ESPECTáCULOS › INTI ILLIMANI, UN GRUPO DIVIDIDO EN DOS
“Lo que nos pasó como grupo es una metáfora de lo que ocurre en Chile”
Esta noche, en ND/Ateneo, se presentará una de las partes en disputa. Su líder, Jorge Coulón, habla de la pelea, los ’70 y Pinochet.
Por C. V.
Hace casi tres meses, una fracción de Inti Illimani dio un concierto memorable junto a Quilapayún en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires. De inmediato, circuló un comunicado emitido por la otra fracción, acusando la ruptura. “Manifestamos vergüenza y pedimos excusas a quienes depositaron confianza en este grupo por el espectáculo que, por razones ajenas a nuestra voluntad, nos vemos protagonizando”, decía la letra fría. La división en el histórico grupo chileno tiene como protagonistas a dos de sus fundadores (Jorge Coulón y Horacio Durán) y un séquito de músicos que optó por uno u otro proyecto. Aquel, el del concierto memorable, fue el de los Horacios (Durán y Salinas) y éste –que se presentará hoy en el ND/Ateneo–, el de Coulón, las tres figuras principales del grupo trasandino. “Es una situación triste, me causa mucha vergüenza”, ratifica Coulón vía telefónica desde su casa de Valparaíso. “Inclusive algunos músicos que siguen en el grupo, como Efrén Viera y Daniel Cantillana, fueron traídos en su momento por Durán y Salinas, que después se fueron dando como explicación que seguirían proyectos personales. Grande fue mi sorpresa cuando me enteré de un nuevo Inti Illimani por los diarios”, dice Coulón sobre una decisión que parece no tener marcha atrás después de lo que Salinas, director del grupo durante 34 años, dijo a este medio en su momento: “Existe un solo modo de hacer las cosas al estilo de Inti Illimani y otro, que es el de imitarlo. Tenemos discrepancias relacionadas con el futuro del grupo, valoraciones distintas respecto de su pasado y de su patrimonio artístico”.
Internas al margen, el Inti Illimani de Coulón llega al país en el marco del ciclo de conciertos en homenaje al centenario del poeta Pablo Neruda, que les demandó en el año 100 conciertos en 10 países. El grupo –en formato de septeto– planea mechar viejos clásicos con temas de Lugares comunes, último disco en estudio. “Tocar sólo cosas nuevas es faltarle el respeto al público”, refiere Coulón.
–¿Quedó conforme con Lugares comunes, pese a las ausencias de sus ex compañeros?
–Tiene vínculos con Palimpsesto o Canción para matar una culebra, que son discos madre. Es parte del gran tronco de la música latinoamericana. Es gracioso, porque después apareció la película de Aristarain y la sensación fue que era un lugar común ponerle “lugares comunes”. La idea es reivindicar vivencias de pequeñas cosas que los artistas estamos perdiendo. También hay otra explicación y tiene que ver con esto de carecer de lugares comunes para encontrarse, algo que se está perdiendo en las sociedades modernas. Estamos cada vez más encerrados en nosotros mismos y, curiosamente, nos vemos incomunicados en la era de las comunicaciones.
–¿Esa incomunicación es la causa central del resquebrajamiento del grupo?
–Yo no le encuentro otra explicación. Hay incomunicación entre nosotros, e incluso con la historia. Enterarme por El Mercurio en vez de por boca de mis compañeros fue un dolor muy grande. Algo que habla mal del momento que estamos viviendo, incluso como una metáfora de lo que ocurre en Chile hoy.
–¿Cuánta credibilidad y legitimación popular les quita esta división, luego de 37 años de trayectoria? Han atravesado juntos momentos complicados, como el golpe militar, la etapa del exilio, el hecho de no poder regresar al país durante tantos años...
–Prefiero no tocar el tema, porque todo lo que dices tiene para mí una carga emocional fuerte. Sólo digo que toda esa parte de nuestra vida en común la guardo como un tesoro. Y también es cierto que hemos perdido credibilidad.
–¿No le resulta paradojal que a Quilapayún le haya pasado algo similar?
–Es curioso. Para mí tiene que ver con una ruptura con el pasado que se ha dado socialmente en Chile. Nos hemos transformado en un país medio esquizofrénico. Espero que pase rápido este año raro y se superen estos sinsentidos para tomar el camino de la lógica musical y humana que hemos tenido siempre.
–¿Cómo se resignifican las canciones históricas de Inti Illimani en el contexto social y político actual?
–No diría que estamos detenidos en el tiempo, pero sí creo que hemos mantenido una coherencia. Por suerte, ya pasó la borrachera neoliberal en América latina y creo que nos estamos dando cuenta de que la única solución sigue siendo un proyecto social comunitario. Muchos jóvenes se han desengañado del triunfalismo y encuentran sus raíces en músicos como nosotros. En alguna época fuimos como un bicho raro, pero ahora la gente está volviendo a mirar nuestra actitud frente a la vida: la de no pensar que se puede crecer sobre la derrota del otro. Toda la filosofía de losers, winners y marketing se está dejando de lado para redescubrir, como segunda onda, nuestra generación, que también es la de Silvio Rodríguez o Serrat.
–¿Qué opina de las declaraciones de Ignacio Walker –ministro de Relaciones Exteriores de Chile– respecto del peronismo y de Kirchner?
–Walker lo escribió en calidad de comentarista y no de funcionario. Igual, dio las explicaciones del caso y espero que estén superadas. Yo lo conozco y es un buen tipo, pero creo que hay sectores interesados en fomentar estas rivalidades.
–¿No le parece que esas declaraciones de algún modo atentaron contra la tendencia de unidad latinoamericana que está renaciendo y que ustedes siempre apoyaron?
–Creo que no se pueden emitir juicios ligeros sobre una realidad tan compleja como la Argentina. Nosotros tenemos un esquema político más fácil porque el centro, la izquierda y la derecha están bien definidas. Y algunos chilenos piensan que ese esquema lo pueden aplicar en cualquier parte. No es así. Creo que fue el pecado de presunción que cometió el canciller.
–¿Cuál es la mirada que la sociedad chilena tiene hoy sobre Pinochet?
–Su detención en Londres provocó una transición cultural y política que no había sucedido antes. Yo deseo que Pinochet no muera nunca, que asista al derrumbe de su mitología fascistoide, a la falsificación de la historia que quiso hacer y a su manual de degradación y tortura humana que hoy se aplica en Irak. El paso a dar ahora es asumir que tanta violencia no fue gratuita, que se trató de robo con violencia. Espero que en las próximas elecciones no gane la derecha.
–¿Está de acuerdo con el gobierno de Ricardo Lagos?
–Es un gran presidente, pero hay muchas tareas pendientes, como la igualdad de oportunidades, la salud y la educación pública. Aunque yo, con 57 años, no recuerdo un presidente que esté terminando su mandato con el nivel de popularidad y respeto que tiene Lagos.