ESPECTáCULOS › SILVIA IRIONDO PRESENTA SU DISCO “TIERRA QUE ANDA”
El canto de la naturaleza
Por K. M.
Tras años de trabajo, con un estilo en el que importan tanto la voz como los silencios o los susurros, a Silvia Iriondo parecen haberle llegado todos los reconocimientos. Su último disco, Tierra que anda, fue coproducido por Egberto Gismonti, quien la halagó por “lograr hacer convivir, pacíficamente, sin preconcepto, el pasado con el futuro”. El año pasado, en una gira por Europa, participó del célebre Mercat de Música de Vic, con elogios de la prensa española. Este año, su disco será editado por el prestigioso sello alemán ECM. Hoy a las 21.30, la cantante actuará en el ND Ateneo (Paraguay 918), con dos invitados especiales: Jorge Fandermole y el percusionista Marcos Cabezaz. Además, esta noche grabará un disco en vivo, que se llamará Ojos negros. Uno de los ejes que guían su último trabajo es el canto anónimo, y allí Iriondo rescata la labor de recopiladores como Leda Valladares, Isabel Aretz, Rubén Pérez Bugallo y Carlos Vega. Hay también obras de jóvenes compositores como Juan Quintero, y una bella versión de La arenosa de Gustavo “Cuchi” Leguizamón.
–¿Por qué resalta al canto anónimo?
–La idea del disco es un recorrido musical por el paisaje argentino. En ese viaje hay un eje que tiene que ver con el canto de los pueblos originarios, una base que influye a todo nuestro folklore. Le da identidad, marca un rumbo en la composición de los autores que hablan del paisaje. Entonces, a la hora de contar de qué se trata la cultura musical, hay que buscar el encuentro con el canto anónimo. El canto anónimo, el que llega por tradición oral o por la tarea de los recopiladores, actúa en la conciencia colectiva y alimenta permanentemente a nuestro folklore, los modos del decir, las metáforas, las letras que hablan del paisaje... Esta sería la explicación intelectual. Pero lo que pasó fue que cuando me encontré con esas canciones me parecieron bellísimas y con una vigencia sorprendente. Son cosas de años que siguen hablando de lo que nos pasa hoy, aunque seamos bichos de ciudad.
–Pero suelen estar escindidas en el repertorio de la música argentina.
–Escindidas, olvidadas y desconocidas. La labor de los recopiladores es esencial, hacen una tarea selectiva de recopilación y lo registran en sus voces primeras. Hacen un análisis musical y antropológico, y después van a las fuentes a averiguar el origen. Ahí hay una tarea estética. Por algo seleccionan algunas cosas y dejan afuera otras. Están componiendo.
–El canto anónimo suele estar escindido también para la interpretación, como si sólo pudieran cantar vidalas los coyas, por ejemplo. ¿Le pesó en la interpretación?
–Yo soy una cantante que nació en la ciudad. Tomo al folklore como una elección, no me lo impone nadie ni nada. Tengo una afinidad muy profunda con lo que habla del paisaje y de la vida del hombre inmerso en él. Y, cuando esa realidad se utiliza como metáfora para entrar a otras profundidades que hablan de la existencia humana, cuando se habla de un yuyito o un cardón para aproximarnos a temas como el destino o la muerte (esto pasa mucho en Atahualpa), es algo que se vuelve universal y admite muchas lecturas. Eso es lo que me apasiona del folklore.