ESPECTáCULOS › LA BERSUIT, EL GARDEL DE ORO Y
LO QUE DEJO LA CEREMONIA DEL MIERCOLES
“Es la primera vez que ganamos algo”
“Fuimos aceptados por la tribu del rock nacional”, afirmó Cordera, el único músico que hizo referencia a Cromañón en una noche que se debatió entre premios y chillidos de los fans.
Por Karina Micheletto
“Es súper pesado. Esta sociedad nos hace funcionar ante el maltrato y el castigo. Y que de repente te estén acariciando... puede tornarse insoportable.” Gustavo Cordera acaba de recibir el Gardel de Oro, y está exaltado. Para los integrantes de la Bersuit, que siguen abrazándose en los camarines del Gran Rex y debatiendo dónde y cómo van a ir a festejar, este premio significa “ser aceptados por la tribu del rock nacional”. Ahora sienten que forman parte, dicen. Y algunos de los caciques que ellos reconocen en esa tribu, como Litto Nebbia o León Gieco, estuvieron presentes en la noche de la entrega de los Premios Gardel 2005, consolidando aún más la idea. Si la legitimación del público les llegó hace rato, con cifras record de ventas de discos y seguidillas de funciones en el Luna Park, por ejemplo, pareciera que la banda necesitaba certificar que la de sus pares también era posible. “Es la primera vez que ganamos algo”, repiten. Y, sí, la Bersuit tuvo su noche de gloria: aunque se llevó sólo dos de los siete premios a los que estaba nominada, fueron los más pesados: “Album grupo de rock” y “Album del año”, que les valió también el Gardel de Oro. Vicentico, en rigor, fue quien cosechó más premios: “Canción del año” y “Videoclip” (ambos por Los caminos de la vida), “Album artista de rock” y “Diseño de portada” (por el trabajo de Alejandro Ros, diseñador de este diario). Y Diego Torres los siguió con dos estatuillas (“Album artista masculino pop” y “Realización”).
Si a la hora de los discursos la Bersuit fue la única que pareció seguir sintiéndose afectada por la tragedia de Cromañón (ver aparte), después del premio la banda profundiza: “Las almas de doscientos pibes están pesando sobre todos nosotros. Este es un buen momento para reflexionar sobre la ambición. Vender más discos, meter más gente, llevar más bengalas... ¿Para qué? Ahora sabemos que la naturaleza se rebela contra eso. Todas las bandas tenemos que bajar un cambio”, señala Cordera. Por eso, explica, la forma de encarar sus shows del Luna Park será distinta a la del año pasado: “Hicimos diez conciertos de tres horas cada uno en quince días. Y yo ya tengo 43 años, termino exhausto. ¿Para qué? Ahora vamos a hacer menos shows en tres semanas. Forma parte de nuestro examen interior”, cuenta. El líder de la Bersuit no sólo fue el único que introdujo el tema de Cromañón en la amable fiesta de la música argentina. También es uno de los pocos que no descubre en Omar Chabán una repentina encarnación del mal: “Es fácil buscar un chivo expiatorio, pero no soluciona nada. Chabán preso me apena mucho. Lo he admirado como artista, y como persona sé que jamás hubiera imaginado algo así, ni en sus peores pesadillas”, asegura. Ahora la Bersuit propone un reality que cubra el vacío de espacios para tocar: Operación derrota. “Iría de 12 a 5 de la mañana, por Canal 7. Y ambientado en un boliche under de los que ahora están clausurados. Podría tocar una hora cada banda en competencia. Esa es la única que nos queda”, grafican.
Los integrantes de la Bersuit dicen que este premio los transporta a momentos que ahora parecen mucho más lejanos en el tiempo de lo que en realidad son: un homenaje a los Rolling Stones en Oliverio, mientras Jagger y los suyos estaban tocando en River, al que asistieron diez personas y donde, por supuesto, no sonó un solo tema de los Stones. O un show en Arpegios a beneficio de Gustavo Cordera, que se ofreció en subasta, desnudo sobre el escenario. “Ahí un pibe me tiró una moneda de un peso. Y yo lloré. Porque en ese entonces pensaba que no valía nada, y ese pibe me estaba diciendo lo contrario”, recuerda Cordera. Las fotos más recientes que guarda la banda son bien distintas. Muestran, por ejemplo, un camión lleno de policías cantando fanatizados Se viene el estallido... “En ese momento dije: estamos perdidos, le gustamos a la policía. Y no, le gustamos a los seres humanos que hay detrás de la policía”, se consuela Cordera. Antes del premio de oro a la Bersuit, que cerró la noche organizada por la Capif, por el Gran Rex circuló, durante tres horas, buena parte de la intelligentzia de la música argentina. Si la entrada de músicos por una alfombra roja ofreció un panorama cercano al glamour kitsch, durante la entrega de premios los que llenaron el teatro parecieron atentos a muchas cosas, menos a lo que pasaba sobre el escenario. Una marea de personas yendo y viniendo por los pasillos con urgencias diversas dificultó cualquier posible clima de emoción o de suspenso. A esto se sumaron los chillidos de los fans, dedicados a gritar intermitentemente nombre tras nombre de sus artistas favoritos (“¿Qué, a cada rato se les pierde alguno?”, preguntó Petinatto). Situación que pareció hacer rendir al conductor ante una seguidilla de remates preparados y nunca festejados. Además de las treinta categorías propuestas, hubo reconocimientos varios: a Litto Nebbia, por los 40 años de la primera grabación del rock nacional, de Los Gatos Salvajes. A Horacio Guarany, que desestimó el premio (“La trayectoria se le reconoce al que ya pasó, y yo estoy empezando a cada rato”). A Pa-ppo, a Domingo Cura y a José Libertella. A León Gieco y a Esteban Morgado, por el disco Las estrellas no sólo brillan en el cielo, editado por Página/12 a beneficio de la Casa del Teatro. Otro a León y a Pancho Chévez, el chico discapacitado que acaba de editar Ay, mi país. Pancho parecía el más feliz de todos los que subieron a recibir el premio: “¡Esto es para los que dicen que no se puede!”, gritó. Horas más tarde, seguía festejando el premio en la pizzería Las Cuartetas, recorriendo las mesas a toda velocidad en su silla de ruedas.
Lo demás, se sabe: rubros que no encajan del todo (basta mencionar a Rubén Rada nominado en la categoría “Album artista de rock” por su disco Candombe jazz tour), artistas más ignotos que noveles (la ganadora de “Album artista femenina de folklore”, por ejemplo, una tal Gisel), decisiones poco comprensibles, como que haya quedado afuera el disco En vivo en Europa, de Gustavo “Cuchi” Leguizamón, un verdadero rescate histórico. Más o menos transparentados en su proceso decisorio, los premios nunca llegan a conformar a todos. De eso se trata.