ESPECTáCULOS › “EL NÜREMBERG ARGENTINO”, EL DOCUMENTAL DE MIGUEL RODRIGUEZ ARIAS SOBRE EL JUICIO
Una visita al espanto de la dictadura
Si bien por momentos parece más un repaso de los años de plomo que un documento sobre el Juicio a las Juntas de 1985, el film ayuda a seguir cimentando aquello que, aun hoy, sigue siendo necesario: la memoria.
Por Martín Pérez
Caminando lentamente, el ex fiscal general Julio César Strassera ingresa en la vacía sala de audiencias del tribunal donde se llevó a cabo el Juicio a las Juntas militares. Así comienza El Nüremberg Argentino, documental del investigador y realizador televisivo Miguel Rodríguez Arias basado en aquel juicio histórico que se llevó a cabo diecinueve años atrás. Y cuya última imagen es, precisamente, la de Strassera retirándose de la misma sala, caminando también en silencio y lentamente. Entre una y otra caminata, el trabajo de Rodríguez Arias recorre el juicio y también la historia, narrándolo todo con impecables imágenes de archivo y testimonios de los protagonistas del juicio, de espaldas a la cámara –y frente al tribunal– a la hora de rendir su testimonio histórico. Pero también de frente a la cámara de Rodríguez Arias, al recordarlo todo dos décadas más tarde.
Galardonado con el Premio Iberoamericano Rey de España por Las patas de la mentira y premiado con el Konex por una década de trayectoria como documentalista, Rodríguez Arias comenzó a grabar imágenes de la TV con el fin de la dictadura militar y el advenimiento de la democracia. El antecedente ineludible a la hora de realizar esta película fue el documental sobre el juicio realizado en su momento por Carlos Somigliana, que debió emitir Canal 7 pero el gobierno de Alfonsín decidió que no estaban dadas las condiciones políticas para hacerlo. Una de las primeras cosas que sorprenden al recorrer el metraje de El Nüremberg Argentino es que las imágenes y testimonios que podían resultar “desestabilizadores” veinte años atrás resultan hoy incluso algo moderados a la luz de revelaciones posteriores. Y hasta ciertas condenas judiciales aparecen como sorprendentemente bajas –la absolución de culpa y cargo de Galtieri, por ejemplo– si se tiene en cuenta la condena que parece haberle otorgado la sociedad en su conjunto con el correr de los años.
Considerado como un hecho inédito en la historia argentina y latinoamericana, el Juicio a las Juntas militares se llevó a cabo entre el lunes 22 de abril de 1985 y el 9 de diciembre de ese mismo año. Setecientos nueve casos fueron presentados por la fiscalía durante 17 semanas, antes de pasar a los alegatos finales y las condenas. Según el testimonio del ex camarista federal León Arslanian, el día a día del juicio generaba en la sala una sensación de “asfixia, cansancio y abatimiento”. Un sentimiento que en el documental de Rodríguez Arias aparece moderado por la decisión de contar la historia oscura de la dictadura a partir de aquellos testimonios judiciales, y no al revés. A pesar de que muchos de los momentos más reveladores de la película vienen de la mano del material de archivo de los años de plomo, hay que señalar que la gran deuda del documental de Rodríguez Arias es que durante muchos momentos parece un repaso a grandes rasgos de la historia de la dictadura y no lo que promete ser, un documental sobre el Juicio a las Juntas.
Sin tomar grandes riesgos ni ahondar en contradicciones, El Nüremberg... es un trabajo muy básico, casi un especial televisivo antes que un estricto documental cinematográfico. Salvo la insistencia en compararlo con el juicio de Nuremberg, muy poco es lo que se discute o explicita sobre el mecanismo del juicio en sí, algo que sucede sólo hacia el epílogo de la película. Incluso, por momentos, da la sensación de que el poder de las imágenes del acontecimiento histórico que justifica el título se va diluyendo con el correr del metraje, con la inclusión de las imágenes de archivo, o los abundantes testimonios actuales. Algo que recién se alcanza a subsanar cuando llega el momento de los alegatos finales, las defensas de los acusados y la lectura de las condenas. Es entonces cuando las imágenes documentales, cuyo poder ha sido diluido por la irrupción de la historia con mayúscula y por un tratamiento algo televisivo, pasan a ser histórica y emotivamente contundentes. Y se vuelve a escuchar como aquella primera vez el Nunca más como cierre del alegato final de Strassera, que es respondido por una ovación que obliga a desalojar la sala. Y se ve cómo con el público también salen los acusados, no sólo de la sala sino también de la historia.