ESPECTáCULOS
Sacar a la cultura de la nebulosa
El funcionario sostiene que el notable nivel de una temporada como ésta, signada por la crisis, se debe fundamentalmente a que “los que están en la cultura no bajaron los brazos”. Anuncios para el 2003.
Por Hilda Cabrera
“¿A qué apuesto entre la granada y el país posible? A la cultura del trabajo, que nos va a permitir ser partícipes y producir. En la Argentina hay mucho por hacer en todos los campos. Esa cultura nos permitirá construir un país posible y no vivir, como ahora, con el peligro de estar sosteniendo una granada en la mano.” Quien así habla es el director teatral Julio Baccaro, desde su cargo de director artístico y general del Teatro Nacional Cervantes, a propósito de lo que plantean dos piezas de autores y épocas diferentes que integran la programación de 2003, diseñada para el coliseo de Libertad y avenida Córdoba. Estas son La granada, de Rodolfo Walsh, y No te soltaré hasta que me bendigas, de Ricardo Monti.
En este segundo año de la gestión de Baccaro, cuando la subdirección del teatro continúa en manos de la actriz, directora y marionetista Eva Halac, el director destaca haber esbozado un programa interesante y de acuerdo al presupuesto, que estima será de “3 millones y algo más”. Así deberá cubrir los gastos del teatro en lo administrativo, técnico y artístico. “La temporada 2002 se me presentó como una nebulosa. Asumimos meses después de un lapso en que el teatro estuvo sin dirección. Sin embargo, creo que salvamos la temporada dignamente”, resume en este fin de año, apenas iniciada la entrevista con Página/12. Repuso El día que me quieras (que dirigió cuando la conducción del teatro estaba en manos de su antecesor Raúl Brambilla), y decidió el montaje de El ángel, El soldadito de plomo y La leyenda (para chicos), Nuestro fin de semana, Freno de mano, Considera esto y Stéfano, obras a las que se sumaron las actividades especiales (entrevistas públicas, foros, ciclos de video, clases de grandes maestros, cursos y talleres) y espectáculos de música y danza, como el Ballet del Mercosur que dirige Maximiliano Guerra. En 2003, además de reforzar esos programas, incorpora a su órbita una sala de La Manzana de las Luces (que pertenece a Cultura de la Nación).
–¿La Secretaría de Cultura se comprometió a mantener el presupuesto?
–Se supone que no vamos a tener recortes. Esta temporada fue además muy concurrida: un 60 por ciento más que en 2001. En alguna medida porque bajamos los precios de las entradas, pero también porque el público respondió.
–¿Se produjeron atrasos en los pagos al personal de planta, a los contratados o actores y técnicos?
–Puedo decir que hoy estamos al día. Los actores cobran a través de la Asociación Argentina de Actores, y creo que esto agilizó los cobros. No tuvimos reclamos. El Cervantes cuenta con personal permanente, transitorio y contratado. En total son poco más de cien. Hay que contemplar que prácticamente todo se hace en nuestros talleres. Si necesitamos algo de fuera, lo compramos por caja chica. Se respeta la autarquía.
–¿Usted decidió incluir La granada, de Rodolfo Walsh?
–Sí, aunque la programación es consensuada con la subdirectora Eva Halac y el asesor literario Alberto Wainer (autor, entre otras piezas, de El hombre y el bosque, Los últimos, Esteban y la solidumbre y El mejor bailarín de jazz americano, una historia de exilio político). Es una obra que, en general, se ha olvidado, la repusieron muy pocos grupos independientes de provincias y de la ciudad de Buenos Aires. Es muy original y está bien resuelta. Ubica al ser humano en una situación ridícula, absurda, pero con un componente que lo trasciende. Imaginé que ésta es hoy la situación de muchos de nosotros, a nivel personal y social. Parece que en cualquier momento explotamos. No es más que una anécdota, pero yo me sentí alguna vez así cuando era muchacho. Estaba haciendo el servicio militar, y una noche nos despertaron preparándonos para un golpe de Estado. Era en la época de la presidencia de Arturo Frondizi (19581962). Tuve que ponerme una bandolera con cartuchos, esperando, como los otros. No pasó nada, pero a la mañana, cuando tuvimos que devolver el material, el cierre de la bandolera había quedado trabado. Ahora lo veo como algo tragicómico. La granada fue estrenada en 1965, en el teatro San Telmo (cerrado por incendio en 1970). La dirigía Osvaldo Bonet, y actuaban Alfonso de Grazia, Héctor Gióvine y Oscar Viale, quien hacía el papel de Sargento. Ese teatro lo conducía Lydée Lisant con Carlos Gorostiza, Luis Diego Pedreira y otros integrantes del Grupo del Sur (También en 1965, Walsh escribió la sátira La batalla; y en 1966, la obra Peligro, seducción, en colaboración con otros autores).
–¿Cómo es la propuesta en el caso de la obra de Ricardo Monti?
–La intención es plantearla como un ensayo abierto, en el cual el público pueda participar de la mecánica que a su vez propone el director, que para esta obra es Mónica Viñao. Esta estrategia la vamos a implementar con otras piezas que no sean producción del Cervantes, lo cual será de interés, especialmente para los alumnos de teatro. Sé cuánto le cuesta a un alumno ponerse frente al público. Lo percibo en mis clases de dirección en el IUNA y en las de análisis de texto en Andamio. La obra de Monti es un estreno nacional. La acción se desarrolla en un hotel. El disparador es el encuentro imaginario entre una actriz célebre, Sarah Bernhardt, y Julio Argentino Roca (presidente entre 1898-1904, en la época de los gobiernos conservadores). Es un juego de ficción dentro de otra ficción, de la que surge la pregunta de qué país podemos tener.
–¿Cuál sería su respuesta?
–Quiero ser ante todo optimista. Por eso pongo el acento en que todavía tenemos recursos humanos, hay gente talentosa en la Argentina. Los que están en la cultura no bajaron los brazos. En mi opinión, fortalecer la cultura y la educación son buenos caminos, y mejores aún si en el andar no nos olvidamos de los que hoy no tienen acceso a ninguno de éstos.