ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON JUAN SOLANAS, QUE PRESENTA
EN CANNES SU PRIMER LARGOMETRAJE, “NORDESTE”
“Trato de no tomarme esto muy en serio”
Juan Solanas, hijo de Pino, presentó ayer en la sección paralela “Un certain regard” del Festival de Cannes su opera prima, Nordeste, en la que trata el tema de las adopciones ilegales. La protagonista es la actriz francesa Carole Bouquet.
Por Mariano Blejman
Juan Solanas llega a este Festival de Cannes con una interesante trayectoria: hace dos años ganó el Premio del Jurado por su corto El hombre sin cabeza –que aquí se vio en la apertura del anterior Bafici– y ahora viene a presentar su opera prima, Nordeste, en la sección paralela “Un certain regard”, el mismo día en que se estrena en Francia, en la friolera de 87 salas comerciales. El hijo de Fernando Solanas tiene recuerdos de su infancia también, cuando Pino viajó a presentar Sur y El viaje. Afincado en París, con años de experiencia en el mundo publicitario, Juan Solanas cree que el éxito de su corto anterior le abrió camino para llegar a la financiación de su primera película, que fue filmada en Argentina, en agosto y septiembre pasado.
Solanas terminó la copia el miércoles, y recién ayer la prensa internacional pudo verla en pantalla grande. El cineasta tenía la tentación de ir a pararse a la salida de la proyección, para ver la cara de los críticos, pero finalmente no lo hizo.
“En realidad relativizo un poco todo esto. Sirve estar en Cannes, pero no es porque la película sea mejor o peor, es un número chiquito de gente que ve la película y decide si entra o no. Pero yo hago pelis para contar lo quiero contar. No hay que tomárselo tan en serio. Todo lo que pase después de haber terminado un film no-comercial es un milagro, porque la gente quiere ver Terminator XXVII”, cuenta telefónicamente a Página/12, desde un hotel francés.
Si todo va bien, en agosto se verá en la Argentina Nordeste, una historia que “cuenta el destino cruzado de dos mujeres, una francesa de 40 años con buena situación socioeconómica, que llega a Formosa para realizar una adopción ilegal”, según Solanas.
–¿La suya es una película argentina o francesa?
–Es argentina filmada con el 99 por ciento de los actores argentinos, aunque es una coproducción que se concretó afuera. Tuvimos el apoyo del Incaa, de Francia, Bélgica y España. Hace un año había venido a Cannes con el guión, no terminado de escribir, para lograr financiación. Así que estar un año después con la peli terminada es un lujo.
–¿El foco de la historia se encuentra en la adopción ilegal?
–Vamos a decir que es la historia de una argentina, Juana, que tiene un rancho, en tierras que se vendieron, y le avisan que tienen que dejar el lugar porque no se puede quedar ahí. Tiene el agua hasta el cuello –si no hasta la nariz–. El eje del conflicto está en el encuentro de dos mundos. Es como un viaje iniciático, de esta francesa que termina yendo al nordeste argentino. Es una parisina burguesa, y a través de sus ojos se descubre nuestro país, que es muy paradojal: es bellísimo, potencialmente riquísimo, pero con gente que se muere de hambre. Me gustaba descubrir Argentina desde los ojos de una extranjera. Me siento y vivo como argentino, pero es cierto que viví muchos años afuera, tengo un pie adentro y uno afuera. Por eso hay dos roles protagónicos de ambos países, es un poco mezclar. Tal vez esté en el medio de esas dos miradas.
–¿Cómo fue el rodaje?
–Fue una experiencia intensa y bastante dura, porque filmamos en Formosa y Corrientes en lugares que son nada: caminos de tierra, lejos de todo, y si llovía nos quedábamos varados. La logística fue complicadísima, además traerla a la actriz Carole Bouquet a ese lugar era un poquito complejo, había que traer la electricidad para el maquillaje, en fin. Todo se hizo, en general, con cierta urgencia. Había falta de tiempo, falta de medios, que al mismo tiempo era bueno para lo que estaba contando. La hicimos así, cámara al hombro, en súper 16 mm, un poco rústico.
