ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A CARLOS PAIS, AUTOR DE “GUACHOS”
“La sociedad fabrica marginados”
A través de su obra, que dirige Manuel Iedvabni, reflexiona sobre una situación crítica. Estrena mañana en el San Martín.
Por Hilda Cabrera
¿Quiénes son hoy guachos? Cuando se habla de chicos que no conocen la identidad de sus padres, o la de uno de éstos, se piensa inmediatamente en los apropiados durante la dictadura militar, pero no en los miles que hoy se la “rebuscan” en la calle o donde sea. Son guachos, y se lo dicen entre ellos, no necesariamente como insulto. Integran la legión de marginados de una sociedad incapaz de poner freno a gobernantes, políticos, funcionarios y comunicadores hábiles en el timo y la corrupción. No es la primera vez que el teatro intenta reflexionar sobre situaciones críticas, y muestra de ello es Guachos, del santafesino Carlos Pais, actor y director antes de su vuelco a la dramaturgia, donde debutó con Welcome los amos, en 1972. Allí, un personaje encerrado en una gran jaula “era custodiado por dos tipos extraños”. Un trabajo sobre “la dependencia mental de los argentinos”, posterior a una adaptación de textos de Roberto Arlt que Pais llevó a escena en 1971.
La realidad y sus quiebres ha sido desde siempre materia inspiradora de este autor que acredita, entre otros títulos, Vivir en domingo (en colaboración con Patricio Esteve), Punto muerto, Somos como somos, La procesión de los que suben, La oca (Teatro Abierto 1981), Bar La Costumbre, Viviente jardín (junto a Francisco Cocuzza), Soledad Tango y De cirujas, putas y suicidas (espectáculo que reúne textos propios, de Roberto Cossa, Marta Degracia y Roberto Perinelli). Integrante de la Fundación Carlos Somigliana (Somi) y de la actual conducción de Argentores, ha estrenado piezas donde los marginados son protagonistas. Noche de parias, por ejemplo, donde debutó como directora la actriz Leonor Manso, y Extrañas figuras, que sugería una historia de violencias. Pais acaba de finalizar la escritura de otra obra, Días eternos, sobre un personaje que cuida a un viejo enfermo. Otro choque de personalidades y mundos imaginarios, como los que descubre Guachos, que estrena mañana, a las 20.30, en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530), dirigida por Manuel Iedvabni y con actuaciones de Manuel Callau y Magela Zanotta. Esta obra se verá también en Montevideo, interpretada por un elenco uruguayo.
–¿A qué se debe su insistencia en rescatar personajes marginados o marginales?
–Cada autor tiene uno o dos temas básicos que va desarrollando a lo largo de su vida y desde distintos ángulos. Este es uno que me atrae, y desde el comienzo, desde Welcome los amos.
–¿Cuál es el riesgo de llevar a escena individuos cuyo mundo se conoce desde afuera?
–Es cierto que no pertenezco a ese mundo. Diría que soy un tipo de clase media, pero hablo mucho con los que están fuera del sistema. Como escritor, incluso, me interesan más sus vidas que las de gente de mi clase, a la que no sé cómo “gobernar” en un relato. Uno puede no pertenecer al nivel social que le importa, pero puede traspasarlo. ¿Qué hacía Roberto Arlt, por ejemplo? El pertenecía a la clase media, pero como periodista y escritor halló la manera de rescatar eso que le importaba.
–¿Puede decirse que Guachos juega con los absurdos?
–Yo no quiero ser realista, sino irrespetuoso frente al realismo. Tengo mi casa en Combate de los Pozos y San Juan y veo a diario personas como las que aparecen en la obra. Gente que vive debajo de la autopista y arma allí su habitación. Veo a una señora armando las camas, ordenando una mesita de luz... Eso puede parecer un absurdo. El personaje masculino de Guachos, Poyo o Poyito Mojado, no parece sufrir su condición de marginado. Patricia, en cambio, la chica que alquila una habitación en el barrio, que lo llamó porque no tenía luz en la casa y le dijeron que él podía ayudarla, sufre por no saber exactamente de quién es hija.
–Pero ella no es una desclasada. Se da a entender que nació en tiempos de la dictadura militar y que a raíz de una discusión entre sus padres descubre que la mujer que creía que era su madre es estéril. Recién entonces se pregunta por su identidad...
–Si se quiere ver esta obra como una búsqueda de identidad, está claro que no es lo mismo en Poyo (que desconoce a su padre, porque ni su madre, una prostituta, sabía quién la embarazó) que en Patricia. Ella puede ser una víctima de padres usurpadores pero Poyito Mojado es producto de una sociedad, como la nuestra, que “fabrica guachos”, chicos sin padres, sin casa, pobres, desamparados...
–¿Qué significa el Gordo Bujía en esta historia?
–Ese tercer personaje –que no aparece en escena, pero de quien habla el Poyo, y a veces repitiendo lo que se supone que el otro dice– es el que los “sobrevuela”, y no solamente porque es el que se sube al techo de la casa alquilada por Patricia para arreglar un desperfecto eléctrico. Existe una dependencia de Poyo hacia ese hombre que arregla –o desarregla– todo. En ese ambiente de marginación, Bujía es el jefe al que no se puede molestar a la hora de la siesta, por ejemplo.
–¿Cuál es la diferencia entre este Poyo y los marginales que aparecían en Noche de parias?
–Este es más lumpen. Cuando alguien está muy al margen del sistema ya no se tortura por cómo vive. A Poyo “le tocó vivirla así, y punto”. Eso no pasaba en Noche... Allí todavía se buscaba no quedar afuera. Aquella obra se estrenó en la década del 90, y el proceso de marginación siguió avanzando. Nuestro sistema económico y social siguió fabricando más y más guachos y matando chicos por falta de asistencia.