ESPECTáCULOS › ARRANCO FUERTE LA COMPETENCIA INTERNACIONAL
Imágenes digitales a contrapelo
Las fronteras entre ficción y documental se desdibujan en el film alemán Lo irracional permanece y en el francés Demi tarif. El coreano Spying Cam parece una relectura de Esperando a Godot.
Si lo propio del festival de cine porteño es dar lugar a un cine estimulante y provocativo, en el que forma y contenido sean inextricables, entonces la muestra competitiva internacional de este 7º Bafici empezó como debe hacerlo. En estos días, esa muestra –que bien podría considerarse el mascarón de proa del festival– abre el juego con tres películas de distintos orígenes (dos europeas, una asiática), formatos disímiles (una es una ficción hecha y derecha; otra, un documental actuado; la última no aspira a discernir entre el documental y la ficción) e intenciones diversas, que van desde la reflexión sobre el pasado próximo hasta la perturbadora alusión al presente político, pasando por el tema de la desaparición de la figura de los padres en la sociedad contemporánea. Si en algo coinciden el film alemán Lo irracional permanece, la francesa Demi tarif y la coreana Spying Cam es que se trata de operas primas filmadas en digital, que encaran sus temas no de la manera más previsible sino siempre y asumidamente “a contrapierna”.
Primer trabajo del treintañero Thorsten Trimpop, el primer plano de Lo irracional permanece, en el que se ve a tres “actores” casi posando una mirada distante, no parece el de un documental. A lo largo de toda la película la duda no hará más que incrementarse, fogoneada por una construcción dramática tan elaborada como la de una ficción, planos y encuadres demasiado precisos para tratarse de un documental, y hasta escenas que jamás podrían haber sido filmadas de otra manera que no fuera a través de ensayos previos. Producida por Konrad Wolf (el realizador más legendario de la ex Alemania Oriental), en Lo irracional permanece Mathias, Susanne y Suse hacen de... Mathias, Susanne y Suse. Poco antes de la caída del régimen de Honecker, Mathias y Susanne intentaron huir del país, cruzando la frontera. Pero resultaron capturados por la policía militar, siendo derivados a la policía del Estado, la temible Stasi, permaneciendo dos años en prisión.
La película reconstruye la experiencia de ambos y su relación con Suse –amiga íntima de Susanne y novia de Mathias– a partir de sus propios recuerdos, filmándolos en presente y haciendo uso casi exclusivo de sus relatos a cámara. Con obstinado rigor, Trimpop se atiene a su premisa y no recurre jamás a material de archivo, concentración que favorece enormemente el crecimiento dramático y emocional de la película. Que si lo hace tanto como un logrado film de ficción es porque está construido como tal, con los protagonistas actuando sus personajes y un relato evidentemente guionado, ensayado y puesto en escena. Hubo quien se sintió “estafado” por la película, que jamás explicita su propio status de documental o ficción. Pero, ¿qué cambiaría que fuera una cosa u otra? Parecida indeterminación –pero de sentido inverso, en tal caso– rige a Demi tarif, primera película de una jovencísima realizadora francesa, Isild Le Besco, que tiene sólo 22 años y es, además, protagonista de A tout de suite, magnífico film de Benoît Jacquot, que se exhibe por estos días en el Bafici, en la sección “Trayectorias”.
De sólo 63 minutos de duración, Demi tarif consiste en el seguimiento de tres chicos de 7, 8 y 9 años en su vida cotidiana, mayormente a través de las calles de París, ocasionalmente en el departamento donde viven y, en una única ocasión, en la escuela a la que concurren. Sucede que son hermanos, hijos de tres padres distintos y abandonados por su madre. Que –en lo que parecería la forma que encontró la realizadora para disculparla– circunstancialmente les deja afectuosos mensajes en el contestador. Narrada en off por la nena mayor cuando ya es adulta, Demi tarif reniega de toda narración en el sentido convencional y se limita a compartir con los chicos –con tanta desordenada energía como la de ellos– el pleno y feliz estado de libertad en que viven, entre juegos, correrías y alguna transgresión ingenua y ocasional. Claro que basta confrontar este pequeño paraíso callejero con el mero dato del abandono para que la plenitud se vuelva plena angustia.
“La sorpresa coreana” es una de las tradiciones más persistentes del Bafici, como de cualquier festival internacional que se precie, de cinco o diez años para acá. Dejando de lado Old Boy, que se da por estos días en la sección “Nocturna”, todo indica que ese casillero lo llenará este año Spying Cam. La opera prima de Whang Cheol-mean se inicia como una variante más o menos cómica de Esperando a Godot, con dos hombres encerrados en un departamentucho de mala muerte, esperando algo que no se sabe bien qué es. Y deriva luego –con esa asombrosa facilidad para los virajes de tono, tan característica del cine coreano– en cierta forma del melodrama familiar, para termina develándose como film de espionaje y hasta una denuncia del anticomunismo enquistado, aún hoy, en la sociedad surcoreana. Con enorme soltura y levedad, y la segura habilidad de un maestro consumado, Mr. Whang esconde y muestra cartas, invitando al espectador a un juego que jamás se estabiliza. Y que a la larga enseña que, cuando el que conduce sabe hacerlo, el cine se vuelve un viaje en el que no hay nada mejor que dejarse llevar. Aunque no se sepa jamás adónde cuernos va uno.
Lo irracional permanece se verá hoy a las 13 en el cine América. Demi tarif, hoy a las 15.15, en la misma sala. Spying Cam, hoy a las 17.45 en el Hoyts 10 y mañana a las 20 en el América.