ESPECTáCULOS
Cómo construir un puente sostenido por la palabra
Estela de Carlotto, Hebe Uhart, Leonor Benedetto, Lito Cruz, Juan Palomino y Juana La Rosa, entre otros, pusieron su voz para el homenaje que tomó cinco bares de la plaza Cortázar, en Palermo.
Por Silvina Friera
El año Cortázar empezó del lado de acá, en Honduras y Serrano, y del lado de allá, en la Universidad de Guadalajara, una coincidencia análoga al gran juego que propuso el autor de Rayuela. Unos tiran la piedra y juegan a recordarlo a 20 años de su muerte. Otros prefieren interpretarlo, pero todos parecen coincidir en que la literatura cortazariana es un puente vivo de hombre a hombre. Y, como advertía Oliveira, “un puente no se sostiene de un solo lado”. Cinco bares del barrio de Palermo (Prólogo, Malasartes, Bar Abierto, Crónico y El Taller) funcionaron como soportes de las lecturas y charlas organizadas por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad. La Plaza, en cambio, fue el refugio para los amantes del jazz, con Alejandro Moro Cuarteto y The Swing Timers, dos bandas que interpretaron temas evocados en Rayuela, El perseguidor y La vuelta al día en 80 mundos. En Malasartes, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, la escritora Hebe Uhart, la actriz Leonor Benedetto, los actores Lito Cruz y Juan Palomino y la narradora Juana La Rosa, a cargo de la coordinación, iniciaron sus lecturas, y con cada fragmento fueron reconstruyendo las pequeñas piezas de un Cortázar mayor.
Uhart, autora de El budín esponjoso, Guiando la hiedra y Del cielo a casa, entre otros, arrancó con las humorísticas misceláneas de Historias de cronopios y de famas. La escritora, por su afinidad con el humor cortazariano, leyó El diario a diario con un tono pícaro e ingenuo, para que los oyentes pudieran captar las excitantes metamorfosis que sufre un diario que, finalmente, sólo sirve para empaquetar medio kilo de acelga. La seguidilla se prolongó con Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, Costumbres de los famas y Viajes. Algunas sonrisas se dibujaron en los rostros más jóvenes, la mayoría del público que llenó los bares y la plaza, cuando escucharon el final de Preámbulo...: “No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. Palomino explicó por qué eligió Casa tomada, cuento que integra Bestiario. “Hace 20 años estaba viajando a mi trabajo en el hospital Melchor Romero, en una línea de La Plata, la 561, cuando me enteré de la muerte de Julio Cortázar. Apareció en mi mente la imagen de una obra de teatro sobre este cuento, tan importante y tan particular. Fue una versión que hizo Isabel Echeverri, que era mi profesora de técnica del movimiento en la escuela de teatro de La Plata. Me gustaría recordarla a ella y a Julio”, señaló el actor.
La desacralización de la “argentinidad” –“pedacitos de escarapela y Febo asoma”– llegó en la voz de Lito Cruz, con Un tal Lucas. “Me interesa porque hace una diferencia entre su patrioterismo y su patriotismo. Son cosas que hablamos todos los días, pero que él las nombra de una manera muy hermosa”, comentó el actor. Carlotto arremetió con Nuevo elogio a la locura, publicado en La República de París el 19 de febrero de 1982. “Lo conocí por primera y única vez a Julio Cortázar en Nueva York. Por entonces, ya era una Abuela de Plaza de Mayo que recorría el mundo para denunciar las atrocidades en la Argentina, y nos habíamos juntado con otras personalidades solidarias y esclarecidas”, recordó Carlotto. “Me tomo el atrevimiento de leer algo que nos concierne a las Abuelas y a las Madres de Plaza de Mayo, con un poquito de falta de humildad, porque Cortázar en estas líneas nos está recordando.”
El microclima que generaron los textos políticos culminó con Carta abierta a la patria, que Cortázar escribió en 1955, y que Leonor Benedetto decidió recuperar, tal vez para comprender el desgarramiento interior de un escritor que siempre extrañó a la Argentina, aunque la sintiera como un “pobre país de sombras, lleno de vientos, de monumentos, de esperpentos”. La narradora Juana La Rosa confesó que en su repertorio de cuentos notiene incorporado a Cortázar porque “sus palabras son tan preciosas que les tengo harto respeto”. A cargo del cierre, La Rosa hizo un giro de ciento ochenta grados con el capítulo 7 de Rayuela, Toco tu boca, llamado así por los lectores. “En mi adolescencia hubo una etapa en que no tenía ganas de leer, pero Cortázar me sacó de ese letargo”, agregó la narradora. Si viviera, el escritor que odiaba los homenajes se burlaría del excesivo fervor de muchos funcionarios que son descendientes directos de Alfonsín. El ex presidente nunca recibió oficialmente a Cortázar en su última visita al país, en noviembre de 1983. Ahora todos se desesperan por recordarlo.