ESPECTáCULOS › CONCLUYO EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

El frente islámico copó los premios

Las películas argentinas hicieron sapo y quedaron postergadas obras como El noveno día, de Volker Schlöndorff, y la finlandesa Los tres estadios de la melancolía, dirigida por Pirjo Honkasalo.

Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata

Todo para los países árabes, nada para el cine argentino y la postergación de algunas de las películas más sólidas vistas en competencia son las conclusiones que arroja la premiación del jurado oficial de la 20ª edición del Festival de Mar del Plata. Más allá de que cualquiera de las películas argentinas (Tatuado y Un año sin amor) no hubiera desentonado en el palmarés, la sensación predominante tras el anuncio de los premios es que películas como la alemana El noveno día y la finlandesa Los tres estadios de la melancolía no deberían haberse ido de Mar del Plata sin ningún Astor.
Todas las películas provenientes de países árabes ganaron algo. La road movie franco-marroquí El gran viaje se llevó el Astor de Oro; el drama étnico marroquí-belga El niño dormido, el premio al Mejor Director, y la extraña sátira iraní El sueño amargo, el Premio Especial del Jurado. Además, uno de los protagonistas de El gran viaje fue premiado como Mejor Actor, totalizando cuatro premios (la mitad más uno del total) para el súbitamente fortalecido frente islámico. Sin embargo, todas las películas mencionadas están lejos de ser obras maestras. Discutible resulta también el premio a Mejor Película Iberoamericana para el tosco film político brasileño Quase dois irmâos, y algo menos el de Mejor Guión otorgado a la polémica película alemana La caída, que narra los últimos días de Hitler y su séquito en el famoso bunker de Berlín. El Astor compartido por la actriz francesa Emmanuelle Devos (protagonista de La femme de Gilles) y la estadounidense Laura Linney (por P.S.) es el que generó menos oposiciones.
Algunas de las películas postergadas obtuvieron premios consuelo, concedidos por algunos de los trece jurados paralelos (una enormidad, que convirtió el anuncio de los premios en una amansadora interminable). Es el caso de la dura película argentina Un año sin amor, de Anahí Berneri, que recibió el reconocimiento del jurado de la crítica, y de la durísima Los tres estadios de la melancolía, de la realizadora finlandesa Pirjo Honkasalo, que se llevó el premio de la organización ecuménica Signis, además de otro para la mejor dirección artística, otorgado por el Hotel de Alan Faena, uno de los auspiciantes del festival (¡!). Ningún jurado, ni hotel ni empresa parecen haber reparado en la magnífica El noveno día, de Volker Schlöndorff, aunque conocidos los premios bien podría otorgársele el de Gran Perdedora del 20º Festival de Mar del Plata.
Más allá de los premios y a modo de balance general, queda claro que este fue el año en el que la muy sensata gestión de Miguel Pereira (director del evento desde hace tres años) logró consumar, tal vez por primera vez, una programación verdaderamente atractiva, en todas las secciones del festival. Así como en la competencia no hubo que sufrir los habituales bochornos de otras ediciones, los concurrentes tuvieron ocasión de programarse tres, cuatro o cinco películas por día sin demasiado riesgo de meter la pata. Con proyecciones a horario y en buenas condiciones (al menos en las principales salas, porque también hubo sucuchos y salitas indignas de un festival clase A), a través de todas las secciones del festival se desparramaron un bienvenido eclecticismo y un nivel de calidad acorde.
Así, tanto como las películas de los consagrados (Godard, Hou Hsiao-hsien, Thomas Vinterberg) las oportunidades de descubrimientos se multiplicaron a diestra y siniestra, con joyas absolutas como la estadounidense Tarnation, la coreana Old Boy, la francesa Innocence, varias de la sección dedicada al cine de Asia Central o el documental Stroke. Hubo secciones cuyo parejo nivel medio les dio el carácter de garantías en sí mismas: el caso de la tradicional “La mujer y el cine”, de la altamente estimulante “Cerca de lo oscuro” (dedicada al cine de terror, el bizarro y los thrillers) o de la excelente “Ventana documental”. La nueva sección “Heterodoxia”, dedicada al cine más extremo, extraño o excéntrico, sirvió para darle aire a un festival que tradicionalmente estuvo dominado por una medianía académica que, por suerte, va tendiendo a desaparecer.
No deja de llamar la atención que un evento al que se aspira a orientar preferentemente hacia el cine latinoamericano haya tenido, en competencia, una sola película de la región (sin contar las dos locales), la brasileña Quasi dos irmâos. Así como sigue siendo muy discutible la eficacia de programar nada menos que 72 películas argentinas, ya que ningún país del planeta produce, año a año, semejante cantidad de películas buenas. Aportes más provechosos representan tanto el mercado de películas del Mercosur que comenzó a funcionar este año –y que tuvo bastante movimiento de compra y venta– como ciertas actividades paralelas, como las clínicas de guión y producción dirigidas a principiantes de todo el país, que tienen así la posibilidad de formarse en esas especialidades cruciales. Sembrar para una buena cosecha es también tarea de los festivales que se precien de tales.

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El gran viaje, del marroquí Ismaël Ferroukhi, fue consagrado como mejor film.
 
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