ESPECTáCULOS › “LOS ANGELES DE CHARLIE: HASTA EL LIMITE”, POP EN ESTADO PURO
Esas señoritas armadas hasta los dientes
El trío dinámico de Cameron Díaz, Drew Barrymore y Lucy Liu vuelve a las andadas, pero la única que parece tomarse las cosas a pecho es la mala de la película, un ángel en disidencia a cargo de Demi Moore.
Por Martín Pérez
Una está comprometida, otra le pidió una pausa a su novio y la última está a punto de enfrentarse a un ex que es tan de armas tomar como ella. Pero, tal como sucede con sus tareas laborales, poco importan todas estas tramas y subtramas dentro de un film como Los Angeles de Charlie: hasta el límite. Porque lo que importa no es el plato principal, sino los aderezos. O, mejor dicho, es que aquí los aderezos son el plato principal. Los mohínes de las chicas, sus autos y motos, sus peleas y sus permanentes cambios de ropa (¡y de peinado!). Agréguese a esto todas las bromas que se puedan reunir en una misma escena y las referencias pop que se puedan entregar en un mismo plano. Y, obviamente, cualquier meneadito del trasero de Cameron Díaz.
Y si no préstese atención a esta escena que aparece una vez que la película ha sido prologada con mucha acción y presentado su conflicto. Natalie (Cameron) está muy agitada mudándose con su novio, pero de la nada aparece un video de MC Hammer (?) y ella comienza a bailar al ritmo (!) con una enorme sonrisa en el rostro, y acto seguido aparecen las otras dos y se quedan bailando durante un rato largo con ella (!!!). Así es el nuevo film de las nuevas Angeles de Charlie. Un incesante y desfachatado desfile de signos de pregunta o admiración, capaces de aparecer en cada pliegue de una historia que apenas si está ahí como excusa. O ni siquiera está, y a quién le importa mientras ellas se pongan a mover sus cuerpos.
Aunque no están nada solas las chicas en este baile. Como si fuese un largo –y muy costoso– capítulo de una sitcom, cada escena parece tener un invitado. Aparece al pasar Bruce Willis, por ejemplo, sin figurar en los créditos y tan bien caracterizado que sólo es reconocible en un primer plano. John Cleese hace de figura paterna de Alex (Lucy Liu), y juega una farsa que se repite aquí y allá durante todo el film, en la que cada vez que charla con Jason –el aún no definitivamente rechazado novio de su... ¿hija?, interpretado por Matt LeBlanc (“Friends”)–, las confusas informaciones que éste le da sobre el trabajo de Alex le hacen pensar que Charlie es su cafishio. Otros coprotagonistas famosos son Robert Patrick -que desde su papel en Terminator 2 no puede dejar de ser una cita pop permanente– como agente del gobierno y Luke Wilson como novio de Natalie. También asoma su rostro Eric Bogosian, y hasta un ex Angel televisivo como Jacklyn Smith hace un breve cameo en un bar de frontera al que concurre Dylan (Drew Barrymore), por supuesto.
El perfil de cada una de las chicas se conserva desde el mismísimo prólogo a-lo-James-Bond, un explosivo epílogo de una misión más propia del 007 que de los viejos Angeles televisivos. Allí la pizpireta Natalie corcoveará sobre un potro mecánico para llamar la atención, la ruda Dylan jugará a los dados sin rechazar algún trago de alcohol y la atlética Alex llegará al centro de la acción doblada en dos dentro de una caja. Como dibujitos animados capaces de enfrentar todos los peligros, incluso losdisfraces menos favorecedores, los tres Angeles son protagonistas de una película tan llena de cosas en cada plano que parece todo el tiempo una larga publicidad de sí misma.
Tan preocupado por entretener a todos que termina siendo excesiva y empalagosa, por suerte en un film de los Angeles de Charlie siempre están las chicas. Unas chicas que nunca se toman las cosas demasiado en serio, como esa absurda idea central de que las tres deben ir en busca de sólo ¡dos! anillos. ¿A quién se le ocurre? En realidad, la única que se toma las cosas a pecho es la invitada principal del film, nada menos que Demi Moore, encarnando a una ex Angel llamada Madison Lee. Y su seriedad contagia al vertiginoso final del ya de por sí sobrecargado universo de referencias-chistes-guiños de un menú que rara vez apuesta realmente al absurdo, y que a esas alturas ya resulta incluso demasiado proteínico. En especial para unas Angelitas como las de McG, que bromean, bailan, saltan, pelean y se cambian de ropa a las órdenes de su director. Ah, y también protagonizan una película. Pero, otra vez... ¿a quién le importa, realmente?