ESPECTáCULOS › LOCOMOTION PROPONE SU PROPIO “MARATON DEL AMOR”
La pantalla se tiñe de rosa
Poemas y “pedidos de mano” se suceden en la cruzada que ideó la señal de cable para imponer aquí el festejo de San Valentín.
Por Julián Gorodischer
Les gusta ser empalagosos en el Día de San Valentín, que ahora también impone su “poesía” en la Argentina. Durante años estuvimos liberados de esos corazones burdos que se regalan en el Norte, pero ahora, cada 14 de febrero, algunos diarios proponen anunciar un mensaje de amor, y el canal Locomotion también se suma con su Maratón del amor (hoy, desde las 20) para que nadie se quede sin probar la última obsesión del participante: declararse por la tele. Se trata de un chorro de mensajes que se emite en forma de continuo, intercalado con capítulos alusivos de South Park, Ren y Stimpy y el film de animé If I See you in my Dreams. Cuatro mil personas mandaron sus leyendas por Internet, casi siempre poemas cursis o pedidos de noviazgo y matrimonio. De los doscientos seleccionados, “más de la mitad –cuenta Rodrigo Piza, gerente de Locomotion– llegaron de la Argentina, donde empieza a instalarse la tradición de San Valentín”. Desembarca, pues, el paraíso del “amor de diseño”: la pantalla de Locomotion en rosa, el logo corazón gigante de tipo ovalado, música de fondo del grupo Miranda y, claro, las ocurrencias de estos nuevos románticos. “Monstruo-pichurraco-te-amo-con-locura-mi-monstruito-pichurrín”, entre tantos.
El amor se expresa con palabras congeladas, siempre repitiendo unas pocas claves rendidoras: pedir la formalización del compromiso (“¿serías mi esposa?”, de Mario, Colombia), o el soneto (“...si amarte fuera pecado, tendría el infierno ganado”, de Nathanel, Perú), o la onomatopeya, que insiste como uno de los favoritos de la expresión del amor en Locomotion (“Chuic chuic”, de Daniel, Argentina). Algún creativo quiso destacarse por la negativa y envió su diatriba: “Te detesto, cómo pudiste cambiarme por otro” (Guillermo, Guatemala). Y una histérica del montón reclama, contradictoria y después de enviar su mensaje: “Basta de mirar Locomotion, mirame a mí”. A todos los une el deseo de que otros se enteren de lo que sienten, en un exhibicionismo alentado por los ejecutivos de cuentas, siempre agradecidos a las efemérides. “A la gente le gusta participar: hoy es amor, mañana es Navidad –admite Piza–. La audiencia se mete en las cosas locas que les proponemos.”
Siguen los mensajes, hasta llegar a uno austero: “Te quiero”, firmado por (oh sorpresa) el cineasta Fernando Sarmiento, creador de la prometedora Girl-Boy que filmó cuando tenía 16 años, y que pudo verse y aplaudirse en el último Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. ¿Qué hace Fernando Sarmiento dedicando en Locomotion un mensajito a su novia por el Día de San Valentín? Se le consultará directamente al director más joven de la escena indie: “Le escribí a mi novia en código, llamándola con el apodo que sólo conocemos nosotros dos: Goga. Lo hice porque es una experiencia inusual y me dieron ganas. No estaba dirigido al resto de la gente, va en código y sólo para ella. En mi familia hay una tradición con esta fecha: mis viejos se conocieron un 14 de febrero en un boliche de San Isidro. Vean la peli, eh, se va a pasar por el canal”. Detrás vienen los agradecimientos: plegarias por la “gracia” de estar juntos, el amor romántico concebido como entidad celestial.
Angelitos, pichurrines, cositas y hasta ¡ponies!, se suceden en las dedicatorias. Después de un rato generan una espiral de violencia que, por suerte, la pantalla acompaña: “Te odio”, en un intrigante texto breve de autor anónimo. El resto es lo de siempre: “Ojalá disfrutes al leerte en este maratón”, dice un tal Fire Start, en el colmo del Narciso: escribir, verse y hacerse leer sólo para reconocerse a sí mismo. El colmo del amor contemporáneo se lee en el mensaje de Karen, de la Argentina: “Te amo... soy Karen (P.D.: la prima de Tati y Facu)”. Y la marca del arrepentido se ubica en el de Arturo, un mexicano: “Eres muy linda conmigo a pesar de cómo te trato”. En Locomotion señalan que, entre tantos mensajes, dieron prioridad a los pedidos de mano y a los textos que no fueran groseros ozafados. De hecho, en pantalla no se lee ni una sola referencia a propuestas sexuales. Ni tampoco dedicatorias entre hombres o entre mujeres. Siempre es bienvenida una cuota de autopromoción: “Nos encontramos en un rato –en el final– para ver juntos el maratón”.