EL MUNDO › LOS SERVICIOS HABIAN ADVERTIDO SOBRE UN ATENTADO
Francia ya estaba en alerta
Los servicios de inteligencia habían detectado el retorno a Europa de musulmanes radicales que volvían de su entrenamiento en Irak.
Por Eduardo Febbro
Ocho días antes de los atentados de Londres, los servicios de inteligencia franceses habían advertido acerca del creciente riesgo de que Europa fuese una vez más el escenario de atentados terroristas. Varias informaciones recortadas condujeron a esta conclusión: la primera era el retorno al Viejo Continente de los llamados “jihadistas”, los combatientes europeos o radicales árabes residentes en Europa que volvían de Irak luego de haber sido capacitados para llevar a cabo acciones terroristas. Entre ellos se mencionaba el viaje a Irak de unos 70 musulmanes residentes en Gran Bretaña que habían viajado a Irak para unirse a la resistencia liderada por el jefe local de Al Qaida, Abu Musab al Zarqawi. La segunda fue la reactivación de un núcleo extremista de origen argelino, el GSPC, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. El GSPC es una rama del GIA (Grupo Islámico Armado) que, en 1995, cometió varios atentados en territorio francés. Según París, el GSPC se había puesto en relación con el terrorista jordano Abu Musab al Zarqawi.
Un correo interceptado por la CIA en octubre del año pasado y entregado posteriormente a Francia prueba que uno de los jefes del GSPC entró en contacto con Al Zarqawi para ofrecerle sus servicios. La carta ataca a Francia e invita al jefe terrorista jordano a secuestrar a los franceses presentes en Irak. El pasado 18 de mayo, Zarqawi había calificado al presidente francés, Jacques Chirac, de “perro de los cruzados” a raíz de la decisión de prohibir el uso de signos religiosos evidentes en las escuelas francesas y, entre ellos, el velo islámico cuya utilización motivó un cambio de la ley francesa.
Pero el elemento central giraba en torno del posible retorno de los llamados “jihadistas europeos” que fueron a combatir a Irak. Para los especialistas de la lucha antiterrorista, este “retorno” encierra, de hecho, dos “siluetas”: la del combatiente (jihadista) propiamente dicho, capacitado para llevar a cabo él mismo los atentados en el suelo europeo, y la del combatiente que puede servir como “instructor y organizador local” para activar una célula terrorista. Olivier Roy, uno de los grandes especialistas del mundo islámico, define a ambas categorías como los “desterritorializados”. Según el investigador, “se trata de nómadas, de productos de la globalización, de individuos que se radicalizaron política y religiosamente en otro lugar que su país de origen”. De esas dos siluetas se desprende otra cuya realidad quedó constatada en los atentados de Londres. Los cuatro terroristas que pusieron las bombas en el Metro y el bus londinenses eran británicos de origen paquistaní. Los expertos en terrorismo argumentan que esas acciones perpetradas en nombre de Al Qaida tienen un tronco común: la guerra en Irak.
El conflicto iraquí resulta una poderosa caja de resonancia para las aspiraciones jihadistas. La marginalización social y los conflictos que azotan al mundo musulmán operan como detonantes. Estadísticas recientes de los servicios de inteligencia franceses ponen de relieve el peso que ambos elementos tienen en el proceso de reconversión al Islam radical. Un informe establecido por la DCRG, Dirección Central de las Informaciones Generales (policía secreta), señala que de un total de 1610 franceses convertidos al Islam en Francia, “el 3 por ciento pertenece o gravita en torno del movimiento islamista combatiente”. El mismo trabajo constata que una gran mayoría de los convertidos reside en zonas urbanas densas (París y sus alrededores, Lyon, Costa Azul, Aquitana), viven en condiciones de precariedad social avanzada, y que 44 por ciento opta por la corriente salafista del Islam, es decir, una de las más rigurosas. El informe revela asimismo que el porcentaje de desempleados entre los convertidos es “5 veces superior al de la totalidad de los franceses”.