ESPECTáCULOS › A LOS 39 AÑOS, MURIO AYER LA GUITARRISTA,
CANTANTE Y COMPOSITORA MARIA GABRIELA EPUMER
El sorpresivo adiós de la Señorita Corazón
La artista, que se desempeñaba en la banda de Charly García desde 1994, sufrió un paro cardiorrespiratorio mientras se dirigía ayer por la mañana al Hospital Francés, luego de haber sentido dolores en el pecho. No tenía antecedentes cardíacos.
Fue una estrella de una Argentina que ya no existe: era la guitarrista de Viuda e Hijas de Roque Enroll, el primer grupo femenino importante del pop-rock local. Fue durante casi diez años, una enormidad para el mundo del rock, el corazón de la banda de Charly García, un torbellino muchas veces al borde de la disolución. Fue la alumna argentina predilecta de un músico de culto universal, el muchas veces genial, y siempre oscuro, Robert Fripp, líder de King Crimson. Fue una hormiguita viajera, al comando de una carrera solista en que siempre lució alternativa a los modelos dominantes de música para las masas. Fue, además, la orgullosa descendiente de una familia de indios ranqueles y una propulsora de las causas relacionadas con los antiguos dueños de estas tierras: para ellos produjo y grabó un notable disco olvidado de acid jazz argentino, Montecarlo Jazz Ensamble. Ayer, sorpresivamente, María Gabriela Epumer se convirtió en pasado: murió de un paro cardiorrespiratorio, a bordo de un taxi, cuando llegaba al Hospital Francés, luego de haber sufrido una molestia en el pecho que confundió con una bronquitis.
Las circunstancias del deceso, un paro cardíaco de origen desconocido, depararon una intervención policial y una carátula de “muerte dudosa”, según informaron fuentes judiciales. La Justicia ordenó la realización de una autopsia a los restos de la guitarrista, compositora y cantante, que permanecieron en la morgue hasta que a la medianoche empezaron a ser velados en la calle Acevedo 1120, en Palermo. Los médicos de guardia contaron que el cuerpo ingresó al hospital a las diez de la mañana, que se le practicaron las maniobras habituales de resucitación sin éxito y que a las 11 se certificó el deceso. María Gabriela se había sentido mal a primera hora de la mañana y pidió a su novio, el diseñador de indumentaria Juan Manuel Marfany, que la acompañase al hospital para requerir atención especializada. El novio, ayudado por su padre, la llevó en taxi hacia el Francés pero, a bordo, Epumer sufrió el accidente de corazón que le ocasionó la muerte unos minutos después. Paradojas del destino, el primero de sus discos como solista se llamaba Señorita corazón. Algunos de sus familiares pensaban anoche que tal vez se esté ante un caso de mala praxis.
Es que Epumer, que tenía 39 años, debe haber sido una de las mujeres más sanas de su generación: no fumaba, no bebía, no consumía sustancias tóxicas, hacía gimnasia tres veces por semana, cuidaba su cuerpo con verdadera dedicación. Dormía sí o sí ocho horas por día, convencida de que ése era uno de los secretos de la buena salud. La semana pasada, luego de haber realizado una gira que contempló actuaciones en La Pampa, Tandil y Mar del Plata, volvió a Buenos Aires engripada y muy cansada. Precavida, concurrió a un médico, al que le expuso su certeza de que algo no andaba bien en su organismo. El médico le ordenó una serie de análisis de rutina, para intentar tener un panorama claro. Ella retiró los análisis el sábado. Una fuente familiar dijo que el médico le habría recetado, al leer los resultados, un jarabe, diciéndole que todo estaba en orden. La misma fuente indicó que ese jarabe está contraindicado para personas con problemas cardíacos. Sin embargo, cuando se sintió mal, ayer temprano, la música estaba segura de que lo que le ocurría era resultado de aquella gripe mal curada. Nadie que la conociese podía asociarla a ningún trastorno grave de salud. Por eso, a una edad avanzada para eso, María Gabriela seguía soñando con tener un hijo.
Miembro de una familia de músicos –su hermano Lito es un prestigioso guitarrista de rock y jazz, que durante años tocó con Luis Alberto Spinetta; su abuelo fue guitarrista de Agustín Magaldi; y Celeste Carballo es hermana menor de su madre–, María Gabriela alternó siempre una notable pulsión artística con una evidente vocación por el bajo perfil. Era mucho más feliz en la intimidad de su casa, o en los estudios de grabación, que, por ejemplo, concediendo una entrevista o en un programa de televisión. De hecho, cuando tenía que hablar en público o responder a preguntas profundas, se tornaba tímida y parecía dudar de más, como si en realidad le molestase expresarse en un idioma que no fuese la música. En los escenarios, con la guitarra en la mano, tenía una autoridad notable, que podría graficar el hecho de que fue desde 1994 un puntal de los grupos de Charly, con el que tenía una relación muy fuerte, en la que muchas veces parecía ocupar el rol de madre. Charly fue víctima ayer de una crisis cuando se enteró de su muerte: es que la quería más allá de lo que cualquier juego de palabras pudiese definir. Cualquiera que haya visto sus shows en la última década u observado el video de su “Unplugged MTV” sabrá que Epumer era central en la química del grupo, aunque de una prudencia notable para no opacar al solista.
