EL MUNDO › LA UNION AMPLIO SUS FRONTERAS CON EL INGRESO DE DIEZ NUEVOS PAISES
Europa se agrandó uniendo al este y al oeste
El bloque europeo vivió ayer una histórica ampliación, con diez nuevos países para una Europa de 25 miembros. Se sumaron los bálticos, Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Malta y Chipre. Se
pone fin a la escisión “este” y “oeste”.
Por Eduardo Febbro
Página/12
en Francia
Desde París
Después de una noche de festejos y conmemoraciones de toda índole, Europa se despertó ayer más grande de lo que era hasta el mes de abril. Los 15 países de miembros de la Unión Europea pasaron a ser 25 con el ingreso a la UE de diez nuevos miembros: Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Malta y Chipre. La ampliación en bloque de estos diez Estados representa la apertura más amplia que haya conocido la historia de la Unión Europea. El acontecimiento, saludado en cada una de las capitales de la Unión, tiene un alcance mucho más simbólico que la precedente ampliación de 1995, cuando se integraron Austria, Suecia y Finlandia. La Europa con 25 miembros tiene además un significado tanto más grande cuanto que la llegada de estos países –8 de los diez son de Europa del Este y de tres de ellos son ex miembros de la ex Unión Soviética– marca el fin de la separación entre las europas del este y el oeste.
El reencuentro entre las dos Europas deja en la historia los antagonismos y las divisiones de la Guerra Fría. Más de diez años después de la caída del Muro de Berlín y luego del agitado intermedio de la reunificación entre las dos Alemanias, el Viejo Continente ha formado un bloque que inicia una nueva era. La población de la Unión se incrementa con unos 75 millones de habitantes, 39 de los cuales pertenecen a Polonia, el más importante de los nuevos miembros. En adelante, la UE tendrá 450 millones de habitantes repartidos entre los Estados bálticos y el Mediterráneo. En un mensaje difundido el viernes a medianoche en Bruselas, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, señaló eufórico que, para él, “la ampliación es la obra maestra política de la Unión.
Momento mucho más fuerte fue el que protagonizaron ayer los jefes de gobierno de Alemania, Gerhard Schroeder, de Polonia, Leszek Miller, y de la República Checa, Vladimir Spidla. Los tres dieron vuelta una dolorosa página de sus respectivas y encontradas historias izando la bandera europea en la frontera entre los tres países. La ampliación de la Unión Europea “permite sobrepasar definitivamente las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial”, dijo el checo Vladimir Spidla.
La única mancha de esta incorporación es Chipre. Los chipriotas se aunaron a la Europa de los 25 divididos entre la parte turca y la parte griega. El referéndum sobre la reunificación de la isla fue rechazado masivamente por una sociedad que, en contra de los principios motores de la construcción europea, es decir, la reconciliación entre los pueblos, decidió permanecer dividida. Los 14 años que fueron necesarios para abrirles las puertas a los Estados recién incorporados sirvieron antes que nada para permitir que esos países llevaran a cabo las transformaciones políticas y económicas necesarias.
La tarea fue titánica. Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Malta y Chipre tuvieron que transcribir en su derecho nacional las 83.000 páginas de las reglas sociales, políticas, administrativas y económicas oriundas del comunitarismo europeo. Sin embargo, si la cifra que conforma la nueva Unión es importante, ello no implica que el pese específico sea equivalente. El peso económico de los 10 países ingresados es prácticamente inexistente. En su conjunto, el PBI de los 10 Estados comunitarios apenas alcanza al de Holanda. Ese es precisamente el dato que los analistas ponen de relieve por encima de los festejos. Nunca hasta hoy la disparidad entre las riquezas de los Estados miembros de la UE había sido tan enorme. Las fronteras que cayeron ayer son únicamente institucionales. Queda en pie la frontera de la riqueza y los 10 paísescuentan con las ayudas de la Unión Europea para, al igual que España o Irlanda, impulsar sus economías y el desarrollo.
Más allá de las frases y los actos simbólicos, perdura un serio problema de funcionamiento de las instituciones europeas. La ausencia de una Constitución pensada para una Europa acrecentada provocará “enormes dificultades”, según advirtió el primer ministro irlandés Bertie Ahrem. Los 25 estados fijaron la fecha del próximo 17 de junio para llegar a un acuerdo sobre la Constitución. Sin embargo, para que sea válido, el texto tiene que ser ratificado por cada uno de los 25 países miembros y muchos temen que si un solo país la rechaza todo el proceso se bloquee. Pero con o sin Constitución, a fuerza de compromisos y de una voluntad política inquebrantable, los europeos empezaron el siglo XXI bajo el signo de la unión y no de la guerra.