ESPECTáCULOS › “BATMAN INICIA”, DE CHRISTOPHER “MEMENTO” NOLAN
Un encapotado demasiado serio
Por Martín Pérez
Un niño rico con tristeza, una tristeza infinita, que nace de una prematura ausencia de sus padres, y que deviene en furia justiciera. Así se podría resumir la historia del personaje creado por Bob Kane más de 60 años atrás. Si Superman era el hombre de acero y reunía todos los superpoderes posibles, Batman era apenas un hombre de negro, sin ningún superpoder salvo ese deseo de justicia. Y el disfraz que oculta su verdadera identidad. Devenido en personaje camp durante los ’60, revivido en las historietas por Frank Miller durante los ’80 como un psicópata justiciero y reconvertido en franquicia cinematográfica por Tim Burton en la misma década, Batman está de regreso.
A ocho años de la última pavada de Joel Schumacher, era de esperar que Hollywood hiciese borrón y cuenta nueva con una de sus mejores franquicias en una época de superproducciones dominadas por toda clase de superhéroes. A medio camino entre la mirada social de los X-Men y la juvenilia romántica de El hombre araña, por nombrar a dos de las más celebradas adaptaciones del último tiempo, Batman inicia elige tomarse demasiado en serio como un fin y no como medio, y funciona como inventario de todos y cada uno de los ítem con los que cuenta la franquicia pero jamás se termina de asentar como película hecha y derecha. Por momentos parece que es todo presentación y que el film recién vendrá en la próxima, para la que en el epílogo se anuncia la aparición del Guasón, el gran ausente en semejante inventario de más de dos horas.
Así como Burton parecía pedir permiso para hacerse cargo de Batman en el primer film, lo mismo le sucede a Christopher Nolan. Director de la celebrada Memento y la ninguneada Noches blancas, Nolan es el encargado de reabrir el boliche, y lo que más parece preocuparle es que no quede ningún resabio, ya no de la celebración camp del Batman televisivo, sino de la pavada corporativa del Batman post-Burton de Schumacher. Así que frunce el ceño, y no cambia de expresión durante toda la película. Con un guión trabajado junto al experto en comics David Goyer (guionista de Blade), el Batman de Nolan es como un barril sin fondo en el que todo cabe: filosofía oriental, psicologismo jungiano y siguen las firmas. Todo es demasiado en serio, desde el drama del joven Wayne hasta la bondad de sus padres, pasando por un oculto pasado oriental de pequeño saltamontes e incluso la aparición de un Liam Neeson que es maestro de Obi Wan Kenobi y Darth Vader a la vez. El único alivio lo proporcionan rostros conocidos como los de Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman, superamigos del espectador que no necesita tanto prólogo permanente para tomarse en serio a su personaje preferido. ¡Ni tantas frases importantes!
Vaya uno a saber si, después de semejante aplicación en su trabajo de ordenanza, Nolan podrá divertirse un poco más en el Batman que sigue. Lo cierto es que en Batman... apenas si hay lugar para semejante flojera. Con un prólogo que mezcla James Ivory con Kill Bill, y La ley y el orden con El hombre araña, este Batman apenas si deja a un Bale que necesita algo de la locura de Michael Keaton. Atacado por el virus del parlamento importante, éste es un Batman explicado, y es casi doloroso ver a Katie Holmes decir todo el tiempo parlamentos trascendentales. Por momentos parece como si toda el film fuese, en realidad, una forma de explicar cómo conviven la riqueza del protagonista y sus ganas de combatir el crimen. “Vendé el techo, fiera”, dice Maradona que pensó cuando entró al Vaticano. Pero el Batman de Nolan no hace más que comprar y comprar.