En Viuda e Hijas, siendo la más música y la más linda, su papel parecía al principio secundario, cuando en rigor era central, sobre todo puertas adentro. Antes de esa etapa en pleno furor del optimismo alfonsinista, la de temas que desde entonces giran y giran por las radios y las fiestas –como “Fondo Monetario Internacional”, “Bikini a lunares amarillos” y “Lollipop”–, María Gabriela había tocado para María Rosa Yorio y Rouge, una banda que fue un antecedente directo de las Viudas, en su intención de cultivar la ironía y aun la acidez, desde un punto de vista femenino. Cuando las Viudas se separaron, tras haber grabado tres discos y llenado estadios y teatros, Epumer y la bajista y compositora Claudia Sinesi, que fue una de sus amigas íntimas, armaron otro grupo femenino, Maleta de Loca. En aquellos años colaboró en discos de Fito Páez y tocó con el dúo de Celeste Carballo y Sandra Mihanovich. Hubo luego otro grupo femenino, Las Chicas, que no llegó a grabar un disco, y actuaciones en la banda de Alejandro Lerner.
El proyecto Montecarlo Jazz Ensamble, del que existe un disco muy difícil de encontrar, fue uno de sus primeros pasos decididamente personales: grabar acid jazz argentino sumando músicos de jazz, músicos de rock, pop y de hip hop bajo un paraguas conceptual, en este caso la reivindicación de las razas indígenas argentinas. María Gabriela lucía orgullosa su prosapia indígena –su tatarabuelo era el cacique ranquel Epumer– acompañada por Illya Kuryaki, Fernando Lupano, Fabián Quintiero, Geo Ramma, A-Tirador Láser, Fats Fernández, Tweety González, Norberto Minichillo y Jorge Navarro, brillando entre músicos que aportaban talento y ayuda desinteresada a la causa. El disco, lamentablemente, fue publicado por un sello que se fundió muy poco después, por lo que los ejemplares pasaron a ser con rapidez objetos de colección y nunca pudieron cumplir su misión a beneficio de las comunidades indígenas.
En 1994, Charly la convocó para integrarse a su banda, el sueño de buena parte de los músicos de su palo. Epumer se había dado antes el gusto de tocar para Luis Alberto Spinetta, como parte del grupo con que presentó en vivo Pelusón of Milk, pero el llamado de García rebasaba sus expectativas. Podría pensarse que, tocando en ese torbellino, adquirió una personalidad artística definitiva, porque ganó en experiencia y en seguridad, de tal modo que pudo concretar la fantasía de su propia carrera solista. A veces amiga, a veces socia, a veces acompañante terapéutica y otras, pasajeras, adversaria furiosa de su jefe, Epumer se confirmó como una insustituible cuando hace dos años García desarmó toda la banda, pero a ella la dejó en su puesto. Hace tiempo que jugaban de memoria en el escenario y se habían convertido en muy buenos amigos en la vida.
En su carrera solista editó Señorita corazón en 1988, Perfume en el 2000, el EP Pocketpop en el 2001 y The Compilady este año. Ese disco había ido a difundir, tocando en vivo, en la gira de la que se trajo la gripe por la que la semana pasada fue al médico. Todos habían sido grabados y difundidos de modo independiente, en un estilo artesanal del que esperaba, algún día, extraer experiencias como para dar pasos más firmes y definitivos. Sin embargo, había algo claro en su apuesta: habiendo sido famosa de joven, y conociendo las trampas de la exposición y de que otros decidan en lo artístico, no quería ceder responsabilidades musicales. Noestaba dispuesta a hacer otra música que no fuera la que saliese de su sensibilidad.
Le gustaban Los Beatles, Genesis, Joni Mitchell, Stevie Wonder, Nina Simone, Ricki Lee Jones, Björk y Joao Gilberto, entre otros músicos. El día que Spinetta le dijo que le había encantado su versión de “Canción para los días de la vida”, no paraba de saltar de alegría. Lo mismo sentía por dentro cuando Charly tocaba con ella “Ah, te vi entre las luces”, cediéndole el protagonismo, por una vez. Comía carne una vez por semana. Jugaba mal al paddle. Manejaba bien. Se vestía de manera extraña, pero muy personal. Era sexy en escena y tímida debajo. Era suave y coqueta. Amaba a sus padres, acostumbrados a mezclarse en sus cumpleaños con una fauna que debía parecerles estrambótica, pero querible. No tenía enemigos en la Tierra.