ESPECTáCULOS
Samurais inéditos del sol naciente
El ciclo que comienza hoy en la Sala Lugones acerca films hasta ahora desconocidos en el país de un sensei olvidado, Kenji Misumi.
Difundido en Occidente, fundamentalmente a partir de la obra de Akira Kurosawa junto a Toshiro Mifune, el cine de samurais sin embargo se remonta al período mudo y devino de una fusión entre la estilización del teatro Kabuki y el realismo del Shinkokugeki, otra forma del drama popular de época, que incluía duelos de espadas. De ese sincretismo surgió –en palabras del crítico e historiador Donald Richie– “algo a la vez intrínsecamente cinematográfico e inconfundiblemente japonés”. Cada vez más codificado y con reglas muy precisas, el cine de samurais conoció varios apogeos y uno de ellos fue la obra de Kenji Misumi (1921-1975), que está en el centro de “La fortaleza oculta: samurais inéditos en Argentina”, el ciclo que se inicia hoy en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530), organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires, el Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón y la Cinemateca Argentina, con el auspicio de The Japan Foundation.
Prácticamente ignorado fuera de Japón hasta el año 2000, cuando la Cinémathèque Française le dedicó una amplia retrospectiva, Misumi hizo toda su carrera bajo el sello de los estudios Daiaiei y se prodigó sin complejos a desarrollar el cine de género, con films no sólo de samurais sino también de fantasmas, de monstruos y de adaptación de mangas, en lo que debe ser considerado un pionero. “En Misumi, el estilo es el cineasta”, lo definió el especialista francés Max Tessier, aludiendo a la personalidad que era capaz de manifestar en la diversidad del material que abordaba, prestando siempre una particular atención a la expresividad del color y del encuadre (su utilización del formato Scope es magistral).
La prolífica filmografía de Misumi, que en veinte años de carrera realizó más de 40 films, incluye varias “series” de películas, entre las que cabe destacar la del cruel samurai Nemuri Kyoshiro (que hizo del actor Raizo Ichikawa una figura de culto en Japón) y la de Zatô-Ichi, un samurai ciego, que acaba de ser exhumado por Takeshi Kitano para su nuevo film, programado para el inminente Festival de Venecia.
Abre el fuego Hijo del destino (1962), de Misumi, con Raizo Ichikawa, una compleja historia de amores y lealtades, escrita con sangre. Desde la sorprendente secuencia inicial, con una despiadada lucha entre mujeres, hasta el espectacular desenlace, todo en esta obra maestra de Misumi habla de un cineasta proteico, capaz de encontrar nuevas formas para los géneros más tradicionales. Guión de Kaneto Shindo, que luego sorprendería como el director de la memorable Onibaba, el mito del sexo (1964).
Mañana va La espada de la aventura (1964), también de Misumi con Ichikawa, que aquí encarna a Nemuri Kyoshiro, un ronin, un guerrero sin amo que vaga sin rumbo y carga con su cabellera roja como una señal de peligro. Y como un estigma: es el hijo ilegítimo de una cortesana japonesa y de un misionero europeo. El domingo se verá Espada de fuego (1965), otra de Misumi-Ichikawa, donde un poco a la manera del Yojimbo de KurosawaMifune, Kyoshiro manipula a los distintos bandos para que se liquiden entre ellos, mientras él tiene la oportunidad de perfeccionar el “Corte de la luna llena” de su espada. El martes 12 es el turno de El secreto del Ninja (1962), de Satsuo Yamamoto, también con Raizo Ichikawa, una curiosidad absoluta: el film pionero, que inauguró el pródigo campo del cine dedicado a los guerreros ninjas. El miércoles 13 llega En el camino por siempre (1964) y el jueves 14 Río de lágrimas (1967), ambas de Misumi, y el viernes 15 el ciclo se prodiga su corte definitivo con Harakiri (1962) Masaki Kobayashi, con Tatsuya Nakadai, Premio especial del jurado en el Festival de Cannes 1963. Todas las funciones son a las 14.30, 18 y 21 horas.