ESPECTáCULOS › “UN MINUTO DE SILENCIO”, PREMIADA EN MADRID
“Me gusta hablar de valores aunque ya no esté de moda”
El cineasta Roberto Maiocco fue premiado en la Semana de Cine Iberoamericano de Madrid por su película Un minuto de silencio.
Con su película Un minuto de silencio, el cineasta Roberto Maiocco se consagró como un optimista a ultranza: la suya es una crónica de la caída de la clase media posterior a la crisis del 2001, sin el dramatismo de otros héroes derrumbados. Cuando cierra la fábrica, se cae la escuela y se clausura la biblioteca, la familia (con Eduardo Blanco, Alejandra Darín e hijos) se muda a La Quema, pero nunca pierde la esperanza. Cuando faltan comodidades y confort, sobrevive el sentimiento. Esa historia de héroes venidos a menos, de gente que construye vínculos a pesar de la debacle económica acaba de ganar el Premio Chimenea a la Mejor Película en la Quinta Semana de Cine Iberoamericano de Madrid, allí donde se entregó al film de Maiocco el premio mayor, resaltando “su visión del mundo del trabajo y el optimismo del personaje protagónico que no se deja caer, sostiene a su familia, no baja los brazos, motorizando ilusiones en el peor momento”.
A Roberto Maiocco, también director de Sólo gente (con Pablo Echarri, sobre la desventura de un médico residente en un hospital público), le gustan las películas que se conciben para toda la familia, “entendida ésta como un grupo que viva bajo el mismo techo, siempre que haya amor”. Como ocurrió con su película anterior (declarada de interés educativo por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), querría ese mismo destino para Un minuto... (que se estrena en octubre), para que más de 40 mil chicos puedan volver a acercarse a “un modelo de padre –sigue el director– que se erige como guía el camino de sus hijos para sembrar ilusión”. Todavía le llama la atención cómo impacta en España la crónica de la crisis argentina, cada vez que la ficción los contacta con la pobreza que quedó tras el Atlántico. “Pero lo que más los sorprende es cómo puede seguir habiendo gente optimista, aun quedando afuera del marco del trabajo... ¿De verdad es así? –preguntan–. ¿Hay tanta pobreza? Les cuesta aceptar tanta miseria de los personajes.”
El hombre mudado a La Quema (Eduardo Blanco) no se deja vencer: convence a su esposa de no bajar los brazos, realza pequeños milagros como el triunfo de Boca o la vigencia del valor familiar, sueña con un viaje al pueblo de origen en el que nació su padre. “Yo siempre miro la mitad del vaso lleno –dice el cineasta–. A pesar de todo, los chicos pueden ir al colegio, mantienen un polideportivo, la lectura de cuentos cada noche.” Maiocco se define como un cineasta de valores, aunque no estén de moda entre la crítica, y por eso le gusta que sus películas los difundan: de ellas se desprenden llamados a inculcar el valor del trabajo, el derecho a la esperanza... “Cuando esos seres no tienen nada, tienen todo. La vida continúa... Me gusta la cultura del trabajo, del esfuerzo, que no nos regalen nada, que tengamos que estudiar (como él mismo, médico anestesista con diploma de honor, actor y cineasta) para poder hacer lo que a uno le gusta.”
Con poco presupuesto, apenas cinco semanas de rodaje y otra profesión a cuestas, la filmación no se le hizo fácil a Maiocco. Fue en Tandil, en la propia Quema, con un olor insoportable, ambientación por demás realista para evitar una reconstrucción. Allí fue Maiocco a exhibirla en una de sus primeras funciones abiertas y no se retiró con los brazos vacíos: declararon a Un minuto... de interés municipal y cultural, y la gente salía de la sala emocionada. El dinero que dejaron las entradas se donó a la Escuela de Cerro Leones para comprar computadoras, libros de cuentos y una bandera. “Ojalá se pudiera hacer en otras ciudades –dice Maiocco–. Me emociona que mi película haya ayudado a comprar una bandera. Hay mucha gente valiosa en la Argentina. No está todo perdido, como dicen. Sólo hay que tratar de encontrarse con esa gente.”