ESPECTáCULOS

Pequeños accidentes que sintetizan la realidad

Una retrospectiva programada dentro del DocBsAs/03 recorrerá a partir de hoy, en la sala Lugones, la obra del documentalista ruso Victor Kossakovsky.

 Por Horacio Bernades

“Señor, señor, mire lo que está haciendo ese nene”, le dice un chico al director de la película, mirando a cámara y señalando a un compañerito de jardín que hace lío. Uno entre muchos, el momento es revelador de la relación que el ruso Victor Kossakovsky mantiene con aquello(s) que filma. Una relación que se permite anchos márgenes de libertad y se plantea como un canal abierto entre quien filma y quienes son filmados, tal como podrá advertirse largamente en la retrospectiva dedicada al documentalista ruso, que se extenderá desde hoy y hasta el martes próximo en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (ver detalle aparte).
La retrospectiva Kossakovsky representa el segundo escalón del DocBsAs/03, el evento más importante que se le dedica al género documental en Argentina. Organizado y coordinado por la productora local Cine Ojo –con la colaboración del Complejo Teatral Buenos Aires y Cinemateca Argentina y el auspicio de fundaciones y entidades locales y extranjeras–, la tercera edición del DocBsAs se abrió días pasados con la retrospectiva Nicolas Philibert y continuará, en días más, con una revisión extensiva de la obra del suizo Richard Dindo y una presentación de documentales finlandeses. A diferencia de Philibert y Dindo, algunas de cuyas películas se habían estrenado en el país, lo de Kossakovsky es debut en Argentina, y el realizador ha bajado a Buenos Aires para acompañar la exhibición de sus films y hacerse presente en las funciones de la sala Lugones.
Nacido hace 42 años en San Petersburgo y de creciente reputación en festivales internacionales (en varios de los cuales sus películas han resultado premiadas), el nombre del realizador ha comenzado a sonar hace poco. Formado en los Estudios de Cine Documental de Leningrado (cuando la ciudad todavía se llamaba así), desde la caída del régimen soviético, Kossakovsky ha pasado a ser el director de ese centro fílmico. Iniciado como realizador a comienzos de la década pasada, Kossakovsky ha sabido aprovechar la accesibilidad y practicidad del formato video para construir una obra compacta, integrada por cortos, medios y largometrajes, que podrá verse completa en la sala Lugones. La retrospectiva incluye su película más reciente, que es la que ha disparado la fama del cineasta. Se trata de Tishe! (onomatopeya que representa el silencio, en ruso), tour de force que cerrará el ciclo, el martes próximo.
Enteramente muda (salvo la palabra que da título a la película, y que es lo único y lo último que se oye en ella), Kossakovsky filmó Tishe! sin mover la cámara del balcón de su casa, en San Petersburgo. Extraño documental que funciona, durante largos tramos, como comedia sin palabras, Tishe! tiene lugar durante los preparativos para la celebración de los 300 años de la fundación de la ciudad. Esperando el acontecimiento, cuadrillas municipales recorren las calles, procurando repararlas. Una de esas cuadrillas va a parar frente a la casa del realizador, con la intención de tapar un bache. Pero por lo visto (y dándole a la película una atmósfera casi argentina) no lo hacen con demasiada pericia. Por lo cual, durante hora y media se repite –como en un gag de Jacques Tati– la misma escena: la llegada del camión, las paladas y apisonamiento, y a volver a empezar.
Acentuando el efecto cómico, Kossakovsky acelera la cámara y acompaña esas escenas con música de pianola, como si se tratara de una comedia slapstick. El cineasta ha descripto la película como “film accidental”, jurando que se encontró de casualidad con una escena que daría toda la sensación de haber sido montada. Pero la disposición para el hallazgo casual no es nueva en él. En El otro día, corto de 10 minutos que se verá hoy en la Lugones, se topó con el cadáver de un hombre en la plaza de San Petersburgo y filmó las reacciones de la gente que pasaba por allí. De modo semejante, en Belovy –que también se proyecta hoy– Kossakovsky se hace lugar en la intimidad de dos viejos hermanos campesinos que viven regañándose, llegando al punto de registrar las amenazas de muerte que el hombre le hace a la mujer. “¡Las cosas que me decís delante de la gente que nos filma!”, lloriquea la señora, avergonzada.
Otra constante en los documentales de Kossakovsky es su frecuente apariencia ficcional. Hasta el punto de que rozan, en más de una ocasión, géneros cinematográficos clásicos. Así como Tishe! parecería una comedia muda y Belovy podría verse casi como una home movie, Sasha y Katya (mediometraje que cierra el tríptico Te amaba - Tres romances) es un increíble melodrama amoroso ... entre chicos de jardín de infantes. El rompecorazones más precoz de la historia del cine, Sasha le informa a la pobre Katya que dejarán de ser “amigos”, lo cual desencadena en la niña una crisis de melancolía digna de Greta Garbo. A su alrededor pululan las intrigas amorosas y los triángulos, celos y chantajes afectivos entre locos bajitos, convirtiendo a ese parvulario de San Petersburgo en réplica fiel del más recargado (y emotivo, por cierto) culebrón televisivo.

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Los documentales de Victor Kossakovsky manifiestan una casi constante apariencia ficcional.
 
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