ESPECTáCULOS
Un bonus track casi obligatorio
Mario Pergolini y su banda ofrecieron una segunda edición de “C.Q.C”, con lo que no pudo verse en el especial del jueves 20, el día que renunciaba De la Rúa. Sobresalió un diálogo con el ex tres veces presidente Juan Domingo Perón.
Por Julián Gorodischer
“Todo lo que no entró, adentro”, dijo Mario Pergolini, en el comienzo, y el “CQC Bonus Track” puso en el aire el salpicón de restos de lo que no se vio el jueves 20 de la presentación en el Gran Rex. El gesto de franqueza reconoció que a pedido del canal se rejuntó el sobrante. Entonces, se programaron furcios y bloopers de la grabación, notas de los movileros con gobernadores y senadores salientes y una excursión de Andy Kusnetzoff al homenaje a Diego Maradona. También: algo más de los sketches con Fernando Peña y Mirtha Legrand y un editorial cantado de los conductores sobre la base de melodías pegadizas.
Los movileros cultivaron el estilo de siempre, un poco ramplón y sobrador, disfrazado de trato entre amigotes con los políticos. Como nunca, en las ediciones especiales, Andy, Daniel Tognetti y Daniel Malnatti recorrieron la escena preelectoral e instituciones varias para pegar el golpe más duro que otras veces (a tono con el momento esperado) y recibir, a cambio, una sonrisa fija de Carlos Ruckauf, José Manuel de la Sota o Eduardo Duhalde.
Los políticos, se sabe, entienden que la participación en “CQC” es una forma privilegiada, más o menos reciente, de hacer campaña, de mostrarse divertidos y decontractés para combatir el desprestigio de una clase. Ninguno reaccionó ante el comentario, a lo sumo una palmada, una mirada pícara, como diciendo: “...Ambos sabemos que esto no va en serio”.
Ni siquiera el ex gobernador de San Luis y veloz ex presidente de la Nación Adolfo Rodríguez Sáa se enojó cuando Tognetti (en una entrevista hecha antes de su llegada al sillón presidencial) tocó el tabú, eso que nadie mencionó a su paso breve por la Casa de Gobierno: “A usted, ¿se acuerda?, le hicieron la cama”, dijo el movilero, en referencia a un conocido incidente de su vida privada, y el hombre recayó en el gesto clásico de respuesta a un “CQC”: la sonrisa y la cara de nada.
Hubo dos piezas especialmente valiosas en la emisión del Bonus Track: un plus del sketch “Escándalo”, el programa apócrifo que se emitiría en el 2050 con la conducción de Fernando Peña, y un videochat celestial con Juan Domingo Perón. En el primero, los CQC dejaron paso, en aquel futuro paralelo, a la cadena nacional del presidente Daniel Hadad, para un mensaje habitual de las buenas noches. “Se están construyendo granjas de trabajo para inmigrantes”, dijo la caricatura, bien dibujada, y la parodia se puso en marcha con eficacia. En el mismo registro de la ficción política, Perón se manifestó azorado al ser actualizado sobre el devenir de la Argentina. “¿El movimiento obrero sigue unido?”, preguntó el ex presidente, y –a cambio– escuchó una fuerte risotada.
La excursión de Andy al homenaje a Maradona fue una buena oportunidad para reconocerlo como el fundador de un estilo. El hacedor de misiones especiales (obtener un saludo, un piquito, regalar un objeto) puso en cuestionamiento la labor del periodista, relativizando el mito del movilero héroe. Y se sometió a las premisas más ridículas. No se reprimió para preguntar lo que se le ocurría y buscó siempre el gag, inaugurando, en su momento, lo que hoy ya parece viejo: una cruza entre el cronista y el humorista que se pone a sí mismo en el primer plano y no rinde ningún tipo de respeto o acato a las jerarquías de políticos, funcionarios o miembros de la farándula local.
Sobre el final, un editorial cantado repasó los años recientes de la política argentina con la base de melodías pegadizas. Los “CQC” entonaron: “Está todo mal, nada va a cambiar”, pero no con horror o melancolía, sino con esa mezcla de disfrute e ironía que lograron construir sobre las ruinas o la desfachatez. Sólo que este marco, el que tocó a sus emisiones especiales, parece algo más grave que el que vivieron en los 90, en medio de la escena menemista. Menos margen para reír o bromear los llevó a ser un poco más explícitos, a decir “...está todo mal”, sin medias tintas, yano como guiño entre entendidos que deja a alguien (un político corrupto, un funcionario inútil) afuera, sino como un lamento colectivo que tiene menos de entretenimiento que de catarsis.