ESPECTáCULOS › GERMAN ABDALA
Retrato y perfil de un gran luchador
Canal 7 emitirá hoy un documental sobre el militante sindical fallecido en 1993.
Por Cristian Vitale
En una vieja edición de Tiempo Nuevo –noviembre de 1986–, un pujante dirigente sindical de 31 años, lector de John William Cooke y Arturo Jauretche, se atreve a enfrentar, de visitante encima, a dos tenaces defensores mediáticos del neo laissez-faire. Germán Abdala, morocho, enfundado en una campera de cuero negra y con alguna “s” que se le escapa, trata de explicarles a Mariano Grondona y Bernardo Neustadt, muy pulcros ellos, las inconveniencias de un liberalismo salvaje en ascuas; un modelo que, de aplicarse, terminaría desactivando lo poco que quedaba de Estado benefactor, con todos los problemas sociales imaginables. Pero parece estar enfrentado a dos paredes de saco y corbata. “Mire, Abdala –le responde Grondona–, la posición suya corresponde a otra época.” Resultaría enormemente democratizador poder enfrentarlos nuevamente hoy, 19 años después, luego del fracaso rotundo de aquel modelo que tuvo en Grondona y Neustadt a dos históricos apologistas y que el dirigente de ATE, muerto en julio de 1993, denunció cuando y donde había que hacerlo. Sería enriquecedor que Grondona le contara hoy a ese muchacho entusiasta, ex albañil y pintor de brocha gorda, “lo bien” que las empresas privatizadas les hicieron al país y a sus trabajadores. Figuración futurológica al margen, la realidad es que aquel debate televisivo entre ambos polos ideológicos es una de las varias secuencias agudas que pueblan Germán, un documental sobre la vida de quien también fuera diputado nacional. El programa será emitido esta noche a las 22 horas por Canal 7.
Producido por el Incaa y realizado por un equipo conformado por Nicolás Batlle, Fernando Molnar, Sebastián Schindel y Bruno Huck –más la producción ejecutiva de David Blaustein–, el documental combina en 48 minutos retazos de la vida cotidiana, alegre y sufrida, de Abdala, con su labor política y militante. Con una estética artesanal, casi casera, discursos y vivencias se entremezclan y determinan una verdad: la crisis que Abdala anunció no sólo en programas televisivos, sino también desde su banca en el Congreso –a la que llegó en 1989 metido en la boleta de la fórmula del salariazo: Menem-Duhalde– o en reuniones con la militancia, estalló con los efectos previstos. “No puede ser que se estén privatizando empresas de servicios públicos como Aerolíneas Argentinas o los ferrocarriles, que tienen que estar al servicio de la integración del país y no de la acumulación de grandes empresas”, dijo rápidamente desengañado en febrero de 1990, cuando todo el mundo miraba y pensaba para otro lado, incluso la mayoría de sus compañeros de boleta. “Acá, el empresariado no tiene vocación de nada. Bajan la persiana y se van a Punta del Este (...) ¿Por qué no se les dan créditos a las pymes, pero sí se le facilita el negocio a Bunge y Born?”, aparece diciendo con claridad en otra de las escenas formadoras del documental. En cada punto que se lo tome, desde su reivindicación de la política social y económica del peronismo previa a al golpe de Estado de 1955, hasta sus diatribas contra los grupos económicos que “con lo único que especulan es con ver de qué manera se apropian del esfuerzo del pueblo”, el desaparecido dirigente justifica el diagnóstico que da su padre Manzur, hincha de Boca y peronista como él, leyendo la necrológica en Página/12: “Un raro ejemplo de coherencia”.
El otro eje que motoriza el documental –ganador del concurso “13 documentales para TV sobre la crisis argentina”– enlaza con su pavorosa enfermedad. Su hija Griselda; Marcela Bordenave, su mujer, y Víctor De Gennaro, compañero de lucha, reconstruyen a través de testimonios el optimismo y la dignidad con que Abdala sobrellevó hasta el límite el cáncer que le descubrieron en 1984, tras ser operado de la cintura al lastimarse jugando un partido de fútbol. De Gennaro, apelando a su origen –Santa Teresita– lo compara con el mar: “El era el mar, fuerte e inabarcable”; a Griselda le caen lágrimas cuando cuenta el momento en que descubrió que papá había quedado ciego. “Mi chiquita, dónde estás que no te veo”, dice que dijo, y su mujer recuerda que no había querido decir nada de eso para que ellas no sufrieran. Varias tomas de entrecasa hechas por su mujer registran los últimos momentos de su vida, delgadísimo y calvo, luego de más de 20 operaciones y del tratamiento de quimioterapia al que se sometió durante el comienzo de los ’90 en Rochester, Estados Unidos. Ese último Abdala que, pese a todo, aflora como un luchador heroico participando del Congreso fundacional de la CTA realizado en noviembre de 1992 en Parque Sarmiento donde, aclamado por una multitud, dio uno de los últimos discursos de su vida en una silla de ruedas: “Seguimos creyendo, pese a todo, que hay un camino para construir”. O soplando velitas por última vez, en febrero de 1993, al momento de cumplir 38 años. “Fue la última vez que hablamos mucho –evoca De Gennaro en el film– y me dijo, entre varias cosas: ‘Quiero que me prometas que no va a haber velorio (...), llega a aparecer una corona de Menem y me muero’.”