ESPECTáCULOS › LA RELACION SECRETA DE HOLLYWOOD CON LA POLITICA DE WASHINGTON
Historia de un matrimonio por conveniencia
“Hollywood, D.C.”, que emite hoy y el próximo domingo la señal de cable Films & Arts, desnuda los entretelones de la industria del entretenimiento y su estrecha vinculación con los distintos ocupantes de la Casa Blanca.
Por Oscar Ranzani
Las relaciones entre la industria del entretenimiento más poderosa del mundo y la comunidad política estadounidense forman el eje central del documental que emitirá la señal Film & Arts hoy y el próximo domingo a las 20, presentado en dos partes. Hollywood, D.C. se trata de un especial por el que desfilan testimonios de directores, productores, artistas, analistas políticos y periodistas que brindan sus opiniones sobre los puntos de encuentro entre Washington y Hollywood desde el nacimiento de la industria cinematográfica. Entre los entrevistados del mundo del cine figuran los actores Martin Sheen, Richard Dreyfuss y Gloria Stuart y los realizadores Sydney Pollack, Lionel Chetwynd y Oliver Stone. Algunas de las presidencias más importantes de Estados Unidos forman la columna vertebral sobre la que se teje la trama de relaciones. Hollywood, D.C. se complementa con material de archivo (entre ellos un tape de una muy joven Jane Fonda hablando en contra de la guerra de Vietnam) y fragmentos de largometrajes.
“El compromiso político real comienza en la política republicana, principalmente en los años ‘20”, señala Ronald Brownstein, analista político de Los Angeles Times. Una vez situada temporalmente la intersección, Brownstein comenta que a partir de entonces es “cuando las estrellas participan de las campañas. Se hace sistemático con Herbert Hoover y Louis B. Mayer. Creo que allí es donde comienza el matrimonio”, ironiza Brownstein. Pero Franklin Roosevelt fue el primer presidente que se acercó a Hollywood y que comprendió la influencia que tenían los medios de comunicación. “Antes de ser candidato y de que llegara a la televisión fue el presidente más teatral. Creo que sentía un gran aprecio por los actores y la farándula”, recuerda el actor Robert Vaughn. “Los magnates obtenían dinero de los estudios para financiar las campañas”, reconoce Brownstein.
Durante los años ‘40, cuando la Segunda Guerra Mundial dominaba la escena internacional, Roosevelt vio en Hollywood una herramienta inigualable para convencer al pueblo norteamericano de que su país debía participar del conflicto bélico. “El aspecto social tenía menos importancia para él que forjar una voluntad nacional. A partir de ese momento sus amigos pasaron a ser los jefes de los estudios, los que decidían qué se proyectaba”, explica Lionel Chetwynd. Para aquella época se veía a grandes estrellas como James Cagney, Lucille Ball y Fred Astaire desfilando en camiones de guerra. “Los actores estaban muy comprometidos con la guerra. Promocionaban la venta de bonos, subían a los trenes. Todos creían en la guerra”, apunta Vaughn, que se hizo famoso como el protagonista de la serie de TV “El agente de Cipol”, pero que en una faceta menos conocida se convirtió en un historiador de las relaciones entre Hollywood y la política.
Luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y a raíz del odio de Washington hacia el comunismo surgieron las listas negras y en Hollywood los artistas pasaron a ser sospechados. “De repente se les recordó que eran los bastardos de la familia. La corriente oculta antisemita y antiinmigrantes tan presente en las listas negras tuvo un efecto devastador en Hollywood”, comenta Chetwynd. “Hasta que aparecí en una de las listas negras, nunca había leído el periódico”, cuenta la actriz Lee Grant. “Hice Historia de detectives, mi primera obra de teatro. Y después hice la versión cinematográfica en Hollywood con William Wyler. Cuando se estrenó entré en las listas negras y no pude volver a trabajar en televisión ni cine durante 12 años”, dice la actriz con congoja.
