ESPECTáCULOS › COMO SON LOS HUMORISTAS DE “EL SHOW DE VIDEOMATCH” 2003
Los nuevos trucos del Dr. Tinelli
Gimena Riestra, Nazareno Mottola y Silvia Yori, entre otros “Manicomic”, consiguen lo mpensado: aire fresco para el programa.
Por Julián Gorodischer
La gorda es como una Niní de más de cien kilos, que recuerda anécdotas de tragedias en rápido repaso de adicciones y de su casamiento. La que actúa es Silvia Yori, que llegó de Rafaela porque quería entrar a la tele, se presentó en el Parque Sarmiento, la tomaron y se sumó a la tribu Manicomic para llenar el teatro en Mar del Plata y aggiornar, desde el 11 de agosto, el olor a añejo del programa de Marcelo Tinelli. Cuando regrese, “El show de Videomatch” no será –se espera– el repertorio de tics del chistero profesional, sino la performance del elenco “aficionado” que se guiona sus numeritos y cuenta, a veces, sus biografías. La gorda recorrerá, en TV, la vida pueblerina en voz de una maquilladora que da consejos del corazón, o de tía Cuqui recién llegada de Bolívar, el pueblo de Tinelli. Cuenta sus anécdotas de envidia de comadres como lo haría Catita, y no por repetidas suenan mal. Es el nuevo grito de la onda reality: extinguida la casa del “Gran Hermano”, ahora se valora el talento del vecino. Y entre mucho préstamo (o robo) a Pinti, Gasalla y Niní, habrá que mirar con atención a Gimena Riestra.
Se hizo conocida por el rumor de que La peor de todas, su unipersonal, era un imperdible de 2002. Cruzó la frontera y se fue a hacer la cola, entre tanto recién llegado de las provincias, para componer a Jeffrey, la misma que se ve en el Lola Membrives, un reflejo de la presentadora de TV Compras, mismos balbuceos y spanglish exasperantes para vender el pelapapas que rebana los kilos de más. “Pensé que iba a tener que cambiar...”, admite, escéptica, nunca espectadora de la saga “Videomatch” pero en busca de la conversión a actriz profesional, ya no a la gorra o con otro trabajito. En el programa será otra vez Jeffrey y será también Britney o Nacha, retrato que exaspera la bobería. Gimena introduce en “El show...” un nuevo perfil: el cómico de qualité entrenado en el teatro que, en la nueva era, confiesa su pecado mayor: “Yo a la TV nunca le tuve prejuicio”.
El que llega, en agosto, es el hijo pródigo de Berazategui, Nazareno Mottola, virtuoso del suplés y la medialuna, para retomar el slapstick comedy en la figura del “eterno tropezón”. El chico, entrenado por el actor Pablo Rutkus, es muy gracioso, con una performance inagotable de tortazos. Un chiflado haciendo de bombero, pero extremadamente dúctil, después, en el baile junto a la falsa Britney, haciendo de ladero de la gorda Yori o sosteniendo a la muñeca (Elizabeth) del ventrílocuo. Como bombero, en una perlita de Manicomic, equivoca todos los gajes del oficio y cuando accede al balcón se convierte en un stripper cautivado por la música disco. En “El show...” será un anti Karate Kid, discípulo incapaz de dar con la virtud. También será un marinero cantando crónicas de actualidad al modo de los raporteros pero con despliegue físico. Aprendió a hacer siendo acróbata de circo, y la tele fue la Meca. “Quería hacer lo mismo –dice– pero para más gente.”
Es curioso el nuevo “Videomatch”, como si por una vez fueran compatibles el destino del programa de masas y el pequeño concert. Eduardo Calvo, por caso, en la era post Manicomic muestra a muchos los personajes que recorren pequeños teatros desde los primeros ‘90, el profesor Tranquilino o Charly, “el jodido”. Apura el relato, pone cara de loco y repite sus fórmulas: “Soy un tipo jodido” o “Tengo los nervios alterados”, y lo hará en el programa como en el teatro. Dijo Tinelli (o “el cabezón que nos inventó”): “Eduardo Calvo y el Bambi (Evert Romero) pegaron porque la gente repite sus muletillas”. Ese complejo arte de decir una frase muchas veces (“Vamos con el Bambi”, insiste Romero) son para “El show...” el punto en el que no se negocia. Lo nuevo termina donde empieza el remate del chiste a lo Corona, con ademán, mueca fija y vuelta a empezar. “Tengo una gimnasia de humor de personaje, hago mis propios guiones y me robo a mí mismo”, cuenta Romero, de crisis de autoestima y peleado con las máquinas, también en la tele. Ese autorrobo instaló, en el acto, una afinidad con el conductor.
¿Qué es “Videomatch” sino el robo a sí mismo calificado, la permanencia, año tras año, del mismo recurso con ligeras variaciones? Calvo, el Bambi o el ventrílocuo imitador (Karim Araujo) reproducen las claves del humor según Tinelli: decir rápido, calcar al famoso o coronar el chiste para pasar a otro. Juan Pablo Geretto, en cambio, introduce algo novedoso: el show transformista en un plantel antes reservado a las habilidades del macho, gastar en la calle, vivar en la tribuna o calentarse con el concurso de strippers. Geretto compone su maestra normal llena de modismos antipáticos, a veces un poco deslucida, pero –eso sí– más preciso que Gasalla en la observación de la cincuentona. En la tele será la maestra, sumado a la gorda y al Bambi en duelo con el conductor. Para ellos se reservó un escenario lateral que convertirá a “El show de Videomatch” en lo más parecido a un café concert, de formatos múltiples, desde el subsuelo que frecuentaba Calvo a los reductos gays del transformista. Nuevos aires, bienvenidos el ventrílocuo, el acróbata y el transformista en reemplazo del antiguo staff. Todo comenzó en un casting con ínfulas de reality, allá lejos y hace tiempo, catorce horas de cola y poca expectativa. El recuerdo, para todos, no es el alegrón tipo “Popstars” ni el pase rápido al sueño cumplido, sino la sensación del buscador de changas. Recuerda el Bambi: “¡Qué frío que hacía!”.