ESPECTáCULOS › ROSARIO FLORES PRESENTA UN SHOW EN EL GRAN REX
La Rosarito de la Faraona
Hija de Lola Flores y el Pescadilla, se crió en un ambiente gitano, que preserva en su último disco, De mil colores.
Por Karina Micheletto
Rosario Flores supo hacer lucir los rasgos duros de su rostro y las curvas profundas de su cuerpo en aquella recordada torera que entró en coma en el film de Almodóvar Hable con ella. Aunque acepte que disfruta haciendo cine, ella aclarará todas las veces que sea necesario que la actriz es, en realidad, una excusa para llegar a la música. Que su vida pasa por cantar y bailar. La hija de La Faraona Lola Flores y el Pescadilla Antonio González (el inventor de la rumba catalana) se crió en un mundo que supo sumar musicalmente al de la cultura rock y la música negra, y a géneros como la rumba, la bossa o el funk. En eso abunda su último disco, De mil colores, en el que sobresale la figura del Ketama Antonio Carmona, y que la gitana presentará este lunes en el Gran Rex.
–En su último disco recorre varios ritmos, pero sobresale la música brasileña. ¿Por qué?
–Salió así, tampoco es que pienso tanto mis discos. Yo siempre me he identificado bastante con la música brasileña, desde mi primer disco. En De mil colores influyó mi encuentro con Carlinhos Brown; después del gran éxito del Grammy estuve en Brasil con él y me invitó a cantar ese tema tan bonito suyo (Jura de samba). Así que allí mismo quise tomarlo para grabar. También me interesan otros ritmos como la rumba cubana antigua, que tienen mucho que ver con nuestra rumba flamenca. Y con mi origen familiar, porque mi padre versionó algunas cosas cubanas. Todo ese mejunje que me ha ido surgiendo con lo que iba escuchando a mi alrededor es lo que vuelco en mis discos. Por eso nunca pueden salir uniformes.
–¿Por qué decició incluir un tema tan representativo del repertorio de su madre como Los tangos de mi abuela?
–Casi siempre que me faltan temas de la rumba pa’ lante recurro a mi familia, que sé que nunca me va a fallar. Siempre me han hecho mucha gracia esos tanguillos que hacía mi madre. Por eso pensé que podía hacer una versión bonita a mi manera, y pasármela bien en directo. Y así fue.
–Como actriz, ¿le costó sacarse de encima el papel de la torera de Hable con ella?
–Aquella fue una experiencia muy bonita, pero en cuanto se terminó la película se fue desvaneciendo. Yo no tenía mucho que ver con ese papel.
Ahora me encantaría poder compaginar mi carrera con el cine, pero de momento no tengo ninguna propuesta. Aunque tengo en claro que en mi vida lo primero es la música. En realidad, yo hago cine para cantar.
–En muy poco tiempo usted sufrió la pérdida de su madre, su padre y su hermano. ¿Qué es lo que más extraña de ellos?
–Todo. Echas de menos su presencia, y eso es todo. Te falta la energía, la fuerza que tenían y que te transmitían, cada uno a su manera. A Lola la extraño de todos lados: como madre, como ser humano, como artista genial, como el ser excepcional que era. De todas formas, hay algo que queda, una esencia que ellos te dejan. Y eso hace bien.
–A usted le ocurrió algo que viven pocas personas en el mundo: es famosa desde el momento en que nació. Descríbanos los pros y contras de esa condición.
–A ver... Entre la parte mala y la parte buena, la verdad que la vida me ha compensado. He nacido en una familia muy libre, como buenos gitanos. Mi madre me enseñó cosas que me sirvieron a la hora de distinguir qué era más importante. Y siempre he tenido en claro que ser famosa estaba bien, siempre y cuando no se cruzara con mi libertad. En este lío he pasado por todo: que se rían de mí, que se metan conmigo... Ser la hija de Lola Flores en España era ser “la princesita”. Yo tenía catorce años y los niños me vacilaban con eso: “La Rosarito, la Rosarito”... No me la pasaba muy bien. Pero a lo largo de la vida vas atravesando un montón de experiencias, mejores y peores. Y en el balance no hay nada de qué quejarse: todo el amor que me da el público y la inmensa ola de amor que dejó mi madre. Yo me subí por primera vez a un escenario al lado de ella.
–¿Qué recuerda de esa primera vez?
–No tengo un recuerdo exacto de la primera vez, era muy pequeñita, tendría cinco, seis años. Cuando Lola hacía giras de teatro, los últimos días siempre tenía invitados, y por ahí me llevaba a mí. Lo que sí me quedó grabado es una noche en que giré la cabeza hacia el costado y allí estaba ella, mirándome entre bambalinas, llorando. Ya bailaba mucho, igual que ahora, siendo pequeña. Mi madre me llevaba a las fiestas y me enseñaba a sus amigos: “Miren, vean lo que hace la Rosarito”.
–¿A quién votó en las últimas elecciones presidenciales españolas?
–No pude votar porque estaba en Miami. Pero hubiera votado a los socialistas, para que nos sacaran de la guerra. En España hemos vivido un horror, y todo por estar metidos en una guerra injusta que no nos incumbe ni nos importa. Tampoco pude participar en las marchas que se hicieron reclamando paz, porque ya estaba de gira por América. Pero hubiera ido, yo soy de los que se echan a la calle, si hay que luchar, se lucha.