ESPECTáCULOS
La cena con un tal Julio
En Un tal Lucas, Julio Cortázar relató lo que ocurría cuando se juntaba la gran familia Cedrón en tiempos de exilio parisino: “La única ventaja para Lucas es que no conoce a todos los Cedrón sino solamente a tres, pero andá a saber si al final es una ventaja. Tiene entendido que los hermanos se cifran en la modesta suma de seis o nueve, en todo caso él conoce a tres y agarrate Catalina que vamos a galopar (...). Tratarlos por separado ya es cosa seria, pero cuando les da por juntarse y te invitan a comer empanadas entonces son propiamente la muerte en tres tomos (...). La gran noticia proclamada simultáneamente por diez o doce voces es que hay empanadas, en cuya confección intervienen la mujer de Tata y el Tata himself, pero cuya receta ha sido considerablemente mejorada por Alberto, quien opina que dejarlos al Tata y a su mujer solos en la cocina sólo puede conducir a la peor de las catástrofes (...). Una vez resueltos estos preliminares tumultuosos todo el mundo se instala en la cama, en el suelo o donde no haya un nene llorando o haciendo pis que viene a ser lo mismo desde alturas diferentes (...)”.
–¿Existió esa cena tan recargada?
–Sí, éramos muchos en un lugar muy chico, hicimos unas empanadas muy ricas. Todo fue real, salvo lo de los repasadores sucios, lo aclaro porque mi señora me cargó con la culpa: “Me hiciste quedar como una roñosa”. Fue una reunión familiar pero también política, había gente amiga, Juan (Gelman), un inglés medio hippie que venía a hacerle una entrevista. Nos reuníamos de vez en cuando para comer y de paso charlábamos algunas cositas. Cortázar venía invitado, era un compañero, uno más de la banda. En ese tiempo estábamos todos del mismo lado, éramos todos de Boca, digamos.