ESPECTáCULOS › UN EMOCIONANTE HOMENAJE AL DRAMATURGO EN EL TEATRO SAN MARTIN

Salud al teatro, con T de Tito Cossa

Interpretando fragmentos de algunas de las obras de Cossa que marcaron a fuego las últimas décadas, los actores rindieron su tributo, a casi cuarenta años de su primer estreno teatral.

 Por Silvina Friera

Las obras de Roberto Cossa nunca fueron complacientes ni políticamente correctas. Como un investigador que examina los virus que dinamitan la salud, Cossa ausculta los síntomas políticos para comprender las consecuencias sociales, para iluminar los padecimientos y humillaciones cotidianas, fiel a esa combinación vocacional de periodista que escribe teatro. El escritor Osvaldo Soriano, que prologó el primer tomo de obras completas de este dramaturgo mítico para el teatro argentino, sintetizó la esencia de El viejo criado, escrita en 1980: “Toda la miseria argentina está allí: el autoritarismo, la mentira, la ceguera histórica, la estupidez, la ignorancia, la prostitución de los valores éticos y morales. Con una lucidez implacable, a través de una bella metáfora, Cossa pasa revista a la Argentina de este siglo y muestra el encierro y pasividad que incuban el germen de la tragedia de hoy”. En el homenaje a uno de los dramaturgos más importantes de las últimas décadas, “Teatro con T de Tito”, Luis Brandoni, Alfredo Alcón, Lito Cruz, Hugo Arana, Hugo Urquijo, Jorge Marrale, Carlos Gorostiza, Juan Manuel Tenuta, Horacio Verbitsky, Roly Serrano, María Cristina Laurenz y José María López, entre otros, transformaron la sala Casacuberta del teatro San Martín en un bar de compinches y camaradas, por donde circularon representaciones de algunas de sus piezas, proyecciones de las obras que fueron llevadas al cine y lecturas de distintos artículos periodísticos, entre ellos “¿Qué hago aquí?”, publicado el año pasado en la contratapa de Página/12.
A casi 40 años del estreno de su primera obra, Nuestro fin de semana (1964), el teatro de Cossa, como señala Kive Staiff en el programa de mano, posee la pertinaz virtud de haber conseguido “agarrar la verdad por la cola”, no sólo en esta pieza debut sino en el resto de su extensa producción dramática como Los días de Julián Bisbal, La nona, No hay que llorar, Gris de ausencia, Ya nadie recuerda a Fréderic Chopin, El tío loco, Yepeto y De pies y manos, considerada por el propio autor como la mejor de sus obras. Luis Brandoni arrancó con un parlamento de La ñata contra el libro, pieza escrita en 1966, que subraya las contradicciones de un personaje al que “le cuesta mucho encontrar lo popular”. Mezclado con los espectadores de la primera fila, espiando el devenir escénico, Cossa observaba las representaciones como si fuera otro el autor, como si esas voces que dialogan y confrontan ya no le pertenecieran porque el lenguaje de esas criaturas, incluso ellas mismas, se han transformado en propiedad colectiva de los argentinos. La consecuencia directa de esta apropiación es la vigencia de muchos de los dilemas esbozados en sus piezas, como en Tute cabrero (filmada en 1968), una radiografía feroz de la cobardía y “el sálvese quién pueda”, protagonizada por Pepe Soriano, Juan Carlos Gené y Brandoni. Tres personajes de generaciones diferentes deben resolver el problema que les plantea la empresa para la que trabajan: es necesario reducir la cantidad de personal y uno de ellos debe irse.
Cossa, que nació en 1934 en Villa del Parque, pasó por las redacciones de diversos medios gráficos como Clarín, La Opinión, El Cronista Comercial y fue corresponsal “clandestino” de Prensa Latina, la agencia cubana de noticias. Hugo Arana lo definió como un “cronista frente a lo que tiene que relatar”. El público festejó el humor de uno de los artículos –leído por Arana–, en donde Cossa reflexiona sobre una curiosa declaración de amor de una pareja joven: “Te amo, boludo”. Testigo implacable de ese viaje en subte que lo transportaba hacia una estación del idioma, extraña y desconocida, Cossa advierte que le causa escozor pensar que le están cambiando el idioma cotidiano. “¿Se puede amar a un boludo?”, se pregunta. Otro gigante del teatro, Carlos Gorostiza, evocó la trascendencia del movimiento teatral que resistió a la dictadura militar, especialmente luego de la primera función: “Era una cancha de fútbol, el público se puso de pie y gritaba ¡teatro abierto, teatro abierto!”. Aunque Pepe Soriano no pudo representar en vivo y en directo el parlamento del abuelo, entrañable personaje de Gris de ausencia, pieza que se estrenó para Teatro Abierto, dejó grabado ese conmovedor monólogo inicial en el que el abuelo (que nació en Italia, emigró a la Argentina y luego regresó a su país de origen) está tan desarraigado que confunde los lugares: “Cucá osté, don Pascual. Spada e triunfo. Termenamo el partido e dopo no vamo a piazza Venechia, ¿eh? Agarramo por Almirante Brown... cruzamo Paseo Colón e no vamo a cucar al tute baco lo árbole”.
De la pantalla al escenario devenido en bar, los amigos se sucedieron para recordar, como lo hizo Verbitsky, los momentos de esperanza y protesta que los unieron en distintas circunstancias. El columnista de Página/12 le agradeció al dramaturgo que “no haya cambiado, que siga creyendo en las mismas cosas y viviendo de la misma manera, que mantenga la dignidad de decir no”. Finalmente, Alfredo Alcón arremetió con la lectura del monólogo Definitivamente, adiós, que se estrenó recientemente en el marco del Festival Internacional de Teatro, en el que Cossa repasa las historias de exilios de una familia. “El bisabuelo luchó en la guerra en España y lo mataron los fascistas, y el abuelo luchó en la guerra en la Argentina, pero salvó su vida y se vino a España.” El bisnieto, con la ingenuidad de un niño de 7 años, le pregunta a su padre por qué peleaban. “Bueno... peleaban por sus ideas”, responde el padre. “¡Qué jodones!”, concluye el niño. Sin esa boina tan tanguera, con un traje gris y la emoción entrecortándole la voz, Cossa subió al bar-escenario, se abrazó con los amigos y, como sabía que la impresión lo iba a dejar mudo (justo a él que puso miles de frases en boca de sus personajes), sacó un papel del bolsillo y leyó despacio, midiendo cada palabra.
“¿Cómo se construye el destino del ser humano? Con los otros. ¿Quiénes fueron mis otros, quiénes son mis otros? Nací en una casa de clase media de Buenos Aires; buena comida, cama caliente y mucha ternura. Una infancia feliz. Tempranamente me pusieron en mis manos una novela de Alejandro Dumas y un disco de Juan Sebastián Bach. Y escuché hablar de socialismo. Para mi padre, que era un trabajador, el socialismo significaba solidaridad, amor por los otros, ninguna otra cosa. Como en el tango dejé la casa de mi infancia”, recordó Cossa. “En mi primer oficio, el periodismo, y después en el teatro me crucé con muchos otros. Caminamos juntos en un país que todavía se rehúsa a convertirse en una comunidad civilizada, atravesamos el horror y dejamos miles de mártires, que también son mis otros”, dijo el dramaturgo, que terminó agradeciendo a los actores por su talento para convertir a los personajes que inventó en un hecho poético arriba del escenario.

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Estuvieron Urquijo, Gorostiza, Verbitsky, Brandoni, Marrale, Alcón, Cruz, entre otros.
 
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