ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON ARBOL, LA BANDA QUE
CAUTIVO A CHICOS Y GRANDES
“El mundo de hoy se basa en el ideal de ser adolescente”
El grupo del oeste bonaerense, que llega este fin de semana al Estadio Obras para presentar Guau!, su cuarto CD, cuenta detalles y anécdotas de su ascenso en la escena local.
Por Roque Casciero
La carrera de Arbol bien podría compararse con una escalera en la que no vale saltarse peldaños: armaron el grupo con una coctelera de ritmos en la que entran desde el hardcore hasta el folklore, editaron un disco independiente, Gustavo Santaolalla los fichó para su sello Surco, cada álbum los puso ante un público más numeroso y fiel... En la cima, por ahora, está el futuro inmediato: las dos funciones en el Estadio Obras que harán hoy (con entradas agotadas) y mañana, en las que grabarán su primer dvd, representan el punto más alto de popularidad del quinteto de Haedo. Y en buena medida se debe a Pequeños sueños y El fantasma, los hits de Guau!, el cuarto álbum del grupo. Por eso, los cantantes Eduardo Schmidt y Pablo Romero, el guitarrista Hernán Bruckner, el bajista Sebastián Bianchini y el baterista Martín Millán viven ese momento dulce y extraño en el que escuchan sus canciones hasta en el supermercado, dicen. “Estoy comprando un kilo de arroz y de repente me dan ganas de llorar”, bromea Schmidt. Y Bianchini apoya: “El otro día hablábamos de que las canciones dejan de ser de uno y pasan a ser de la gente que las toma y las transforma. Es raro, pero a la vez está bueno, porque la canción tiene otra dimensión y distintas interpretaciones para cada uno. Pero al principio cuesta adaptarse...”
–A fines del año pasado, cuando salió Guau!, hicieron su primer Obras y desde entonces no pararon de tocar. ¿Cómo viven el crecimiento de la banda?
Eduardo Schmidt: –Ahora, ante shows multitudinarios como los de Obras vamos más relajados. Hay un montón de factores que hace un tiempo nos ponían más nerviosos. Y no es que ahora no nos excite, sino que podemos relajarnos y disfrutarlo más.
Hernán Bruckner: –Es otro tipo de adrenalina. Algo que nos ayudó mucho fue que nos invitaran al Quilmes Rock o a eventos muy grandes, porque después de haber tocado ahí sentimos que hemos superado esa prueba. La primera vez fue muy fuerte, pero enseguida se dio un ida y vuelta con la gente, y eso fue muy positivo para nosotros. Por otra parte, ahora, cuando llega el momento de tomar alguna decisión es un poco más complejo, porque hay más factores que debemos tener en cuenta. Por ejemplo, hacer una escenografía para Obras no es tan barato como para hacerla para un lugar de 300 personas. Hay otros costos, hay que mover gente... Es más responsabilidad. De todos modos, al haber sido gradual, la estructura de la banda también creció con nosotros.
E. S.: –En el último tiempo estuvimos trabajando en la interna del grupo para aprender a respetarnos como individuos, respetar los espacios de cada uno, porque eso potencia los espacios en los que estamos juntos... ¡que son casi todos! Antes necesitábamos excusas para estar juntos, ahora que estamos juntos tanto tiempo necesitamos respetar las individualidades. Lo que nos mantiene unidos es que, si bien cada vez nos lleva más tiempo, cada vez es más placentero. Todos le encontramos la vuelta para que el grupo acepte que en determinadas cuestiones alguno no participa porque quizá se siente incómodo. Es muy emocionante trabajar eso y poder hablarnos con respeto después de tantos años.
–¿Siempre hicieron ese trabajo de pensarse a ustedes mismos?
E. S.: –Hubo épocas en las que mirábamos los videos de los conciertos para criticarnos y mejorar, pero con tantas giras nos centrábamos más en el show. Y cuando terminaba el show, con la adrenalina, nos criticábamos cosas, pero nos dimos cuenta de que estábamos re-cebados y necesitábamos bajar dos cambios y decirnos las cosas de otra manera.
Sebastián Bianchini: –Eramos más agresivos para decirnos las cosas. Y ahora tenemos mucho más diálogo y funciona todo mejor.
Pablo Romero: –Como en toda pareja (se ríe).
H. B.: –En algunos momentos del año hay mucho cansancio. Por ejemplo, cuando estábamos grabando Guau! hicimos algunos shows y era mucho laburo junto. Y con esto del Obras, también: cuando no estamos de gira, nos lo pasamos enclaustrados en la sala. Estamos muchos días fuera de casa y aparece el cansancio, pero cuando nos subimos al escenario cierra todo, vale la pena.
S. B.: –Eso tiene que ver con nuestra forma de ser, porque siempre nos complicamos un poco más: tratamos de hacer más cosas. Para este show quisimos hacer lo de la grabación del dvd, entonces decidimos que teníamos que sonar mejor y para eso debíamos cambiar el sistema de monitoreo. Acostumbrarse a un montón de cambios todo el tiempo también hace que sea más excitante.
E. S.: –Una cosa linda es cuando podés salir de gira en tu micro, con tu equipo de laburo, y que un proyecto artístico se haya convertido en un proyecto de vida para doce personas que viven de la banda. Se trata de tener un espacio propio: el micro, la sala de ensayo... Todo eso me emociona mucho. Y llegar a Obras y ver que están armando la escenografía, las luces, y que toda esa estructura enorme sale de canciones nuestras... Es como dice siempre Pablito: “Yo estaba en mi casa, mirando por la ventana y escribiendo Ya lo sabemos (el hit de Chapusongs, el disco anterior), y después se armó todo un despelote”.
