ESPECTáCULOS › “PADRE SOLTERO”, DEL ESTADOUNIDENSE KEVIN SMITH
Extrañando la independencia
Por H. B.
Empiezan haciendo películas personales y terminan engullidos por la gran industria. Tal parece el sino fatal de los realizadores independientes estadounidenses, desde Steven Soderbergh hasta los mismísimos hermanos Coen. Con Padre soltero, Kevin Smith parece seguir el derrotero de sus hermanos mayores. Menos conocido, siempre con un público más de ghetto que aquéllos, el treintañero Smith había sabido narrar el spleen adolescente y juvenil en películas como Clerks y Mallrats, del mismo modo en que, más tarde, supo documentar –en Chasing Amy/La otra cara del amor– el conflicto entre la eterna soltería y el compromiso amoroso. Con Padre soltero, Smith parece entregarse definitivamente al cine de fórmula, filmando una comedia para todo público que ni siquiera satisface en sus propios términos.
Smith da el paso a la madurez cinematográfica (en su sentido más restrictivo y castrador) de la mano de dos viejos amigos. Uno no es otro que el todopoderoso productor Harvey Weinstein, que siempre lo bancó y ahora lo hace encajar en el molde de lo que sólo con mucha perversidad podría entenderse como “cine adulto”. El otro es Ben Affleck, actor fetiche de Smith desde sus comienzos. Bajando un escaloncito desde su sitial de superestrella, Ben le da a su viejo amigo una “mano” que más parece un abrazo de oso. Producida por la propia compañía del realizador y guionista, ni siquiera la excusa de la película de encargo ampara a Smith en Padre soltero, que pasará a la historia con el dudoso honor de tratarse de la última que filmaron juntos Affleck & Jennifer López. De modo bastante brutal, Ben se ha sacado de encima a Jen. Al menos en términos ficcionales: antes de llegar a los diez minutos de película y tras dar a luz a una niña, la ex bomba latina muere en la mesa de partos.
De allí en más se trata de ver cómo hace Ollie Trinke (Affleck) para conciliar su condición de superocupado ejecutivo de la industria musical con la de padre único y primerizo. Y cómo hace Smith para salir indemne de un género como la comedia dramática familiar, tan propensa a difundir valores conservadores como a derramar melaza y ñoñerías. Ambos renuncian: Ollie a su profesión y Smith a su condición de cineasta independiente, personal e interesante. Es posible que quienes concurran a ver Padre soltero con menores exigencias disfruten con un abuelo borrachín, cascarrabias y propenso a las respuestas tajantes (el veterano George Carlin) o con una Liv Tyler absolutamente luminosa. Bien puede verse en su personaje la melancólica despedida del realizador a aquellos tiempos en los que sabía filmar gente joven, en la acepción más despreocupada y hormonal de la palabra. Tiempos que difícilmente volverán, puede deducirse de Padre soltero.