferentes soportes –casetes, cintas, DAT–, traté de unificarles el audio, cosa que ahora se puede hacer por el formato digital. Entonces hablé con Cristian, con la idea de encontrar un audio que estuviera entre lo digital y lo analógico. Y apareció Semilla, que también estaba reciclando videos que tenía desde hacía tiempo”.
–¿Cuándo se dio cuenta de que tenía material para armar un espectáculo, que no es lo mismo que una colección de cintas?
Tito Fargo: –Sabía que había un montón de música buena y otro montón que no servía. Había cosas que ni siquiera estaban terminadas. OMO es un resumen de un trabajo acústico que empecé a hacer en un estudio de Madrid, pero cuando el estudio cerró, los masters se perdieron. Sólo me quedé con algunas mezclas de referencia. Cuando volví a escucharlas pensé que no era música como para formar una banda, y tampoco tenía ganas de armar una y tirar del carro. Entonces me planteé qué podía ser lo mejor para tocar esto y pensé en un espectáculo multimedia.
–¿Qué es lo que quedó en el espectáculo de aquellas cintas originales?
T. F.: –Voces, loops, algunas guitarras...
Cristian Algarañaz: –Rescatamos elementos sueltos y los reformulamos, empezamos a mezclarlos con la electrónica, con secuencias programadas y el trabajo de los sonidos. Esa mezcla de cintas analógicas e instrumentos acústicos con cosas tan electrónicas da un color muy particular. Es como un collage sonoro con muchos matices diferentes.
T. F.: –En cuanto a la composición, muchas cosas terminaron de ensamblarse cuando comencé a trabajar con Cristian. Tenemos diferentes visiones y siempre buscamos un punto que nos agrade a los dos.
–¿Tendrá OMO un traslado a algún formato electrónico?
T. F.: –Vamos a plasmarlo en todos los formatos que podamos. Estamos craneando el disco al mismo tiempo que los espectáculos. Hay cosas grabadas, gente invitada... Queremos tener una pequeña muestra de la música de OMO disponible para la gente el año próximo.
Semilla Bucciarelli: –Un DVD sería el formato ideal, porque contendría la música y las imágenes, pero habrá que ver qué se puede hacer. Trabajamos con los recursos que tenemos, sin ponernos la presión de buscar un sello ni de hacer planes a largo plazo.
–Fargo, usted tocó en Los Redonditos de Ricota, es habitual invitado en los shows de Divididos, forma parte de la banda de Natalia Oreiro y genera la música instrumental de OMO. ¿Cómo hace convivir todas esas facetas?
T. F.: –Son parte de mi personalidad. Hace muchos años decidí vivir de la música y hacer todo lo que me dé satisfacciones. En Madrid toqué cosasbuenísimas y otras que eran realmente una mierda, pero tuve que hacerlas igual. Así aprendí a trabajar. Me ordené más, estudié, investigué...
–¿Estar involucrado en otros proyectos fue lo que hizo que le llevara más de una década desarrollar esta idea?
T. F.: –En realidad, fue un proceso. Llegué a hacer una selección y entonces decidí armarlo. Tiene que ver con haber encontrado con quién hacerlo y en qué lugar. Me parece que el tiempo que pasó es el que necesité.
–O sea que habrá que esperar un nuevo proyecto suyo para dentro de veinte años...
T. F.: (Se ríe.) –No, quizás ahora podamos potenciar todo, porque está el material y la gente. Pero es muy interesante tomarte las cosas con tranquilidad, porque a veces uno pasa de largo de un montón de cosas y no tiene tiempo de reflexionar.