–Ese mismo contraste se vivía con la actriz.
–Sí, eran dos películas en paralelo. Además, dos tercios de los actores no son actores, sino gente que hace su propio rol. Sólo hicimos un decorado de una casa que había que quemar, pero el resto fue natural. La película es una apuesta, filmé todo improvisando, no quería que seaprendiesen demasiados diálogos, le explicaba a la gente el contenido de la escena, y cada uno reaccionaba con sus palabras a la situación dada. Por eso filmaba con dos cámaras, el diálogo iba en plano y contraplano, siempre era una apuesta.
–Parece la antítesis de El hombre sin cabeza.
–Es un poco lo opuesto. Aunque dentro de esta cosa no-formal queda muy formal, porque le puse un marco bastante concreto. Mi preocupación es cómo contar en imágenes. La historia está muy trabajada. Así que es una película ciento por ciento natural.
–¿Qué hay de su experiencia publicitaria?
–La verdad que nada. Sólo que cuanto más filmás, más experiencia tenés, y tenés una cintura para improvisar frente a problemas infinitos... Si te dicen que el cameraman se rompió una pierna, o cosas así. En la publicidad te ocupás casi meramente de imagen, del lenguaje. Da una agilidad para aplicar a lo que quieras. Todo lo que hice antes me sirvió para resolver rápidamente. Por la forma de filmar, no repetía encuadres, no me podía cubrir con eso. Sólo hacía un encuadre ancho y después uno cerrado. Y si en el montaje no te gusta, mala leche.
–¿De qué rincón de su cabeza surgió la idea?
–Sale de mis ganas de hacer como primera película una que hable de Argentina. Hace un par de años tuve la intuición, no sé de dónde me salió, de contar la historia de una madre soltera, que vive en un rancho en el medio de una naturaleza muy fuerte. Ese contraste entre la pobreza y la belleza del lugar. Pero tenía ganas de incluir la mirada de un extranjero...
–...y terminó en el tema del tráfico de bebés.
–Claro que me capacité en el tema. Leí el libro Pecado capital, de Marta Pelloni, me vi con ella, de hecho me aconsejó, me dio contactos, hice un viaje por el Litoral para ver cómo era el problema. No es un azar que se filme en el nordeste, y este tema me parecía apropiado. Uno no puede hacer una adopción ilegal, comprar un chico, concretamente, en el Primer Mundo. Lo hacés en países donde hay pobreza, dolor y corrupción.
–Es una forma de escaparles a las películas “de la crisis”.
–Me parece que se hicieron no sé cuántas películas con lo que pasó esos años. Me da ganas de hablar más en general.
–¿Va a estrenar con 87 copias, no es mucho para Francia?
–Creo que es mucho, pero es una decisión del distribuidor. Cannes ofrece una cobertura mediática importante, no es poco común que se estrene fuerte un film independiente durante Cannes. Se hace bastante seguido. Más que nervioso estoy emocionado. Terminé la película hace dos días. Me cuesta creer que terminó el maratón infernal.
–¿Qué le aporta estar en el festival?
–Estar en Cannes es una ventana importante. Es lo mejor que le puede pasar a una película. Es el festival con más repercusión mundial. Pero yo hago cine obviamente por lo que viví a través de mi viejo, no es que de la nada se me ocurre hacer cine. Tampoco es un azar si tengo la necesidad de contar algo, de hablar de Argentina, de contribuir en algo hacia mi país. No es que estoy haciendo una película comercial de acción. Me inscribo dentro de la línea de mi viejo de hablar y decir cosas, y si pueden contribuir a algo mejor. Pero después, sí, tengo la necesidad de contar historias con imágenes, de darle un lugar muy importante a la imagen.
–¿Encuentra diferencias con el cine de su padre?
–Necesito contar historias que tengan cierto sentido con el mundo en el que vivimos, por ahí va lo mío. Después, le agregaría que tengo una búsqueda visual, de lenguaje visual, además de tratar de contar algo...