–El tema Canciones puede ser leído como un homenaje a eso, precisamente.
E. S.: –Tiene mucho de homenaje, aunque es muy irónica. Es como un homenaje irónico al hit, por eso está instrumentada como un hit de los ’60. Pero también habla de la canción como salvación, del arte como remedio para ayudarte a enfrentar una realidad que cada día es más difícil. Ese mensaje subyace en la canción y aparece claramente al final, cuando dice: “Son canciones que te ayudan a vivir, te ayudan a seguir”.
–Entre las cosas que habrán cambiado para ustedes debe estar el hecho de vivir de la música y no tener que hacer otros trabajos.
P. R.: –Yo nunca laburé (risas). Bah, para sacar Jardín frenético (el debut independiente) laburé un poco en la panadería del papá de Edu.
S. B.: –Recién hace un año dejé de trabajar de otras cosas. Hasta ese momento no podía vivir del grupo, porque tengo una familia.
E. S.: –Depende de los objetivos económicos de cada uno, yo hace un par de años que estoy chocho.
P. R.: –Y si Edu está así, imagínense cómo estaré yo.
H. B.: –Claro, Pablito todavía vive con la mamá.
P. R.: –La última compra grande que hice fue el lavarropas para mi vieja.
–En los conciertos de Arbol hay muchos preadolescentes y niños, y a raíz de eso se ha convertido en un lugar común, con una carga peyorativa, decir que su música es para chicos. ¿Eso les molesta?
E. S.: –Que vengan muchos chicos chiquitos a vernos y que les guste la banda no fue algo premeditado ni nada. Por ahí llama la atención que la banda les guste a chicos tan chiquitos, porque es una banda de rock. Siempre usamos lenguaje ingenuo en nuestras canciones, pero lo hacemos como adultos. Nosotros ironizamos y los niños no: usan lenguaje ingenuo porque no tienen otro. Y si el lenguaje ingenuo tiene una cosa irónica detrás y una complejidad en la composición de la música o de algunas letras, es obvio que está hecho por adultos y para adultos, aunque finalmente también le gustó a muchos chicos. No creo que hayamos usado nunca un lenguaje de niños.
Martín Millán: –Igual, no siento rechazo sino orgullo cuando escucho a un niño chiquito, de dos años, cantando la letra de Prejuicios. Un niño no sabe de especulación ni nada, es espontáneo, o sea que si le atrae esa letra, me encanta.
–Pequeños sueños y El fantasma, las dos canciones que sonaron en las radios, son más ingenuas que el resto del disco.
E. S.: –Puede ser. Pequeños... nos gustaba porque tenía una frescura a la que nunca habíamos llegado. Nunca habíamos tenido tanto pop. Y, en realidad, nos gustó y quedó en el disco por oposición a todo lo que veníamos haciendo. Después la compañía decidió que fuera corte, porque...
–¡Porque es pop!
E. S.: –Claro, pero no la hicimos con el objetivo de vender más ni nada de eso. Y en El fantasma sí fue adrede que todas las imágenes tuvieran un color medio naïf, pero ésa también es una decisión adulta, porque un nene no te hablaría de la muerte desde un lugar tan naïf. Fue una decisión de contrarrestar todo lo heavy que es hablar de la muerte tratando de que fuera lo más liviana posible. Además, es un juego de palabras con la liviandad que propone la canción, de estar flotando, volando. Son decisiones en las que tenés que tener reversibilidad del pensamiento, un montón de cosas que un pibe de seis años no tiene. Quizás a primera oída es un lenguaje muy simple, pero fue una de las canciones que más nos costó componer a Pablito y a mí. Hace diez años que componemos juntos y nos costó muchísimo limpiarla hasta que tuviera sólo lo imprescindible, para que fuera placentero escuchar hablar a un muerto.
M. M.: –En Pequeños sueños también pasa. Ningún niño va a decir: “Nunca papá me besó y me dijo hasta mañana”.
E. S.: –Además, al final hay una vuelta un poco más adulta, cuando habla de los sueños y dice: “Cada loco con su sueño/ cada perro con su dueño/ yo no quiero tener miedo/ yo sólo quiero soñar/ pequeños sueños”. Hay un rescate del sueño por el lado de los ideales, pero también de no vivir en esta realidad de miedo sino en una medio surrealista. En muchas de nuestras canciones está el mensaje de que otra realidad es posible y que los sueños no son nada más que lo que te muestran en una propaganda de pañales.
–Pero, ¿por qué creen que a los chicos les gustan sus canciones?
S. B.: –Supongo que el interés de los niños por nuestra música también tiene que ver con la simpleza, porque vamos limpiando cada vez más y las cosas quedan más fáciles de agarrar por un chico.
E. S.: –También hay que tener en cuenta que hoy un pibe de diez años es un preadolescente. La adolescencia ahora dura desde los diez hasta los 35, porque el mundo entero se basa en el ideal de ser adolescente. Entonces, un pibe de 8 años escucha Los Piojos, La Renga, Arbol... De todos modos, mucha de esa crítica de lo de los nenes y todo eso es peyorativa con los chicos. Y eso es porque los que critican no escucharon un montón de música ni leyeron un montón de libros ni vieron películas súper grossas que les gustan a los niños. Se pierden, por ejemplo, las increíbles canciones de María Elena Walsh.