ESPECTáCULOS › LA BERLINALE BRILLA FUERA DE LA COMPETENCIA OFICIAL

Apuntes contra el muro del mercado

La “Retrospektive” vuelve a ser uno de los baluartes de la muestra, con acento especial sobre el cine europeo de los 60.

 Por Adriana Meyer

Cuenta la leyenda que Billy Wilder estaba filmando aquí en Berlín Un, dos, tres, su corrosiva sátira a la Coca-Cola y a la Cortina de Hierro, cuando él y todo su equipo presenciaron cómo se levantaba entre el Este y el Oeste un insólito muro, que partía a la ciudad por el medio, al punto de que el director tuvo luego que reconstruir la famosa Puerta de Brandenburgo en un estudio. Corría el verano de 1961 y Berlín ya no volvería a ser la misma. El festival, que había nacido diez años antes, tampoco. Desde entonces, lo que había nacido como un arma más de la Guerra Fría –la ostentación del glamour occidental en las narices del más disciplinado comunismo– se fue convirtiendo paulatinamente en un raro punto de encuentro entre dos mundos antagónicos. Los años 60 fueron, qué duda cabe, vertiginosos tiempos de cambio. A ellos está dedicada la monumental retrospectiva de esta nueva edición de la Berlinale, que reúne 136 films capaces de reflejar toda una época.
La Retrospektive ha sido siempre uno de los puntos más altos del festival, quizás la sección que de manera más silenciosa pero también más profunda le ha dado a la muestra gran parte de su carácter, uniendo el pasado y el presente del cine en una perspectiva histórica. El criterio de “contextualización” nunca fue ajeno a la programación, y eso se advirtió tanto en la revisión que el Festival le dedicó al cine de la Guerra Fría, en la primera edición luego de la caída del Muro, como en las exhaustivas revisiones de las obras de Eric von Stroheim, Robert Siodmak, Georg Wilhelm Pabst y Fritz Lang, por citar algunos de los grandes cineastas de origen alemán que durante la última década tuvieron aquí su monografía definitiva.
En una ciudad que no cesa de cambiar en su topografía y que en su incesante progreso sepulta buena parte de su memoria, la retro titulada “La Europa de los 60: revuelta, fantasía y utopía” viene a rescatar, a través del espejo del cine, la historia política y cultural de aquellos años de brasa. “Es un período central de nuestra historia”, dice el curador de la muestra, Wolfgang Jacobsen. “Un aspecto de su relevancia radica en que muchos de quienes hoy ejercen el poder político en Europa, en su momento formaron parte de la generación que hizo posible los levantamientos de Mayo del ‘68”.
Contra lo que podría suponerse en una primera instancia, la nouvelle vague francesa, el movimiento cinematográfico más emblemático de aquel momento, no hegemoniza necesariamente la muestra. Hay, por supuesto, cómo podrían faltar, films de Jean-Luc Godard, Claude Chabrol y Eric Rohmer, entre ellos clásicos indiscutidos como Pierrot le fou, Estas buenas mujeres y La coleccionista. Pero el valor de la retrospectiva –organizada por el Filmmuseum Berlin Deutsche Kinemathek– está en el hecho de haber logrado reunir una enorme cantidad de films olvidados, particularmente de Europa del Este, que sin embargo forman parte de aquella cultura de cambio, capaz de sacudir incluso a los estrictos regímenes socialistas.
Es así como junto a films del italiano Michelangelo Antonioni (que en el ‘61 se alzó aquí en Berlín con el Oso de Oro por La notte), el inglés Lindsay Anderson, el alemán Alexander Kluge y el español Carlos Saura, la muestra le ofrece un lugar particularmente destacado a los primeros films de los polacos Roman Polanski y Jerzy Skolimowski, del húngaro Miklós Jancsó, el yugoslavo Dusan Makavejev y de la checa Vera Chytilová. Sin olvidar, claro, al gran maestro ruso Andrei Tarkovski.
La primera, obvia reflexión que impone este abrumador programa de la Berlinale es de qué manera el cine de Europa del Este, por entonces tan vivo, tan presente no sólo en los festivales internacionales sino también incluso en las carteleras comerciales de occidente, hoy casi hadesaparecido. Es paradójico comprobar cómo el talento y la individualidad que entonces no pudo domar la rígida censura política del Estado, luego -con la caída de los llamados “socialismos reales”– fue expeditivamente erosionado por la censura del mercado. “Aceptar la diversidad” es el lema de esta Berlinale, y la retrospectiva viene a aportar también su lucha contra el modelo narrativo globalizado.

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“Nie Winni Czarodzieje”, del polaco Andrzej Wajda, es una de las joyas de la retrospectiva.
Esta sección es una de las más silenciosas, pero también la que da buena parte de su carácter a la muestra.
 
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