SOCIEDAD

Un guardia de Coronda acusa a sus compañeros

Uno de los guardiacárceles tomados como rehenes reveló que el motín de Coronda tuvo ayuda penitenciaria. Acusó a compañeros y a algún jefe. Por el momento no pidió protección y sigue destinado en la misma unidad.

 Por Horacio Cecchi

Se llama Oscar Yosviak. Tiene la ingrata tarea de ser guardiacárcel. El 11 de abril ocupó un lugar mucho más ingrato: fue rehén durante la espantosa carnicería de la Unidad Modelo de Coronda. Y es posible que si no se toman medidas excepcionales su futuro sea mucho más que ingrato: Yosviak declaró públicamente sus profundas sospechas de que el motín haya contado con apoyo y ayuda de parte del Servicio Penitenciario. En una entrevista con la publicación santafesina Entre Líneas, Yosviak denunció las actitudes sospechosas de uno de sus colegas cuando le salvó la vida al preso que lo tenía como rehén; sostuvo que le resultó extraño que finalizado el conflicto los presos le devolvieran el celular a su compañero; y declaró que en los planos entregados al juez figuraba una reja que no existía y que de haber existido hubiera evitado la masacre. El director del Servicio Penitenciario, Fernando Rosúa, aseguró a Página/12 que “queremos llegar a la verdad. Es bueno que el juez tenga más datos para profundizar la investigación. Si hay responsabilidad del Servicio, no la vamos a ocultar”.
Yosviak era uno de los guardiacárceles del pabellón 7 de la cárcel de Coronda, de donde salió el grupo de internos que tomó medio penal y asesinó a 14 presos. “De golpe aparece uno de los presos por la escalera –sostuvo Yosviak a EL–. Lo extraño es que no se había sentido ruido de rotura de candado ni nada parecido y además es más raro aún que un interno se anime solo a encarar a dos guardias. Lo cierto es que se aparece con dos facas de unos cincuenta centímetros de largo y yo, por instinto natural y para sobrevivir, agarro una silla y empiezo a pelear.”
Las sospechas de Yosviak se multiplicaron cuando descubrió que Eduardo Marchesín, según declaró en la entrevista, le dijo al preso “‘tranquilo, Chino, hacé las cosas bien’. Lo recuerdo patente”. La sorpresa de Yosviak no se refería a que su colega intentara tranquilizar al preso sino que hubiera reconocido al Chino Mazza, uno de los internos del pabellón: el preso estaba enmascarado para que no lo reconocieran.
Como anticipó Página/12 y en contrario de lo que se había difundido oficialmente, los presos amotinados no estaban drogados y sabían perfectamente qué pasos dar. Tenían una lista de sus víctimas y los fueron asesinando en un cuidadoso y macabro orden. “Tenían en claro lo que tenían que hacer y agradezco el hecho de que hayan estado frescos. Si hubieran estado ‘papeados’, yo no estaba acá”, sostuvo el guardia.
Otro punto que desdibuja la versión penitenciaria del enfrentamiento geográfico se desarrolla durante la estancia de Yosviak en la sala de internación de una clínica. Aseguró que lo visitó un alcaide, quien le sugirió hacer algún que otro retoque a los datos que fuera a declararle al juez. “También vino el otro guardia que había sido tomado de rehén conmigo –señaló Yosviak en referencia a Marchesín–, no parecía preocupado en nada. Yo me alegré de verlo, le pregunté si le habían pegado mucho y él sólo se ocupó de dejarme en claro que teníamos que ‘ponernos de acuerdo en lo que vamos a declarar’.”
Fue en esas visitas que Yosviak se enteró de boca del propio Marchesín sobre otra situación que de tan oscura resulta absolutamente clara: “Marchesín me confesó que cuando el Chino Mazza lo llevaba de rehén por los techos se resbala y queda colgado, a unos cinco metros de altura. Increíblemente, mi compañero me cuenta que lo ayuda a levantarse, que le salva la vida y luego todo vuelve a sus carriles normales”. En pocas palabras, agregó Yosviak, “Marchesín vuelve a su situación de rehén. No sale corriendo, no aprovecha para salvar su vida, lo ayuda y permite de alguna manera que todo continúe como si se tratara de un jardín de infantes”.
El mismo guardia de solidaridad sin límites le relató a Yosviak que los presos llamativamente le “devolvieron las esposas y el celular. Debe ser la primera vez que los presos devuelven ese tipo de elementos y mucho más el celular, que vale oro para ellos. Además, a él no le pegaron, no le hicieron nada”. También, el guardiacárcel acusó al Servicio Penitenciario santafesino de haber enviado al juez Jorge Patrizzi, que investiga el caso, un plano de la cárcel con un portón “ficticio”, que de haber existido realmente hubiera permitido evitar la masacre.
Fernando Rosúa, director del Servicio Penitenciario, aseguró a Página/12 que “consultamos al juzgado y nos dijeron que el plano que tenía el juez no había sido entregado por el Servicio sino por la policía, que es la que hace la instrucción. No sé a qué puerta se refiere y si existe o no. En cuanto a lo que declaró Yosviak, nunca lo declaró en el sumario interno y no sabemos si se lo dijo o no al juez. Ahora vamos a agregar la publicación y lo vamos a citar para ampliar y para que ratifique”.
–¿Usted cree que si denuncia a sus pares podrá sentirse tranquilo para confirmar su denuncia delante de ellos mismos?
–Nosotros no podemos hacer otra cosa. Yo me quedo tranquilo porque un juez independiente está interviniendo. Y si el Servicio resulta responsable no vamos a ocultarlo. Queremos llegar a la verdad.
–¿Yosviak tiene custodia? ¿Sigue trabajando en la misma área?
–No nos pidió protección. Si la pide, se la vamos a dar.

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Según el denunciante, al juez del caso le entregaron un plano con una puerta inexistente.
 
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