El mundo de Hollywood recibió con los brazos abiertos la presidencia de John Kennedy, cuyo padre era un magnate con intereses en varios estudios y estrellas. “Kennedy fue el primer hombre que desdibujó por completo la línea que divide la farándula de la política”, analiza Sydney Pollack. En tanto, para Vaughn “Kennedy fue el primer presidente televisivo. El primero en usar esta poderosísima arma que ahora domina la política”. Através de un senador de Massachusetts, Frank Sinatra se convirtió en uno de los lazos principales entre Kennedy y la comunidad de Hollywood. “Se dice que Sinatra había preparado su casa de Palm Spring para Kennedy mientras era presidente para que tuviera una Casa Blanca en el oeste”, revela Vaughn. “El servicio secreto fue y se encargó de todos los micrófonos y, de repente, no iba a quedarse en casa de Sinatra. Y Sinatra creía que Kennedy quería alejarse de él por la supuesta relación del artista con la mafia”, confiesa el actor.
Mientras la era Kennedy intensificó la participación de la farándula en la vida política de Estados Unidos, el racismo cada vez más era una amenaza más severa para los artistas. “Harry Belafonte fue una figura crucial del activismo de las estrellas por su rol en el movimiento de los derechos civiles. Había muy pocos afroamericanos con una plataforma a fines de los ‘50 y principios de los ‘60. Muy pocos tenían acceso a recursos significativos, y menos acceso a los medios y el público. Comprendió la responsabilidad que implicaba y lo hizo. Y se convirtió en un modelo importante para otras estrellas de todas las razas y colores”, reconoce Brownstein.
Durante la guerra de Vietnam, la incondicionalidad demostrada por Hollywood a Washington comenzó a fracturarse. Una de las personalidades más combativas fue Jane Fonda, que veía al conflicto como absurdo y sin sentido. “Creo que Hollywood no podía respaldar a Jane Fonda porque en Hollywood la mayoría son hombres y ella nos hizo dar cuenta cuán cobardes éramos”, se sincera Martin Sheen. Otro actor que jugó un rol preponderante en el cuestionamiento a la intervención estadounidense en el sudeste asiático fue el propio Robert Vaughn. “En enero de 1966 se me pidió que fuera a Miniápolis para dar un discurso de apoyo al Partido Demócrata y a Johnson. Después de estudiar mucho los antecedentes de Vietnam mi discurso no fue nada de eso. La escena era: los de la mesa principal aplaudiendo a rabiar a la estrella de televisión. Cuando terminé el discurso la escena era otra. Los que estaban en la mesa se tapaban los ojos. En Miniápolis dijeron que no iban a volver a permitir que un actor dijera que estábamos equivocados en Vietnam o que Johnson debería retirar las tropas de allí”, narra Vaughn.
Luego de detenerse en el apoyo profesado por Warren Beatty al candidato demócrata George McGovern durante la campaña presidencial de 1972, el especial menciona el caso más paradigmático del entrecruzamiento entre Hollywood y Washington: Ronald Reagan. Pollack lo define como “un actor brillante. Para ser justo, creo que creía mucho de lo que hacía. No creo que tuviera en mente un plan diabólico. Sin embargo, era actor y gran parte de la comunicación dependía de las habilidades que había adquirido actuando”.
Finalmente, Hollywood, D.C. rescata la opinión de distintas personalidades del universo cinematográfico que trazan un panorama sobre las relaciones en la actualidad. “Muchos cineastas critican el método que tienen los políticos en la actualidad para recaudar fondos para su campaña”, opina Pollack. Y lo grafica así: “Los partidarios vienen a esta ciudad y esto es lo que ocurre: quieren al hombre o a la mujer más famosa. Ya sea Ophra, Jennifer López, Brad Pitt o Leonardo DiCaprio. Quieren que aparezcan en los actos partidarios. Quieren que les den un cheque por mucho dinero. Cuando se les pide que les firmen un cheque parece que hay que oírlos. Y hay mucha gente que cree que porque pueden firmar un cheque por 25 mil dólares, tienen una opinión política válida. A veces la tienen, y a veces, no”. Como cierre de lujo, está el testimonio de un peso pesado de la industria: Oliver Stone. El director de Pelotón carga sus tintas sobre el poder. “Esta es una industria que tiene un poder limitado. Es el poder del dinero. Y para los actores y la gente como yo, es un poder efímero, porque la fama viene y se va”, sentencia el realizador.