ESPECTáCULOS
“No soy de una escuela que haga concesiones”
Daniel Binelli tocó con Pugliese y con Piazzolla. Fue parte de Alas y de Generación 0. Dice que hay mucho tango pero poca honestidad. Hoy toca con su nuevo quinteto en La Trastienda.
Por Diego Fischerman
En una primera instancia no hay demasiadas dudas. Daniel Binelli es un músico de tango. El problema aparece cuando se trata de dilucidar qué quiere decir, actualmente, la palabra “tango”. ¿Los bailarines acrobáticos y semipornográficos, a tono con la postal más banal de Buenos Aires? ¿Las milongas? ¿Los grupos que tratan de sonar igual que los grandes maestros de la década de 1940? ¿Los grandes valores de pelo color caoba? ¿Los innumerables “grupos de Piazzolla” que repiten lo que en los discos del marplatense sonará, para siempre, mejor? ¿Los que tratan de crear algún nuevo lenguaje a partir de esa tradición?
El perfil de Binelli, en ese sentido, es lo suficientemente atípico como para ser el de un típico músico de música típica: integrante durante más de diez años de la orquesta de Pugliese, parte de Revolución 0, de Mederos, y de Alas, segundo bandoneonista del último sexteto de Piazzolla y mitad de un dúo de cámara con la pianista Polly Ferman, en donde lo popular y la llamada música clásica coexisten. También, cabeza de un quinteto que hoy se presentará en La Trastienda (Balcarce 460) en el que, como invitada, también se incluye Ferman. Junto a ellos estarán Julio Graña en violín, César Angelelli en guitarra y Martín Keledjian en bajo. También participarán del espectáculo dos coreógrafos y bailarines, Pilar Alvarez y Claudio Hochman, haciendo parte de lo que el grupo presenta en distintas partes del mundo con el nombre de Tango Metrópolis. El grupo estuvo el año pasado en Japón, hizo 23 recitales en Francia entre marzo y abril de 2003 y ahora acaba de llegar de Lisboa. “No hacemos un repertorio convencional ni se parece en nada a otros grupos de tango. No hacemos la historia del tango ni nada parecido. El 70 por ciento de las composiciones son míos y las coreografías tampoco son tradicionales”, aclara el bandoneonista, que al día siguiente de tocar debe partir hacia Australia para dar cuatro conciertos en la Opera de Sydney, dirigido por Charles Dutoit.
“No hago concesiones”, remarca Binelli. “No vengo de una escuela que haya hecho concesiones. Mi tradición es la de Pugliese y Piazzolla; ellos son mis maestros y ellos no me enseñaron a hacer concesiones”, explica. “Trabajo, compongo y toco con gente con la que comparto una manera de entender la música. Vender el producto ya es un segundo paso y no depende de lo artístico solamente. Depende del mercado y ahora hay una invasión de tango por todos lados. O de cosas que tratan de pasar por tango, qué sé yo. Algunas de esas cosas son un poco repetitivas, otras no, pero yo no apunto a eso. Hay mucho tango en el mundo pero poca honestidad”. Binelli, que grabó junto a Dutoit y la Orquesta de Montreal el Concierto para bandoneón y orquesta de Piazzolla, dice sentirse “más un compositor que un instrumentista” y aspira a convertirse, casi con exclusividad, en “compositor de música sinfónica y de cámara”. Acaba de componer un concierto y afirma: “Yo ya no pienso como músico de tango. El concierto fue escrito por encargo y se estrenará el 20 de mayo del año próximo, con la Tonhalle Orchestra de Zurich. La obra es una suerte de colección de viñetas argentinas. El primer movimiento tiene forma de tango; el segundo es un gran adagio y el tercero un malambo, con un criterio de armonía muy moderno”. Que la pianista con la que toca venga, también, de esa otra zona musical tiene un sentido similar: “Me da la posibilidad de pensar la música desde una perspectiva mucho más abierta. Puedo salirme de un criterio estrictamente tanguero, aunque tenga mucho de tango, desde ya. Su toque es muy refinado sin dejar de tener una mano izquierda muy fuerte, muy rítmica, y eso me estimula para componer. Y cuando hay que tocar con roña, lo hace. Porque la tiene. Es una cuestión de vida. De andar por el mundo y conocer a la gente”.