ESPECTáCULOS › DOCUMENTAL DE MILENA PLEBS
“Hoy somos minas bien plantadas”
La bailarina habla de Milena baila el tango... con Ezequiel Farfaro.
Por Karina Micheletto
“La mujer que yo quiero mostrar bailando es fuerte, potente e independiente, pero está al lado del hombre, puede estar acompañada y contenida por él. Ni lo tapa, ni está por debajo”, se escucha decir a la bailarina Milena Plebs en Milena baila el tango... con Ezequiel Farfaro, el documental que la tiene como protagonista. De la filmación de sesenta ensayos (unas 70 horas de cinta) resultó este corto, centrado en la descripción del trabajoso proceso creativo de improvisación que hay detrás de cada tango bailado, y que aparece milimétricamente coordinado a cada paso, como si hubiera sido toda la vida así, en el proceso terminado. Pero ocurre que, hablando de cómo baila el tango, Milena habla de rasgos de la personalidad, relaciones afectivas, modelos de hombre y mujer. Porque en el tango, dice, se muestra la vida. Y está todo ahí, clarito, sin mediaciones. “Mi deseo es que no sólo vengan a ver el documental los bailarines de tango. Que a la gente que no baila le den ganas de saber lo que se siente”, dice la bailarina sobre su película, que se estrenó ayer en el Tita Merello y que estará sólo dos semanas en cartel.
“Siempre me pareció muy atractivo el material de ensayo filmado. Cuando empezamos a bailar con Ezequiel le pedí a Rodrigo (Peiretti, el novel director de este corto) que viniera a filmar los ensayos, pero también le pedí otra cosa: que jugara con la cámara, que se diera permiso para delirar. Y él me hizo caso”, cuenta Plebs. “Cuando vimos el material descubrimos que, si bien no estaba filmado con calidad digital, tenía la frescura de los ensayos, y que ahí había algo interesante.”
El mundo de Plebs pasaba por la danza contemporánea y académica del Ballet del Teatro San Martín hasta que, en 1984, se cruzó con Miguel Angel Zotto en un ensayo del espectáculo Jazmines. “Fue un impacto: ¡¿Qué es esto?! No podía creer esas sucesiones de ganchos, no entendía cómo hacían los bailarines para no chocarse o patearse”, cuenta Plebs. En cuestión de meses empezó a tomar clases con él, formó pareja artística y real, y pasó a integrar el elenco de Tango Argentino, el espectáculo que abrió las puertas del mundo al tango, junto a glorias como Juan Carlos Copes y María Nieves, Virulazo, Gloria y Eduardo o los Rivarola. Se separó de Zotto tras diez años de pareja y siguió bailando profesionalmente con él otros tres, en pleno éxito del espectáculo que habían concebido juntos, Tango x 2. “Fue tan fuerte la experiencia de Tango x 2 que necesité dos años sin bailar profesionalmente. Llegué a pensar en dejar de bailar”, recuerda. Hasta que, en la inauguración de la estatua de Gardel en el Abasto, bailó con Copes y con Ezequiel Farfaro, en quien encontró pareja profesional.
–¿Tuvo que vencer prejuicios del mundo del tango?
–No, la dificultad más bien fue mía, interna. Yo entré al mundo del tango con Miguel, directamente a jugar en primera, y fue un shock grande. En el contemporáneo éramos todos jóvenes, nos divertíamos, íbamos de acá para allá juntos... había una cosa muy adolescente. De un día para el otro a Miguel le ofrecieron hacer Tango Argentino, y él me ofreció ser su pareja de baile. Fue como entrar al mundo de los adultos de un empujón. Encima para mí era todo nuevo: estaba en pareja con Miguel hacía poco, también hacía poco que bailaba tango, tenía que adaptarme a los tacos altos, acostumbrada como estaba a bailar en calzas, a bailar en pareja, a una gira de ocho meses... Me costó caer.
–En la película habla del tango como una experiencia personal única. ¿A qué se refiere?
–Hay algo que se escucha mucho y que parece un clisé, pero es así: el tango te cambia la vida. Es tan contundente el abrazo del tango, sobre todo cuando uno tiene un compañero de baile de mucho tiempo, te abre un mundo interno, sensorial, muy fuerte, te obliga a preguntarte y replantearte muchas cosas. Ese abrazo tiene muchas puntas para analizar.
–¿Por ejemplo?
–En mi caso, bancarme que un tipo me lleve. Me costó, y mucho. Diría que recién ahora, después de veinte años de bailar tango, me lo estoy empezando a bancar. Aparece la famosa cuestión de cómo integramos el femenino sutil y fértil en nuestro lugar en el mundo. Es la gran tarea, y el tango te lo tira ahí, sin máscaras: a ver, ¿qué hacés con esto? Además, cada hombre con el que bailás te propone algo distinto: hay duros, mandones, desafiantes, jóvenes de poca experiencia...
–¿Y qué pasa cuando su pareja de baile es también pareja real?
–Pasa de todo. Puede ser fantástico, y puede ser una tortura, si estás mal con tu pareja. Viví las dos cosas. Hay distintos estadios: cuando uno recién se separa todo es más complejo, después te vas acomodando...
–María Nieves dice que ahora en el tango están empezando a guiar las mujeres. ¿Es así?
–Seguramente se refiere a que ahora las mujeres montamos espectáculos, dirigimos, coreografiamos, compartimos cartel. Aunque hay cambios de roles, y en Europa se copan mucho con eso, es más un juego que una cosa profunda. En el tango el hombre lleva. Y si no lleva reclama.
–¿Cómo?
–Y, reclaman que no los dejás llevar, que les pasás por encima. Alguna vez me han dicho: “¿Perdón, adónde vamos? Porque me estás llevando vos”. Es que el ochenta por ciento de las mujeres que bailamos hoy somos minas fuertes, bien plantadas, entonces el reclamo es constante. Yo hace un año que estoy dejando llevarme más, ¡así que no pueden quejarse!