ESPECTáCULOS › TEATRO
El teatro tuvo su fiesta en el interior del país
Desde Rafaela
Ciudad santafesina de 90.000 habitantes y cinco salas teatrales, Rafaela se propuso –casi a último momento– como sede de la Fiesta Nacional del Teatro. En los diecinueve años en que se organiza este evento, es la primera vez que una ciudad del interior –sin la magnitud de Rosario o Mar del Plata, anfitrionas de ediciones anteriores– se convierte en epicentro del mayor encuentro teatral del país. Los rafaelinos han respondido de la mejor manera a esta edición que finaliza hoy: colmaron las salas y agotaron entradas.
En este encuentro que organiza el Instituto Nacional del Teatro se observó un desarrollo considerable de la producción de provincias y se vieron buenos trabajos provenientes de Rosario y la capital. Otros destacados fueron La moribunda, de Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, por el grupo rionegrino Acorralados, y Gorka, un frío como el agua... seco, de Vicente Zito Lema, por los correntinos de Raíces, dirigidos por Susana Bernardi. Ars higiénica, dirigida por Ciro Zorzoli, y Foz, una puesta de Alejandro Catalán, representaron con excelencia a la Capital. Sobresalieronn además Marionetasrubenorsini, del marionetista rosarino Rubén Orsini, y el grupo rosarino Hijos de Roche, que dirige Romina Mazzardi Arro, con Hasta la exageración, sobre una mujer secuestrada a la espera de que su captora la libere. La obra retrató, a través de dos actuaciones notables, un modelo perverso de relación posible entre una madre y su hija adolescente.
Si bien hay ciudades –como Rosario, Mendoza, Tucumán o Córdoba– que poseen un teatro en constante renovación, otras, por aislamiento o por carecer de formaciones estables, generan obras que, en términos dramatúrgicos y actorales, se encuentran aún en vías de desarrollo. Página/12 dialogó con directores del noroeste y de la región patagónica acerca de si es posible hablar de un perfil regional del teatro argentino, así como de los referentes teatrales que en cada caso funcionan como modelo a seguir. Nacida en Buenos Aires pero residente en General Roca (Río Negro), la directora Lili Presti afirma que las asistencias técnicas del INT tuvieron la virtud de “corroborar que los grupos de la región patagónica estaban bien encaminados, manejando recursos genuinos”. A pesar de haber elegido en esta oportunidad un texto de la capital (La moribunda), la directora se resiste a tomar al teatro de Buenos Aires como el paradigma a seguir. Sólo unos pocos creadores, como Luisa Calcumil y Rafael Teixido, toman historias regionales: los demás grupos reflejan otras realidades locales.
Para la santiagueña Analía Valentín –codirectora, junto a Muñeca Villalba del grupo “Yo, casta”, que presentó la obra de Mercedes Farriols De todo lo que no se ve–, “el teatro porteño es para nosotros un referente de la heterogeneidad teatral, pero no pesa más que los teatros que vemos de las otras provincias”. En su opinión, “lo regional está asociado a lo telúrico y hay quienes se extrañan de que nosotros, como grupo, no hagamos el teatro del patio criollo, un tipo de espectáculo hilvanado a partir de la chacarera y el cuadro de baile”. Sin rechazar ese esquema tradicional, aclara que su grupo apuesta a “una búsqueda de lenguajes innovadores”. Por su lado, el director y dramaturgo tucumano Manuel Maccarini, que se formó en Buenos Aires, vivió en Catamarca y vive en Jujuy, reivindica “lo que tiene que ver con lo propio, que produce en el público una identificación inmediata”. En concordancia con esta postura, un elenco jujeño lo convocó para presentar una versión suya del Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez. La puesta reunió elementos del circo criollo, “conjugando a la vez recursos espectaculares con la intención de provocar un acto político, de denuncia y confrontación”.