EL PAíS › EL CIERRE DE IZQUIERDA UNIDA EN EL OBELISCO
Brukman cambió el libreto
La actualidad de Brukman cambió el eje del acto de la coalición de izquierda. Miles de manifestantes se detuvieron en la fábrica tomada. Hubo discursos allí y en el Obelisco. Los cánticos. Las consignas.
Por Eduardo Tagliaferro
El icono de Buenos Aires, el que suele reunir a los porteños cuando hay algo que festejar, fue testigo mudo del cierre de campaña de Izquierda Unida. El mudo, fue el Obelisco. Los miles de manifestantes que acompañaron a Patricia Walsh y Marcelo Parrilli no dejaron de cantar en ningún momento: “Me parece, me parece/ que Izquierda Unida crece”. Desde ayer, cuando Parrilli fue demorado por la Federal, a pocas cuadras de la fábrica textil Brukman, y Walsh recibiera el trompis de un agente policial, la coalición de izquierda decidió, sin levantar el acto del Obelisco, que sus principales esfuerzos estarían en la convocatoria que se realizó en solidaridad con las obreras de la textil.
“Pusimos nuestra fuerza en el acto de Brukman. No es que transformáramos esa actividad en nuestro cierre, pero era muy importante contribuir a una movida plural”, confió Walsh a este diario. Dudas y decisiones que sólo a partidos y dirigentes de izquierda se les presenta.
Demorada, pero respetando el itinerario original, la caravana partió desde Primera Junta. Allí se encolumnaron los seguidores del Movimiento Socialista de los Trabajadores. Al llegar a Once, en la avenida Jujuy, se sumaron los militantes del Partido Comunista y ambas columnas se dirigieron hacia la textil en la que ayer la Federal había dejado una de esas huellas que persisten al tiempo y a la lavandina. Junto a ellos también marcharon los grupos de independientes y del Bloque Piquetero.
En Brukman hablaron Walsh y Patricio Echegaray, secretario del PC. El dato no es menor, en un contexto en el que los referentes de los conflictos sociales buscan tener prescindencia de las actividades electorales. “Hemos construido un camino que merece respeto. Por eso pudimos hablar en un acto como el de Brukman”, afirma Walsh a Página/12.
La duración de ese acto alteró todos los planes y fue demorando el resto de la marcha, al punto que un momento se puso en duda el cierre en el Obelisco. A la altura de Congreso, la cabecera de la marcha la integraban los militantes del MST, quienes se encargaron de la seguridad de su propio cordón y hasta de preparar el corte de las calles. Como si todos estuvieran en Brukman, a lo largo de las seis cuadras de manifestantes que se alinearon a la altura del Parlamento, no se divisó a ningún agente policial. Los pocos que se pudieron ver en todo el trayecto, estaban detrás de las vallas del Palacio Legislativo. Pasivos pero preparados para una batalla campal.
Un enorme micro blanco y un camión que ofició de escenario encabezaron la manifestación. “El día que se vayan todos, este país vamos a gobernar, el pueblo va a gobernar”, repetía una joven de pantalón rojo, suéter negro y pañuelo de colores, que con el micrófono en la mano acompañaba un destartalado automóvil, también rojo, que hace varios años habrá sido la envidia entre los importados, pero que hoy demuestra, como dijo Patricio Contreras en la versión cinematográfica de Made in Lanús, que “en la Argentina, las cosas tienen que durar”.
Desde la sede capitalina del PC, en Callao al 200, la manifestación fue recibida con una lluvia de papelitos. Una cuadra más adelante, el camión con el sonido saludó a los trabajadores de la cooperativa Callao, que ocupa el Hotel Bauen. Aunque gastadas, las consignas repitieron: “El Bauen es de los trabajadores/ y al que no le gusta se jode, se jode”. Cuando la cabecera se ubicó frente al tradicional Bar La Opera, y la concentración se definía como “la izquierda rebelde”, una mujer que quedó arrinconada entre la vereda y dos muchachos que vendían a un peso pequeños ramos de flores, gritó: “Vayan a protestar a Nueva York”.
Un militante histórico del PC que no podía ocultar su alegría ante la presencia de muchos manifestantes le comentaba a este diario: “En el ‘89 yo tenía un poste del estandarte y el otro lo llevaba Echegaray”. Mucha agua y muchos ladrillos cayeron desde aquella fecha.
“Los indigentes no son números, son familias, son chicos, es gente que se muere de hambre. Los gobiernos del peronismo y el radicalismo, que sesucedieron desde 1983, fueron una continuidad de la película de la última dictadura militar”, disparó Walsh desde el escenario frente al Obelisco. Ya era bien tarde pero la euforia seguía intacta.