ESPECTáCULOS
“Las músicas se fusionaron tanto que no sirve buscarles un nombre”
El músico Javier Malosetti cuenta de qué modo encara su llegada al teatro Opera, por primera vez en su etapa como solista.
Por Roque Casciero
Placer, orgullo, alegría, desafío, compromiso: los sentimientos se le cruzan a Javier Malosetti, justo a punto de presentarse por primera vez como solista en el teatro Opera, hoy a las 22. “Toqué muchas veces en ese lugar, pero nunca con mi nombre y mi carota en los afiches. Es un teatro con un gran prestigio y llegar a estar ahí puede significar cruzar una línea muy importante”, afirma el bajista. Malosetti –que ya no toca en la banda de Luis Alberto Spinetta– presentará hoy a las 22 su quinto disco, Onyx, aunque en realidad repasará canciones de toda su trayectoria acompañado por Andrés Beeuwsaert en teclados y Pepi Taveira en batería, más varios invitados (entre ellos, su padre, el guitarrista Walter Malosetti).
–Su llegada al Opera, ¿responde a un momento de popularidad suya o del jazz? Si es que se puede decir que usted hace jazz...
–Creo que hay parte de las dos cosas. No me siento tan músico de jazz como todos creen que soy. Hoy en día las músicas se han fusionado tanto que buscarles un nombre me parece una pérdida de tiempo. Pero, bueno, jazz. Además de ser una de las músicas que más disfruto, es una de las que más respeto por sus valores parecidos a la vida: la libertad, la espontaneidad, el swing, la gracia, el ritmo... Si bien puede ser una música no del todo popular, que no responde a niveles de comercialización como otros géneros, en Buenos Aires está pasando algo atípico: de miércoles a domingo, podés ir a escuchar jazz a distintos lugares. Entonces, el jazz en la Argentina está logrando algo bastante inusitado con respecto a la llegada al público. Eso puede influir en que yo pueda llegar al Opera. Y por otro lado, se me va dando. Pero se da porque pongo mucho esfuerzo, no porque me haya ganado la lotería.
–Desde el año pasado toca con formación de trío, mientras que antes tenía un quinteto. ¿Por qué decidió reducir?
–El quinteto duró tres años y terminó en el mejor de los momentos, con la grabación de un disco en vivo (Malosetti vivo). Terminamos brindando, muy emocionados. Quería cambiar un poco de dirección y me gustó tocar en trío porque en un quinteto los vientos son los solistas que dicen la melodía y la voz principal de una canción, mientras que el bajo, el teclado y la batería nos mantenemos en la sección rítmica, por más que haya algún momento para dar un paso al frente y decir algo con carácter más solista. En un trío no hay protagonismos. Tenía más ganas de tocar la viola y de cantar... En cualquier momento se viene otro cambio, me dan ganas de armar un grupo más eléctrico.
–En una entrevista dijo que no le gusta ensayar. Sin embargo, da la sensación de que es de esos músicos que se lo pasan tocando.
–Ensayar es trabajo, tocar es diversión. No me gusta trabajar, básicamente (risas). Pero tocar me encanta, es como rascarme el higo. Toco, miro la tele, agarro de nuevo la viola, me voy a sentar abajo de mi limonero a escuchar un disco, agarro el bajo y toco un rato más... Ensayar es un tedio, por más que sea mi cosa solista y eso. De todos modos, tengo dos músicos que, aparte de ser brillantes, son como mis hermanos. Con Andrés toco desde 2001 y con Pepi desde el ‘96, así que no hace falta ensayar tanto con ellos. Varias veces les pasé un tema en la prueba de sonido, lo tocamos esa noche y salió perfecto.
–¿Lo de tocar la guitarra y darse el gusto de volver a la batería es porque el bajo ya no tiene secretos?
–El bajo no tiene secretos para mí, lo cual no significa que yo me toque todo, que sepa todo o que pueda llevarlo a cabo. No me considero un bajista de esos que... De hecho, no estoy influido por bajistas, si bien Jaco (Pastorius) es mi ídolo. El bajo no tiene secretos porque... ¡el bajo es una pelotudez! Es un instrumento que cualquiera puede tocar; es muy simple, no tiene demasiado misterio. El violín o la trompeta son instrumentos en los que después de un año de estudio uno sigue siendo un principiante. En cambio, después de la primera clase de bajo, uno se puede ir tocando la línea de Day Tripper. Es un instrumento que da satisfacciones muy rápido. No tiene secretos, pero no porque use todos esos secretos en el momento de tocar.
–Flavio Cianciarulo, que estudió bajo con usted, dijo: “Yo no soy bajista, bajista es Javier Malosetti”.
–El hecho de que yo use el bajo con un carácter más solista no significa que él no sea bajista. El es un gran bajista. Las líneas de bajo en las canciones de Los Cadillacs son tan claves y tan importantes como la melodía que canta el cantante. Eso Flavio lo tiene, más allá de que no toque a 200 kilómetros por hora.
–¿A usted le interesa tocar a 200 kilómetros por hora?
–Me interesa, entre setecientas cosas más. También me interesa tocar una nota y que sea la que todos estamos esperando. Si la música requiere un pasaje veloz, me gustaría poder hacerlo. El otro día le preguntaron a Salinas, con cara de culo: “¿Por qué toca tan rápido?”. Y él contestó: “Porque puedo”. Es una respuesta perfecta. La velocidad es una cosa más que tengo bajo la manga para utilizar en el momento preciso que la música lo requiera. No sé, Al Dimeola me hincha los huevos, ese moscardón... Tocar rápido tiene que tener un porqué: las cosas al pedo, son al pedo.