EL PAíS
“En este acto hay más calma que en los otros”
La multitud que siguió el acto mostró una rara tranquilidad, con pocos picos de tensión. El discurso del familiar Burstein fue la catarsis.
Por Sergio Kiernan
“En este acto hay más calma que en los otros.” El señor mayor, de gorra y con frío, puede comparar: desde 1995 asiste todos los 18 de julio a la ceremonia de la calle Pasteur. Y tenía razón. La notable multitud que marcó ayer a las 9.53 el noveno aniversario del atentado que dejó 85 muertos en el edificio central de la AMIA mostró una calma inusual. Lo que en años anteriores era un escenario de tensiones, gritos, rechiflas, una oportunidad de ventilar la indignación contra el Gobierno –contra tres gobiernos sucesivos, de hecho– fue esta vez un acto sobrio. La razón profunda y central era la presencia del presidente Néstor Kirchner en el palco.
Todos los presentes sabían que Kirchner iba a estar, que había adelantado su vuelta de Europa para participar y que no iba a hablar. “Hace bien, antes de hablar tiene que mostrar hechos, si no sería patético”, definió con vehemencia Damián, un estudiante de 16 años de la escuela Natan Gesang. “De palabras estamos llenos”, coincidió Leonor, de 59 años. “Me parece excelente que venga, que se comprometa. Nunca antes hubo una presencia: De la Rúa estuvo abajo y después no vino más. Hay esperanza con Kirchner, pero en un período de prueba, observando.”
Tanto Abraham Kaul, el presidente de la AMIA, como Sergio Burstein, que perdió a su esposa en el atentado, en un momento de sus discursos se volvieron hacia Kirchner y le advirtieron sobre este “período de prueba” (ver nota aparte). “Para venir al segundo acto, va a tener que cumplir”, dijo Kaul. “Presidente, siga así. Si no lo hace pasará a la historia como un Menem más”, dijo Burstein. En ambos casos, el Presidente se mantuvo impasible y controlado y la multitud aplaudió.
Lo que fue raro y escaso. En otros actos, se aplaudía o rechiflaba abiertamente por la dureza de las críticas o por lo complaciente de las palabras –como bien lo sabe el ex presidente de la DAIA, el ahora procesado Rubén Beraja–. Pero Kirchner fue el primer presidente en llegar al acto con algunos hechos concretos a su favor, con archivos de la SIDE liberados y un alto nivel de creencia del público. “Su gestión puede ser positiva”, definió un señor de 70 años. Esto se reflejó en los discursos, que tuvieron elogios para Kirchner.
Con lo que los aplausos fueron para las críticas retrospectivas y los llamados a que el juez a cargo de la causa, Juan José Galeano, renuncie. Burstein abundó en cargos y despertó a los concurrentes. La gente comenzó a aplaudir, a hablar y asentir cuando el familiar empezó a pegarle duramente al ex presidente Carlos Menem, a quien nunca nombró. Fue un crescendo que culminó cuando dijo que Menem “es un encubridor. Que termine sus días pudriéndose en la cárcel”. Allí vino una verdadera ovación, un soltarse de la gente en gritos y aplausos.
Carlos Ruckauf y Eduardo Duhalde, descriptos como ex gobernadores bonaerenses y jefes de la “maldita policía”, también movilizaron a la gente. Pero fue Miguel Angel Toma, el ex jefe de la SIDE en el gobierno de Duhalde, el que recibió una sólida, entusiasta, larga rechifla. Una verdadera catarsis de una multitud que de a momentos parecía envarada, excepto por un grupo que le “soplaba” a Burstein un nombre que faltaba en su catálogo de cómplices: “¡Beraja! ¡Beraja!”.
La calma de los concurrentes se extendió hasta a los policías y la seguridad comunitaria, que esta vez estuvo lejos del celo en cachear a todo el mundo. La gente comentaba que la seguridad no era la de otros años y faltó la tensión que solían mostrar los federales en actos anteriores. Los francotiradores en los techos hasta se molestaban en esconder sus armas, y un agente de la División Explosivos, vestido de negro como un comando Swat, estaba más ocupado en que su perro entrenado no se comiera la basura de un bar –“gordo, no comas porquerías”, le decía con cariño– que en otear la situación. “El activismo tiene que ser constante. La AMIA es el marco de la Argentina. La AMIA es un reflejo fiel del Gobierno”, dijo, con un aplomo más allá de sus pocos años otro de los chicos de la Gesang.