ESPECTáCULOS › PARA FANATICOS DE LA ANIMACION

Los Muppets de Dalí

 Por Martín Pérez

Para los fanáticos de la animación, uno de los grandes regalos de esta quinta edición del festival independiente porteño son los trabajos de los hermanos Quay. Casi escondidos dentro de una sección apropiadamente llamada “Excéntricos y visionarios” –apartados que son de lo más disfrutable del festival, curados por especialistas, en este caso por Simon Field–, los trabajos de estos gemelos norteamericanos de nacimiento pero europeos por elección aparecen divididos en dos funciones. Una dedicada a sus cortos y mediometrajes (viernes, 14.30, Lugones), y otra al único largometraje que han realizado hasta ahora, Institute Benjamenta (hoy a las 17.30, Hoyts 9).
Considerados como unos auténticos maestros del cine de animación a paso reducido desde su aparición en la década del ochenta, los hermanos Stephen and Timothy Quay trabajan desde su estudio del sur de Londres haciendo clips (para Peter Gabriel o Tool, por ejemplo), comerciales y hasta portadas de libros. Pero el centro de su trabajo son joyas animadas comisionadas por canales o exposiciones europeas. Objeto de culto en todo el mundo –han sido presentados como “los Muppets, pero dirigidos por Dalí o Buñuel”–, su obra es gran deudora de la escuela checa de animación y de la cultura que la rodea, como la obra de Kafla o Bruno Schultz. “La animación es un arte que, en gran medida, aún no ha sido colonizado por los idiotas o la televisión”, han dicho los hermanos. “Hay una metáfora de Schultz que habla del decimotercer mes del año, y yo creo que eso es la animación. Ese lugar imposible y apenas del otro lado del mundo.”
La musical y surrealista obra de los Quay vive en mediometrajes consagratorios como Street of cocodriles (1986) y The Comb (1991), así como en In absentia (2000), su último trabajo, basado en una obra de Stockhausen, e incluido en el programa de cortos, que incluye un par de ejemplos de sus clips. El largometraje Institute Benjamenta (1995) mezcla animación y acción viva, adaptando una novela de Robert Walser. Unánimemente celebrado, para los Quay –que este año deberían comenzar a rodar un segundo film, titulado The piano tuner of earthquakes– es un trabajo a mitad de camino. “Deberíamos haber hecho algo más corto, de menos de una hora. O mucho más largo, algo que nos dimos cuenta luego de ver los trabajos de Bela Tarr”, declararon, soñando quizá con las deslumbrantes siete horas de Satantango.

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